Lo que sigue a continuación son las reflexiones sinceras del guardameta de la Real Sociedad sobre su carrera y su profesión.
Si alguien me preguntara, del 0 al 100, qué importancia tiene el fútbol en mi vida, creo que respondería “100”. No me gusta que me definan solo como un jugador de fútbol, porque tengo otros intereses y otras inquietudes, pero admito que la profesión está metida en mi cabeza las 24 horas del día. Siempre soy consciente de dónde estoy y de quién soy, de que tengo que cuidarme, analizo los partidos y los entrenos… Es un no parar. Obviamente, también dispongo de herramientas para buscar la desconexión y disfrutar de ella. Y las uso. Pero me gusta implicarme al máximo con mi trabajo, porque no conozco otra manera de prepararme y de mejorar. Al final, es lo que nos enseñan desde pequeños, a estar siempre enchufados, y esa mentalidad ya va contigo siempre. Cuando eres más joven quizá tienes que hacer algo más de esfuerzo, pero una vez llegas al fútbol profesional, ya casi te sale solo pensar de esa forma.
Cuando más piensas en el fútbol, lógicamente, es cuando las cosas no salen bien. Yo, por mi personalidad, aunque no lo exteriorice demasiado, lo vivo de una manera muy intensa. Siempre trato de darle la vuelta a todo lo malo para convertirlo en motivación. Realmente, ahora que lo pienso, tengo que deciros que estoy casi más motivado cuando hemos perdido o cuando no he estado a la altura que cuando todo sale rodado. Es muy raro. Cuando vengo de fallar, tengo incluso más energía para entrenar. En esas situaciones, me cuesta muy poco estar a tope, la verdad. Supongo que eso forma parte del carácter de cada uno. Y esa fuerza no viene de pensar que tengo que demostrarle nada a nadie, ¿eh? Quiero demostrármelo a mí. Son todo batallas personales. Al final, los porteros solo luchamos contra nosotros mismos.
Si alguien me preguntara, del 0 al 100, qué importancia tiene el fútbol en mi vida, creo que respondería “100”. No me gusta que me definan solo como un jugador de fútbol, pero admito que la profesión está metida en mi cabeza las 24 horas
El fútbol, además, también me acompaña cuando no estoy con el equipo. Siempre se ha dicho que hay jugadores a los que no les gusta ver partidos cuando no están entrenando o compitiendo, pero yo soy más bien de los otros. A ver, tampoco es que me ponga todos los choques del fin de semana, pero me gusta estar al día, seguir la actualidad, y si hacen un partido y puedo mirarlo, me lo pongo en el móvil o en la tele. Sobre todo, cuando son de rivales directos, o de conjuntos con los que nos tenemos que enfrentar al cabo de poco tiempo. La única pega es que, cuando te dedicas a esto, ya no puedes mirar ningún encuentro como un aficionado más, simplemente por el placer de pasar un buen rato. Juegue quien juegue, siempre te estás fijando en cómo lo hacen los porteros, en qué detalles te gustan de ellos, para intentarlos copiar y que eso mejore tu rendimiento. Además, después de tantos años jugando, entiendes por qué pasan las cosas en el campo, y tiendes a anticiparte a las acciones. Cuando ves a un jugador mal posicionado, por ejemplo, sabes que cuando se acerque el balón es probable que acabe pagando el error.
Ya lo veis. Es difícil no estar pendiente. Imagino que son gajes del oficio. ¡Y eso que a mí el fútbol no me viene de familia! Mis padres simplemente querían que hiciera deporte. Empecé con el judo. Pero luego ya me apunté al equipo del pueblo con mis amigos, y así hasta hoy. Lo que sí que mantuve durante muchos años fueron las clases de música. De hecho, sigo tocando. Tengo un piano y una batería en casa. Domino más la segunda, os lo tengo que reconocer. Incluso estuve en algunas bandas cuando era más joven. Con mis amigos teníamos una de percusión brasileña. ¡De percusión brasileña! Éramos unos chavalillos, y los ayuntamientos de los pueblos de la zona nos llamaban para que amenizáramos las fiestas y moviéramos a la juventud. Qué tiempos.
Sí, puede que la música sea una de las pocas cosas con las que de verdad consigo abstraerme. Bueno, eso, y viajar. Cuando estoy de vacaciones, intento relajarme y tener la cabeza en otra parte. El verano pasado, por ejemplo, me fui a conocer la Toscana, y estuve dos semanas casi sin mirar el móvil. Viajé solo: hacía tiempo que lo quería probar, porque siempre había leído a mucha gente que lo recomendaba. Me lancé, y estuve espectacular. Ni siquiera tenía un plan. Solo había reservado los hoteles y había sacado la entrada anticipada para algunos sitios que quería ver y que la pedían. El resto fue improvisación. Conocí a mucha gente y acabé súper contento con la experiencia. Esos parones vienen bien para todo. No solo para el fútbol, sino también para tus proyectos personales o sentimentales.
Cuando estoy de vacaciones, intento tener la cabeza en otra parte. El verano pasado me fui a conocer la Toscana, y estuve dos semanas casi sin mirar el móvil. Viajé solo: hacía tiempo que lo quería probar, porque siempre había leído a mucha gente que lo recomendaba
Y, claro, de esto tampoco me puedo olvidar: otro tema que me ayuda a despejar la cabeza son mis dos perros. Para mí, son importantísimos, vitales. Tenéis que pensar que llevo viviendo solo desde los 18 años, y que ya entonces adopté al mayor. Es decir, me han acompañado durante prácticamente toda mi carrera. Están conmigo, los saco a pasear, a veces los bajo a la playa de la Concha y en agosto me los llevo al pueblo para que estén con mi hermana o mis padres. Son de la familia. Además, tener mascotas no es un capricho, es una responsabilidad. Y eso siempre ayuda a que madures más rápido.
Si tengo que pensar en un momento de máxima felicidad fuera del fútbol, me veo un domingo precisamente con mis perros, la familia y los amigos en mi pueblo, haciendo la mítica barbacoa de verano. Sí, creo que me quedo con ese plan.
Puedes leer aquí la anterior columna que publicó en Panenka el guardameta de la Real Sociedad
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Fotografía de Velezito.