Hace unos días, Dietmar Hamann, exfutbolista alemán del Liverpool, aportaba una reflexión interesante, más allá de ser compartida o no, que recogió el periodista Álvaro de Grado. El germano aludía al encaje del español Thiago Alcántara en la maquinaria ‘red’ tras el encuentro entre su antiguo club y el Manchester United. “Las dinámicas del equipo cambian cuando Thiago está en el campo, y no creo que sea a mejor. Él es mejor cuando el equipo tiene mucha posesión, todo lo que el Liverpool no ha sido estos años. Ralentiza al equipo y no juega como el Liverpool. Klopp ha tenido centrocampistas muy trabajadores que no son tan habilidosos como Thiago, pero le dan el balón a Mané y Salah antes. Si el balón les llega pronto en la banda, ellos son muy difíciles de parar. Juega un estilo muy diferente de fútbol, le gusta la posesión. El Liverpool siempre ha sido muy bueno cuando no tiene la posesión, la recupera y ataca rápido”.
Independientemente de que conecten el mundo de Klopp y el de Thiago, con el tiempo necesario que se les debe conceder, sabiendo que viene de ganar la Champions con el vertiginoso Bayern de Flick y que el Liverpool mantiene un tira y afloja ante los repliegues más intensos, resulta interesante y positivo convivir con la diferente percepción que tenemos de un jugador, un equipo y sus realidades. La palabra reflexión es un tesoro para el análisis y la contextualización de los porqués, ya que lleva implícitamente una invitación a hacer lo mismo. Reflexionar, si se comparte, invita a reflexionar; invita, etimológicamente, a volver a doblar tus pensamientos o tus convicciones. Así, la declaración de Hamann es un fantástico punto de partida para hablar de Thiago, mientras Alcántara nos ha ido hablando a nosotros todo este tiempo.
El hoy mediocentro del Liverpool de Klopp tiene una historia de vida futbolística muy conocida, la cual tiene que ver con una relación con el juego y el espectador basada en el adjetivo. Thiago, futbolista esencialmente de balón, de conexión íntima y condición creativa con la pelota, transmitía su fútbol a través de su inagotable técnica individual, que además estaba envuelta de virtuosismo. En la cima, donde se coloca la guinda en el pastel o la estrella en el árbol, seguramente por gusto propio, raíces brasileñas y contexto cercano -Xavi, Iniesta, Busquets-, Alcántara se expresaba con el manierismo de los más subjetivos, casi abstractos, en contraposición de los verosímiles y sobrios compañeros ya nombrados. Esa pletórica y enérgica juventud le llevó a zonas más adelantadas, como el extremo izquierdo, o a funciones más desequilibrantes que las de un verdadero centrocampista organizador o director de escena, que es a donde se ha ido dirigiendo.
Sea el último pase que rompe una línea o el factor creativo ante repliegues que abra al rival, Thiago ahora valora y calcula mucho más cuándo hacerlo, matiz más importante incluso que llevarlo a cabo
Cuando Pep Lijnders, segundo entrenador del Liverpool, fue preguntado por el fichaje de Thiago, el holandés no dudó en señalar el motivo del mismo, la necesidad colectiva que venía a intentar solucionar el español. “Estamos muy contentos de que Thiago esté con nosotros, este equipo se merece un jugador como él, porque evolucionaremos. Los rivales se adaptan, intentan destruir nuestros planes y tenemos que ser impredecibles. La imprevisibilidad significa que desde cada posición podemos jugar un último pase y podemos acelerar el juego tanto como podamos. Thiago lo hace, es un gran fichaje para nosotros. No hemos comprado un problema -cómo encajarlo-, hemos comprado una solución”. Lijnders pensaba en Thiago como un continuador de la esencia del equipo pero aplicado a contextos más cerrados, donde el oponente dejaba sin metros de campo a los extremos y laterales para poder llegar al espacio, lo que obligaba a sus centrocampistas a crear acciones diferentes, algo que los que estaban no podían hacer con frecuencia o ante un repliegue bien construido.
El tiempo y la experiencia son conceptos, convertidos en cualidades, absolutamente trascendentales en la vida de un futbolista. Tiene el mismo o similar valor que la personalidad, el talento innato o la capacidad de trabajo. Pensemos en cualquier disciplina en la que el talento tiene un protagonismo importante: un escritor, un futbolista, un pintor. Pensemos en una persona concreta que haya desarrollado profesionalmente una de esas disciplinas y haya acumulado muchos años practicándola. Cómo era esa persona en los inicios, cómo es esa persona en su madurez; cómo es su juego, su pintura, su escritura. Cómo se ha depurado. Thiago Alcántara mantiene su esencia y la sigue desarrollando en favor de crear algo nuevo, de romper lo que el rival está consiguiendo impedir, pero el tiempo es el que convierte a un jugador de adjetivos, de posibilidades, en uno de adverbios, en un súbdito del momento elegido y la decisión correcta.
“Desde pequeño nunca viví el fútbol como un fan sino desde un punto de vista técnico”, afirmó Thiago en mayo de 2020, en La Vanguardia. “Veía a mi padre (Mazinho) y me gustaba dónde se posicionaba, los pases que daba. Y yo, con ocho años, decía ‘esto lo hago mejor que ellos’ ¡Y me lo creía! Siempre he querido ser mejor, he crecido con esa competitividad, y al mismo tiempo con esa soltura y alegría que me gustan ver en el fútbol y en la vida. Mi padre siempre me lo dice: ‘Thiago, diviértete con responsabilidad’. Es eso. Eso resume mi actitud ante el fútbol”.
A sus 30 años, Thiago transmite a través de sus gestos, su juego y su actitud haber tenido éxito ante un gran desafío: que el tiempo no sea un enemigo para la vejez del cuerpo y el cansancio de la mente, y que para ello, hay que darle la mano dentro del campo y jugar en su favor. Sea el último pase que rompe una línea o el factor creativo ante repliegues que abra al rival, Thiago valora y calcula mucho más cuándo hacerlo, matiz más importante incluso que llevarlo a cabo. “Yo me encuentro mejor con 29 años que con 24, y espero estar mejor con 34 que con 29”. La madurez no es más que interpretar el tiempo, jugar con el ‘menos es más’, reconocer lo que implica tomar la decisión antes o después. Thiago ya es más un cuando que un espectacular.
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Fotografía de Getty Images.