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Al fútbol no se juega con traje

Un aficionado argentino fue premiado en los The Best. Su cántico y su indumentaria despertaron las risas del público. Como si los raros no fueran ellos por ir de etiqueta

Este lunes se celebró en la Salle Pleyel de París una nueva edición de los premios The Best. En un momento anodino de la gala, en el que los invitados suelen aprovechar para ir al baño, fumar un cigarro, robar un canapé de foie gras o cerrar un trato de dos millones de euros, se anunció el ganador a la Mejor Afición. Subió a recoger el galardón Carlos Pascual, el ‘Tula’, hincha argentino de 82 años que se ha desplazado en los últimos 13 Mundiales para animar a su selección, a la que volvió a ver reinar en Catar. Su discurso fue breve. Y se cortó en seco, cuando, tal vez temiendo que los tipos emperifollados que lo escoltaban en el escenario lo cogieran por el brazo y lo sacaran a la calle, se puso a tocar su tambor, repitiendo uno de los cánticos que acostumbra a iniciar en la grada. La escena fue tierna y desagradable. Tierna, porque a muchos, cuando vemos a un aficionado animando a su equipo, nos pasa lo mismo que cuando vemos a alguien comiendo en un Estrella Michelín: de repente, queremos hacer lo mismo. Desagradable, porque mientras el ‘Tula’ dejaba caer el brazo sobre el bombo con decisión, el patio de butacas, un mar centelleante de prendas Gucci, Armani, Dolce&Gabbana y otras marcas para las que no me llega el vocabulario ni mucho menos el bolsillo, empezó a reírse, con esa clase de risas comedidas que se contienen más por condescendencia que por incomodidad. Porque sí: ese señor, vestido con el mono de trabajo, es decir, con la camiseta de Argentina, era en ese instante un perfecto exotismo. Incluso para los que viven de sus aplausos. Fue la metáfora definitiva. El fútbol lleva tanto tiempo pisando el acelerador que se ha salido de la carretera y ha seguido avanzando campo a través. De tal manera que, hoy, ver una camiseta de un equipo (¿qué hay más futbolero que una camiseta de un equipo?) en un acto donde se pretende honrar ese mismo deporte resulta extraño o, todavía peor, gracioso. La cámara buscó al presidente de la FIFA y lo encontró desternillándose y dando palmas en su asiento para acompañar la canción. Como si estuviera viendo la última de Ben Stiller. Me vino como una flecha a la memoria esa frase de Juan Tallón: “La ironía es, en el fondo, una pistola”. Porque el combate empezó a decantarse cuando esos tipos que hasta deben ir a la playa con la americana puesta nos cogieron amablemente del hombro a todos los ‘Tulas’ del mundo y nos bajaron del ring. Para aquellos que lo hayan querido alguna vez, el fútbol es ropa cómoda, unas medias deshilachadas y unas botas para el arrastre. El fútbol no lleva traje. Pero este lunes, en París, los raros éramos nosotros.

 


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Fotografía de Getty Images.