El estadio estaba a rebosar la mañana del 25 de septiembre de 1931. La multitud se arremolinaba en el barrio obrero del Poblenou, que se llenó de personajes vestidos con trajes caros. Personas extrañas y poco asiduas por la zona no faltaron para ver a Francesc Macià, presidente de la Generalitat, en el acto de restitución del escudo estelado del C.E. Júpiter. La dictadura de Primo de Rivera se había encargado de que ese equipo con una clara vertiente anarquista y catalanista, tuviera que cambiar muchos de sus símbolos, entre ellos su escudo, que era ofensivo por llevar una estrella azul junto a la señera. La actividad del Júpiter volvió a la normalidad una vez terminado el periodo represivo en 1930. Aunque solo sería el preludio de lo que vendría poco después.
A finales del siglo XIX la ciudad de Barcelona crecía a un ritmo vertiginoso. Los edificios se levantaban con la misma velocidad con la que engullían a barrios completos que antes pertenecían a otras zonas, como fue el caso del Poblenou, situado en el antiguo municipio de San Martín de Provensals. Este pueblo, que en sus inicios tenía una población discreta dedicada principalmente a la pesca y a la ganadería, fue aumentando de manera considerable con la llegada de cientos de industrias del sector textil. “El Poblenou era el barrio obrero por excelencia. Durante muchos años se lo denominó como la ‘Mánchester catalana’, por la cantidad de instruías que había situadas en la zona”, cuenta Francesc Poblet, historiador y encargado de la comisión de Memoria Histórica del C.E. Júpiter.
Exhaustos después de las interminables jornadas laborales, los obreros acudían a los bares de la zona para debatir sobre sus inquietudes. El fútbol hizo entonces sus labores como elemento socializador. La pelota sirvió para trazar puentes y unir lazos entre los habitantes de un barrio dedicado casi en exclusiva al trabajo en las fábricas. En la cervecería Cebrián, donde hoy se vende una de las horchatas más famosas de Barcelona, las del Tío Che, se reunieron unos amigos con ganas de formar un equipo de fútbol. “Decidieron empezar a quedar para jugar partidos en un descampado situado en el Campo de la Bota, lo que ahora es el parque del Fórum. A veces no eran capaces de conseguir ni once jugadores y la gente del público tenía que unirse a los encuentros”, afirma Poblet.
“Podríamos categorizar a los hinchas del Júpiter en dos líneas: los obreros mayoritariamente anarquistas y los que eran más bien nacionalistas catalanes. Pero siempre de izquierdas”
Lo que comenzó siendo una pachanga entre amigos fue tomando forma hasta convertirse en un equipo más o menos estructurado. “Empezaron a juntarse en mayo de 1909, pero no decidieron federarse hasta 1912. Al grupo que siempre había estado desde el principio, se fueron sumando futbolistas de otros equipos similares de alrededor”, cuenta el historiador. Entre esos jugadores que llegaron para incorporarse a lo que empezaba a ser un club serio, estaban los hermanos Mauchan. Procedían de un equipo llamado el Escocés, por la nacionalidad de sus integrantes, que surgió de la famosa fábrica textil Fabra i Coats, ahora convertida en un centro de arte contemporáneo. Los Mauchan fueron los que otorgaron un ambiente de profesionalismo a un grupo cada vez más consolidado.
Los domingos, la playa de la Mar Bella situada en el barrio del Poblenou, se llenaba de globos aerostáticos gigantescos. Sobre la arena se hacían concursos para ver cuál de ellos era el más bonito, el más grande o podía llegar más alto. A uno de estos eventos acudió uno de los hermanos Mauchan. Ese día, el escocés quedó prendado con el tamaño colosal del globo ganador. Tanto que, al oír su nombre, pensó que sería la denominación perfecta para ese equipo de fútbol que estaba naciendo. Así fue como surgió el nombre de C.E. Júpiter. El club fue ganando cada vez más peso en un barrio muy politizado. “Hasta la llegada de los años 20 no podemos hablar de un equipo competitivo con una gran afición. Por la propia idiosincrasia del Poblenou, podríamos categorizar a sus hinchas en dos líneas: los obreros mayoritariamente anarquistas y los que eran más bien nacionalistas catalanes. Pero siempre de izquierdas”, explica Poblet.
La historia de conflictos políticos del Júpiter puede dividirse en dos fases: la primera vino con el golpe de Estado y la posterior dictadura de Primo de Rivera, donde sufrió cierta represión, pero tampoco tuvo muchos más problemas que otros clubes. La segunda y el verdadero calvario comenzaría el 19 julio de 1936, cuando se inició la guerra civil. “Con la ayuda de una sastra intentamos hacer la prueba de meter una pistola en un balón. No cabía. Para ello tenía que estar completamente desmontada. Además, había multitud de formas para transportar pistolas mejor que en el interior de unos balones”. Poblet no cree como cierta la leyenda urbana que por el Poblenou corre de generación en generación. Esa que dice que tanto dirigentes, como aficionados y jugadores del Júpiter, escondían armas en el interior de los balones. “La única constancia que tenemos de eso es la memoria hablada. Como es lógico, sobre esto no hay ningún tipo de documentación”. En el fondo, todos prefieren creer que realmente fue así y que colaboraron activamente para combatir al fascismo.
El campo del Júpiter servía como punto de encuentro y lugar de socialización para el barrio obrero del Poblenou. Desde el club se llegó a aportar dinero para el movimiento anarquista que luchaba contra el franquismo
La falta de documentación es uno de los principales problemas para conocer con exactitud el relato del Júpiter. “De lo que sí hay constancia es que desde el estadio salieron dos tropas para combatir en la guerra civil. Se subieron a camiones y se sumaron a los batallones que ya había repartidos por varios puntos de la ciudad”, afirma el periodista Toni Padilla. Muy cerca del campo vivían varios de los dirigentes anarquistas más importantes de la época. “La vivienda de Ascaso estaba situada a 30 metros del estadio”, confirma Poblet. El campo servía como punto de encuentro y lugar de socialización para el barrio obrero del Poblenou. Desde el club se llegó a aportar dinero para el movimiento anarquista que luchaba contra el franquismo.
La guerra acabó en 1939 y el Júpiter sufrió las consecuencias de haber estado apoyando a los que luchaban por la democracia. “La represión fue total. Se le prohibió el escudo, le cambiaron los colores a la camiseta, borraron el nombre del club que pasó a llamarse Hércules e intentaron hacerlo filial del Espanyol. La propia directiva ‘perica’, en aquella época absolutamente fascista, lo rechazó por las connotaciones políticas del Júpiter. También lo cambiaron de campo, sacándolo del Poblenou y llevándolo al barrio de La Verneda. Lo dejaron destrozado”, cuenta Poblet. Desde entonces, nunca ha conseguido ser un equipo de fútbol a nivel profesional. Se ha movido siempre por los campeonatos regionales o la Tercera División.
Actualmente, el Júpiter sigue siendo un equipo abiertamente antifascista. “Desde el club se están realizando esfuerzos por mantener los valores y la idiosincrasia del equipo. Donde hay más discrepancias es en lo deportivo. Estamos en una categoría demasiado baja para nuestra historia. No entendemos cómo no estamos luchando por estar, como mínimo, en Tercera”, explica David Requena, miembro del Reducte GrisGrana, grupo de animación del equipo. Si de algo saben en el campo de la Verneda es de remar a contracorriente. Porque, como dice su lema: “Aquí nadie se rinde”. Esta es la historia de un club humilde que fue víctima de aquellos que atentaron contra la democracia.
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