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Una montaña llamada Ronald Araujo

Hay futbolistas que se hacen pequeños. Otros que se crecen. Y luego están los que directamente se agigantan, hasta el punto de parecer criaturas sacadas de otros mundos

Ronald Araujo es una pared. Ronald Araujo es un tractocamión. Ronald Araujo es un mamut. Ronald Araujo es un dolmen. Ronald Araujo es un castillo. Ronald Araujo es una torre de telecomunicaciones. Ronald Araujo es una nave industrial. Ronald Araujo es un bloque de pisos soviético. Ronald Araujo mide 188 centímetros exactos, pero suele parecer más grande cuando corre detrás de un rival, y por eso admite toda clase de comparaciones con cosas enormes. Para los contrincantes, Ronald Araujo es un rascacielos a punto de venirse abajo y aplastarlos. Para los compañeros, un árbol con ramas como vigas a cuya sombra acuden cuando el sol aprieta. Hay futbolistas que se hacen pequeños en el césped. Otros que se crecen. Y luego están los que directamente se agigantan, hasta el punto de reventar el molde y parecer criaturas sacadas de otros mundos. En el Camp Nou no están acostumbrados a los centrales de esas dimensiones, sean reales o ilusorias. Para ser central del Barça, hasta ahora, era necesario sonreír en las fotos, llevar la camisa sin arrugas, lavarse las manos después de cada comida y cerrar el Sutton. Hasta que irrumpió el uruguayo, con su energía descomunal, y el bautizo se convirtió en un aquelarre. Araujo no es el más fino sacando el balón, pero engulle delanteros como yo patatas fritas un sábado al mediodía: con imperdonable ligereza. La intensidad con la que afronta cada acción tiene algo de contagioso. Es verle ganar una disputa aérea, o un balón dividido, o una carrera en la banda, y que te den ganas de escribir. Araujo deja marca. Celebra despejes como si fueran aumentos de sueldo. Algunas de sus virtudes seguro que se explican desde la evolución y el entrenamiento, pero la mayoría vienen de otra parte, probablemente de su sangre, de sus tripas, de su instinto, porque de la misma manera que un técnico te lo puede indicar todo menos cómo hacer gol, tampoco puede precisarte cuándo meter la pierna para tocar la pelota y no al tío, y Araujo casi nunca la mete tarde, como si su corazón diera la señal en el momento exacto con un respingo y él simplemente siguiera la orden. En sus genes está la respuesta.“Para un sudamericano es más fácil hacer una revolución que escribir una novela”, afirmó el autor peruano Julio Ramon Ribeyro. La sensación es parecida con muchos futbolistas del continente, capaces de santiguarse hasta en los saques de banda y de concebir cada encuentro como un Debate sobre el Estado de la Nación. Ronald Araujo es una forma de tomarse el mundo. Ronald Araujo es una emoción. Ronald Araujo es una montaña, porque dese ahí arriba, piensas, todo debe verse muy pequeñito, y así cualquiera va por la vida sabiendo que se va a pasar el juego.

 


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Fotografía de Getty Images.