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Ronald Araújo en la identidad ‘culé’

¿Puede permitirse un club tan exigido como el Barça ponerle peros a un competidor tan voraz, tan imponente y con una determinación tan rompedora?

Sólo los clubes verdaderamente grandes se generan dilemas del mismo tamaño o tienen la capacidad de convertirlos en más grandes de lo que son. Mantienen una relación mucho más nítida e intensa con la urgencia y el drama, siendo para ellos el tiempo una vorágine donde todo parece excesivo. Puede ser cierto que sea así por boca de quien lo interpreta y lo narra, más sensible que el resto por vínculo (afición) o interés (entorno mediático), pero la realidad muchas veces es lo que se proyecta, quedando para los profesionales un papel más relacionado en enfocar correctamente y tomarse un poco más de tiempo en colocar bien la cámara y dar la importancia justa a las cosas que verdaderamente importan.

En el caso del Barcelona hay que añadirle un componente formal más importante aún que su trasfondo. Como ocurre con determinadas teorías sobre el cine, la forma también es fondo en el proceso de crear imágenes y narrar una historia, y así sucede en aquellos clubes que se formulan preguntas que ninguno más se hace. Porque no es preguntarse si además del qué –ganar– importa tanto el cómo –jugar bien-, sino que jugar bien, en el Camp Nou, es singular, porque el cómo tiene su anexo en forma de discurso, contado al calor de una hoguera y dando lugar a una herencia moral completamente asumida que desemboca muchas veces, entre multitud de títulos y un lugar en el mundo como refugio, en “Mengano no es jugador para el Barça”. Todo esto es condición inequívoca de su grandeza.

Entre todos los buenos proyectos y talentos que maneja el Barcelona en estos momentos, es interesante reflexionar sobre si el discurso autoafirmativo que separa a los preparados de los que no lo están tiene margen para quedar supeditado  a algo más grande que su identidad en algún momento del proceso de reflexión, como ocurrió con Rivaldo y Van Gaal. El caso de Ronald Araujo es quizás uno de los más elocuentes y transparentes en este sentido. Mientras el barcelonista convencido detecta rápidamente por memoria y orgullo un control de balón, un pase o una organización en torno a la pelota, mientras reconoce en Eric García la distinción del central con salida, con Araújo encuentra alguna reticencia para ubicarlo como titular sin discusión, sobre todo porque la realidad ideal del Barça como el club que anhela recuperar sus fortalezas identitarias es, ahora mismo, un supuesto algo lejano al que intentará acercarse más pronto que tarde.

 

En sus más de 2.000 minutos como central del Barça en Liga, el central uruguayo sólo ha sido regateado una sola vez

 

Así, el análisis con Araújo, partiendo de la visión más personal de cada uno, debe encaminarse en comprender y separar lo real y actual de lo ideal, entendiendo que lo que más pesa en estos momentos es la tonelada de personalidad de un jugador que lo convierte en idílico hoy y puede que incompleto cuando todo lo que le rodee sea superior, pero no por ello inválido en un juego en el que la autoconfianza es tan determinante. Devolviendo una de esas preguntas, ¿qué pasaría si Araújo no evolucionara más o sólo lo hiciera en la dirección en la que ya es muy bueno? ¿Debe supeditarse una identidad colectiva, abriendo el portón, cuando la materia prima individual sea primorosa por más que no lo sea en los preceptos más canónicos?

Ronald Araujo es un jugador desbordante, por momentos incontenible, y seguramente condicionante para propios y extraños, y en cierto modo único. Hablamos de un defensor que en una de las situaciones en las que más convive y busca convivir cualquier Barça, candidato a Liga y Champions o no siéndolo, se mide en el uno contra uno con los mejores delanteros del mundo con mayor probabilidad de ganar la acción que de no ganarla o como mínimo impedir que lo que intenta el rival se reduzca lo máximo posible mediante la fricción, la corrección o directamente la recuperación del balón: en sus más de 2.000 minutos como central del Barça en Liga, Ronald sólo ha sido regateado una sola vez.

Por tanto, si no evolucionara más, ¿puede permitirse un club tan exigido ponerle peros a un competidor tan voraz, tan imponente a campo abierto y con una determinación tan original y rompedora como la que ha demostrado desde su debut? Jugadores así, tan auténticos, dan pie a pensar que están por encima de cualquier idea. De igual modo, que una idea colectiva tenga tanta fuerza y sentido para cuestionarse que no sea así, y a los hechos debemos remitirnos, explican por qué el fútbol no para de empeñarse en reproducir e importar todos los dilemas de la vida como pocas cosas más. Araújo y Barça, sigan abriendo debate. Si es que hay.

 


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Fotografía de Imago.