Esta conversación tuvo lugar en 2013, cuando Salvatore Schillaci, a los 48 años, gestionaba una escuela de fútbol para niños en Palermo, trabajaba en la RAI y en Al Jazeera y daba la vuelta al mundo promocionando actos y diversos eventos. “Tengo una vida muy movida”, nos confesó. La entrevista se publicó en el #Panenka18.
Creció jugando al fútbol en el CEP, un barrio de Palermo, casi un gueto, rodeado de edificios y de cemento. ¿El fútbol aún se aprende en la calle?
No. Hoy ya no se juega en la calle. Se aprende en los centros deportivos y en las escuelas de fútbol. En mi época no había nada de eso. Bajábamos a la calle, éramos chicos normales que nos jugábamos dinero.
¿Cómo es eso?
Cada uno ponía 5.000 liras (2,50 euros). ¡Hace 35 años eso era mucho dinero! Jugabas porque te gustaba el fútbol pero también porque iba bien tener un dinero extra. El equipo que ganaba se repartía el dinero.
¿En qué se lo gastaba?
En una entrada para ir al cine o a los tiovivos.
¿Qué les enseña a los chavales de la escuela?
Les digo que interactúen, que vivan el fútbol como un deporte más para socializarse y divertirse. Que estudien y que sigan siempre los consejos de los entrenadores.
¿Le hacen caso?
Ni se acuerdan de mí… De vez en cuando, les pongo las imágenes del Mundial’90 y se quedan boquiabiertos y en estado de shock. Hay que enseñarles cosas, pero no enfadarse si lo olvidan rápido porque son niños, tampoco les puedes exigir mucho. Lo que sí he notado es que los chavales de hoy en día se toman el fútbol con mucha seriedad.
“No era consciente de lo que estaba haciendo durante el Mundial de Italia’90. Si me hubiese dado cuenta, aún estaría mareado”
¿Qué se compró con su primer sueldo?
Fueron 350.000 liras (170 euros) en la C2 (Tercera) con el Messina. Me compré un coche usado, un ‘dos caballos’, para ir y venir de Messina a Palermo. Cuando me subieron el sueldo, me compré un coche nuevo.
¿Su ídolo de pequeño?
Paolo Rossi, era tan flaco que me veía reflejado en él. Hemos jugado juntos varias veces durante estos últimos años por causas benéficas.
Uno de sus maestros en el Messina fue Zdenek Zeman. ¿Qué le enseñó?
Me entrenó en el curso 88-89, cuando fui el máximo goleador de la Serie C con 23 goles. Es uno de los mejores técnicos que hay porque tiene una forma de dirigir que le distingue de los demás. Es más un preparador atlético que un entrenador, pone a los futbolistas en sus mejores condiciones físicas. Yo nunca me sentí tan bien, tan en forma como la temporada que me entrenó él.
De Messina se fue a la Juventus… ¿Cómo fue el aterrizaje en un grande?
Estaba muy emocionado porque desde pequeño era hincha de la Juve. Me daba miedo vestir la zamarra ‘bianconera‘. Recuerdo que Dino Zoff, el entrenador, me dijo: ”Juega como si estuvieras todavía en el Messina, no pienses que estás en Turín”. Aparte de entrenador, era un amigo, te hacía sentir cómodo. No se cansaba nunca de explicarte las cosas.
¿De quién se hizo amigo en Turín?
De Stefano Tacconi, Pierluigi Casiraghi y Roberto Baggio.
¿Cómo sobrevivió sin el mar de Sicilia?
Yo empecé a trabajar con 12 años, nunca he tenido tiempo para la nostalgia. Trabajé de panadero, cambiando neumáticos, en una farmacia, vendiendo pescado, de camarero… Cuando llegué a la Juve sabía que era mi oportunidad, que tenía que aprovecharla para alcanzar al éxito porque todo lo que había hecho antes no contaba. No podía perder el tiempo teniendo morriña. Era un trabajo, mi trabajo, y punto.
“Trabajé de panadero, cambiando neumáticos, en una farmacia, vendiendo pescado, de camarero… Cuando llegué a la Juve sabía que era mi oportunidad, que todo lo que había hecho antes no contaba”
¿Quién le comunicó que le habían convocado para el Mundial del 90?
Alguien de la Juve. Llevaba meses leyendo en la prensa que tenían que convocarme… fue una cosa a ‘furor di popolo’ [en italiano, aclamación popular ]. Las cosas como son. La prensa ayudó mucho para que yo fuera al Mundial.
Antes del Mundial, sólo le habían convocado una vez con la ‘Azzurra‘. ¿Cómo vivió aquello a sus 25 años?
Sinceramente, creí que iba a pasarme el Mundial en la grada. No tenía experiencia para jugar con Italia. Yo era feliz simplemente por estar ahí.
¿En serio no se esperaba jugar?
En absoluto. Pero soy un cabezota y en los entrenamientos puse en apuros al míster Azeglio Vicini porque lo di todo. Vio que estaba muy bien físicamente y me dejó sentarme en el banquillo.
¿Qué tipo era Vicini?
Igual de tranquilo que Zoff. Era una persona cordial, buena, de la que te podías fiar. No le vi enfadarse nunca.
