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Si ese arco hablara

El 74 no es un número cualquiera para la hinchada de Newell's, significa un antes y un después en su historia. Y el viejo arco de Arroyito es el símbolo de aquella hazaña

Pocas hinchadas en el mundo se identifican tanto con una cifra. Y ninguna se identifica más que la de Newell’s Old Boys con un triunfo que marcó toda su historia. La de un triunfo que hereda cada leproso y lo interioriza hasta convertirlo en un símbolo litúrgico. Igual da que tu viejo te lo cuente como que lo aprendas por las incontables pintadas que hay en Rosario refiriéndose al 7 y al 4 bañados por los colores rojinegros. Así son los colores, el rojo y el negro de esa locura que un día la catalogaron como a una enfermedad: la Lepra. El apelativo de ‘leproso’ es algo tan loco como genial a la vez. No nos debería extrañar que Marcelo Bielsa esté enfermo de lepra, ni Messi, ni el Diego, ni el ‘Tata’. Es un número que resume la idiosincrasia de toda una hinchada.

Es muy difícil encontrar una ciudad tan dividida futbolísticamente como Rosario, ni tampoco tan apasionada. Literalmente. Rosario es una capital del fútbol. Nadie queda ajeno al clásico rosarino y el que es hincha de otro cuadro que no sea de Rosario “está rompiendo las pelotas, loco”. 

Uno puede llegar a aprender la historia y los triunfos de cada equipo con únicamente dar un paseo por la ciudad. Los muros, las paredes y las vallas hablan de triunfos pasados, grandes victorias y terribles humillaciones. Y también de política y de sociedad, pero sobretodo de fútbol. Y bajo ese contexto de guerra psicológica, uno recibe más de 100 impactos diarios en forma de postes de luz pintados con los colores rojinegros, las siglas NOB y el número 74 pintados por todas partes, entre otros símbolos característicos de la Lepra.

Si el número 74 se puede personificar en alguien ese es Mario Zanabria. La zurda de este jugador exquisito que un día dio a Newell’s la mayor de sus hazañas. Un zurdazo certero que se coló de manera fulminante en uno de los arcos de la otra cancha de la ciudad. La que está en Arroyito, la cancha del eterno rival. Y metió un gol para la historia, un tanto que igualó un marcador que iba a favor del equipo local. Un empate que valió para que Newell’s se proclamara campeón por primera vez en su historia. Contra el eterno rival y en su cancha. Los leprosos más viejos transmiten la hazaña a los más jóvenes, que heredan el orgullo de sus padres y abuelos que estuvieron presentes en esa tarde del 2 de Junio de 1974. Una tarde en la cual Newell’s Old Boys se proclamó campeón del torneo Metropolitano y la zurda de ‘Marito’ fue eterna.

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El Gobierno de la Dictadura Militar estuvo a cargo de la reforma del Gigante de Arroyito, la cancha del clásico rival, el cual querían adaptar para las exigencias del Mundial de 1978 y convertirlo en una sede de la Copa Mundial. Según cuenta la historia, un hincha leproso recibió una información de gran valor: en el depósito del Regimiento 121 había tirada una singular portería entre las runas y otros desperdicios. Era un arco con los colores ‘auriazules’ en lo bajo de los postes. Y en la estructura de uno de los palos había escrito la leyenda: ‘Viva Ñuls’. Bajo la sospecha de estar frente a un tesoro, el héroe leproso en cuestión se las ingenió para sacar del depósito el mayor trofeo habido y por haber para cualquier afición, devolviéndolo al lugar en el mundo para cualquier leproso: El Coloso del Parque. Seguramente se trate de uno de los mayores trofeos de una hinchada en todo el panorama futbolístico mundial.

Durante muchos años, ese arco donde se coló el balón del mítico zurdazo daba la bienvenida a todos los leprosos que acudían a las instalaciones de Newell’s en el Parque de la Independencia, rememorando la leyenda del ‘Zurdazo de Zanabria en el 74’. Hoy en día, se recolocó en una pequeña plazita frente a ‘La Casa del hincha’ del estadio y los pibes que van al club juegan bajo el preciado trofeo para toda la hinchada leprosa. El autor de este artículo puede afirmar que pateó un balón que se coló en ese mismo arco del ’74, la portería que escenifica la gloria de la institución que trajo el primer reglamento futbolístico de Inglaterra a la Argentina, creando escuela desde aquel entonces y para siempre. Un arco que es perenne en cada periodo estacional y en cada generación leprosa. Un símbolo que resume el carácter de toda una hinchada que, años después, realizó la mayor movilización del fútbol nacional llevando 40.000 hinchas a la cancha de Independiente de Avellaneda para proclamarse otra vez campeón en el 2004.

Porque en una ciudad tan dividida por los cuadros de fútbol, no existe mayor gloria que una victoria eterna y anónima como la del arco del ’74. Una hazaña que tiene a Zanabria como protagonista y que el pueblo leproso agradezca cada tarde en ‘El Coloso del Parque’ al hincha de Newell’s que llevó al club tal trofeo. Porque lo bonito de la historia no es el protagonismo de ese jugador que escribió la página más gloriosa de un club. Es la historia de cómo una hinchada recuperó su mayor trofeo, un arco que le pertenecía por derecho propio. Ya pueden existir relatos de otras hazañas, que la del arco que se vio perforado por todos los leprosos esa tarde de Junio de 1974, perdurará por siempre en la historia de Rosario.

Porque a pesar de las seis estrellas restantes, la del 74 es la estrella que brilla con luz propia en el Estadio Marcelo Bielsa, la que brilla con más fuerza y honor. Porque para los Viejos Muchachos de Newell no hay nada mejor que morir de lepra.

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