Mohammad Khalifa Al Kindi no se distinguía mucho de la figura del ‘jeque todopoderoso’ que afloraba con relativa facilidad a orillas del Golfo Pérsico. Empresarios bien colocados que sólo hacían que coleccionar mansas fortunas extraídas a partir de la producción de petróleo. Presidente de la colosal corporación Abu Dhabi Invest y general del consejo de inversores del mismo emirato, el más grande de los Emirates Árabes Unidos, le sobraban tiempo y opciones para decidir qué hacer con tantos petrodólares. Pero de golpe un acontecimiento le disparó una idea con la que empezar a desempolvar su exorbitante caja monetaria. En diciembre de 1971, se ponía fin al Protectorado Británico establecido hasta entonces en el país, y sólo dos años más tarde se fundaba la liga emiratí de fútbol profesional. Un año para la maduración del concepto, y en 1974 ya pudo saciar su antojo con la creación del Al Jazira Sporting club, surgido de la unión de dos equipos ya existentes (el Al Khalidiyah Club y el Al Bateen Club), una institución de aspiración polideportiva (consta de secciones profesionales en balonmano, voleibol, natación, pin pong y bolos) pero que tenía en el fútbol a su disciplina fundamental.
El Al Jazira ha encomendado a un cuerpo técnico íntegramente español dirigido por Luis Milla todos sus planes de renovación deportiva
Los inicios de la institución parecían bailar al compás de un ‘gran golpe’. Su propietario no se guardó nada en la chistera. Para empezar, levantó un estadio con capacidad para 42.000 espectadores, a los que todavía había que buscar. Y qué decir de la formación del boletín de infraestructuras de las que todavía presume el club. Piscinas de corte olímpico, hogares para la prensa, salas VIP para la corte de invitados, más vestuarios que equipos en activo y un gimnasio suficientemente espacioso para albergar a dos millares de atletas juntos. En definitiva, un refinado complejo deportivo con el que no se atreverían ni a soñar algunos clubes con el doble de tiempo de existencia.
Pero la ciencia inexacta del fútbol acostumbra a premiar con mayor facilidad aquellas historias cocidas a fuego lento. Por ende, el Al Jazira lo tenía crudo. Así lo acabaría ratificando su palmarés. Miembro de la hoy considerada como la séptima mejor competición asiática, según la IFFHS, el equipo tan sólo ha podido alzarse una sola vez con el cetro doméstico (en 2010), presentando hasta el momento insuficiente oposición al Al Ain, club que acaba de contratar a Quique Sánchez Flores y gran dominador histórico del país con siete entorchados. El Al Jazira completa su currículum con tres triunfos en otras copas nacionales, y un solo éxito internacional, la Copa de Campeones del Golfo que se adjudicó en el 2007. Pese haber reclutado en las últimas décadas a ilustres como George Weah, Philippe Cocu o Mohammed Kader con el ofrecimiento de últimos contratos de lujo, los años han ido pasando y desde el seno del club se sigue buscando la tecla para convertirse, de una vez por todas, en una potencia real de Oriente Próximo, tal y como pretendía su fundador.
STAFF ‘MADE IN SPAIN’
Pero durante el mes de febrero del pasado año algo cambió en el club que marcaría su devenir más próximo. Pese a los rumores que le apuntaban dirección a la capital del Turia como relevo de Unai Emery, Luis Milla decidió aceptar contra todo pronóstico la propuesta del Al Jazira con la intención de borrar el mal sabor de boca que le dejó el fiasco como seleccionador olímpico español en Londres 2012. Pero para emprender una aventura de tales dimensiones, el turolense renunció a probar suerte solo. También embarcaron hacia Oriente dos hombres de su entera confianza; Thomas Christiansen y Julián Calero, ambos ya con experiencia en banquillos del extranjero (en el caso del primero, llegó a sonar para acompañar a Guardiola como segundo en su nuevo reto en Múnich).
En Abu Dhabi ya les esperaba el preparador físico Alberto González Beto, que había llegado al club en una época donde ser español en el Al Jazira todavía era anecdótico. Algo que cambiaría bruscamente en cuestión de meses.
“El objetivo es renovar la plantilla mediante la estructuración del fútbol base del club, contando con sólo tres extranjeros de peso”. Así sonaba la tesis de Milla el día de su llegada; el primer paso del proyecto era convencer a los jeques inversores que no se habían equivocado al recorrer a la ‘fórmula España’ para dar un nuevo vuelco a la joven historia de su club. La prueba piloto fue superada tras escasos meses: una tercera plaza en liga a final de curso que valía un billete para la disputa de la Champions asiática.
Suficiente para que de cara el nuevo curso se traspasara al equipo técnico toda la responsabilidad de la renovación deportiva. Y Milla, ante los retos venideros, volvió a tirar de compatriotas. Miguel Peiró, Eduardo Pérez y David Iglesias aterrizaron este verano para establecerse al cuadro técnico y sumarse a la causa nacional.
A muchos descolocó el anuncio de la marcha del prometedor Abdel Barrada del Coliseum Alfonso Pérez rumbo al Al Jazira. Tras irrumpir en el mapa con éxito de la mano de Luis García, el marroquí se hizo el sueco ante el interés de equipos de mayor peso y se unió en Abu Dhabi a otros conocidos de la liga española como Nelson Valdez o Ricardo Oliveira. Ante la sorpresa del movimiento, una realidad conmovedora: ahora ya no sólo ponen rumbo a esos condados pesos pesados con ganas de vivir una jubilación plácida; las jóvenes revelaciones también apuestan por seguir creciendo allí. Sinónimo de que la todavía corta aventura de Milla y compañía podría estar marcando un antes y un después.