¿Con quién compartía habitación?
Con Roberto Baggio. Recuerdo que él siempre llevaba cascos para escuchar la tele y la música.
¿Cómo era jugar con él?
El diez hoy ya no existe. Y para mí, no ha habido mejor diez que Baggio. Era un gran profesional, serio, daba gusto verle entrenar. Es una persona especial. Me siento orgulloso de haber sido su pareja en el campo.
¿Se sintió inmortal durante ese Mundial?
¡Noooo! Yo no era consciente de nada. Me olvidaba al poco tiempo que había jugado o marcado. En mi cabeza era como si no hubiera hecho nada. Eso me dio fuerzas. Si en aquel momento me hubiese dado cuenta de lo que estaba haciendo, aún estaría mareado. No pensaba en nada. Veía que la atmósfera que me rodeaba era mágica, pero yo no paraba de repetirme: el domingo hay que volver a marcar.
¿Hay algún momento de aquel Mundial que nunca olvidará?
El partido por el tercer y cuarto puesto contra Inglaterra y el penalti que tiré.
¿Por qué?
Porque hubiese sido una pesadilla no ganar. Teníamos equipo para vencer aquel Mundial y queríamos llegar, al menos, al tercer puesto.
¿Por qué se negó a tirar en la tanda de penaltis de la semifinal contra Argentina?
Terminé el partido asfixiado. Me dolían tanto los abductores que no podía ni chutar. Preferí que tiraran otros.
Después del Mundial, ¿fue consciente de lo que había hecho?
Todo el mundo me estaba esperando porque había sido el protagonista. Intenté vivirlo con tranquilidad. Juro que yo no pensaba en lo que había hecho, era la gente la que me lo hacía ver en las calles. Está claro que fue un gran Mundial al que llegué como un desconocido y del que salí como ‘pichichi’, pero nunca me paré a pensar si era real lo que había hecho. Lo vivía con normalidad. Quería vivirlo con tranquilidad.
“El Calcio me dio mucho, pero yo también a él. Tuve una carrera brillante y la gente me reconoce, me ponen alfombras por donde piso”
¿Ha vuelto a ver las imágenes de los partidos de Italia’90?
Claro, a menudo. Gracias a aquel Mundial me han ido llamando de todas las partes del mundo para participar o presidir actos, para promocionar eventos. De todas formas, cuando veo las imágenes lo que pienso es: qué pena que no hubiéramos podido ganar con el equipazo que teníamos.
¿Empezó a notar la presión después de aquel verano?
Sí, y a sufrirla.
Tras aquella cita mundialista, jamás volvió a marcar más de seis goles por temporada…
Me costó, sí. Tuve problemas físicos, pagué también el mal momento de la Juve… Tenía mucha presión. Desapareció el entusiasmo del Mundial y empecé a sufrir.
¿El defensa que le volvió más loco?
Pietro Vierchowod. Hoy no existe el marcaje al hombre y los delanteros tienen muchos más espacios y libertad para moverse y marcar. Antes, tenías al defensa pegado al culo.
Su aventura con la ‘Azzurra‘ duró 16 partidos. ¿Por qué tan poco?
Me dolió no vestir más esa camiseta ni escuchar el himno. Son los técnicos los que mandan… Puede ser que gustara a uno y a otro no.
¿Se refiere a Arrigo Sacchi, el que dejó de convocarle?
Cuando llegó Sacchi, hizo una revolución. Lo cambió todo. Yo fui uno de los que dejó a un lado.
“Juro que yo no pensaba en lo que había hecho, era la gente la que me lo hacía ver en las calles. Pero nunca me paré a pensar si era real”
A los 29 años, se fue a jugar a Japón. ¿Por qué abandonó tan pronto el fútbol de elite?
Después de la Juve me fui al Inter, donde marqué 11 goles en dos años, y me llegó una oferta de Japón. Me fascinaba Oriente y acepté, sabiendo que con esa decisión saldría del mundo del fútbol.
¿Se sentía ya acabado?
No. No es eso, quería ir al extranjero. Me gustaba Japón y hoy puedo decir que he vivido durante un tiempo en ese país.
También participó en el programa de televisión La Isla de los Famosos…
Me dijeron que podía ser un buen escaparate. Como siempre he sido un tipo asilvestrado, acepté. Lo vi como un trabajo más.
También hizo de jefe mafioso en una serie italiana.
Sí. He participado en dos series y en una película. De vez en cuando, me llaman de la televisión para hacer algunas grabaciones. Me gusta ver la cantidad de gente que está detrás de todo ese mundo.
Si mira atrás, ¿qué ve?
Serenidad. Siempre me he comportado como un gran profesional. Creo que el Calcio me dio mucho, pero yo también a él. Tuve una carrera brillante y la gente me reconoce allá donde voy, me ponen alfombras por donde piso. Caigo bien a los demás. El Mundial de Italia me permitió eso y dar la vuelta al mundo. Me siento feliz por lo que hice.
¿Le divierte todavía el fútbol?
No. He dejado de seguirlo. Sólo veo los partidos importantes y el Palermo por mi trabajo en la tele. No me divierte, ni me gusta el exceso de táctica que hay.
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Fotografía de Getty Images.