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Pogba y la crisis de los 30

Paul Pogba encara la tercera década de su vida tras una trayectoria de altibajos. Tocó el cielo por momentos, pero sus polémicas le impidieron alcanzar el universo

En el mundo existen dos tipos de personas: las que aman su cumpleaños y las que lo odian. Hoy Paul Pogba cumple 30 años, y aunque yo no lo conozco personalmente para valorar en qué hemisferio se encuentra, diviso sínt​​omas inequívocos de que podemos estar ante un caso de la famosa ‘crisis de los 30′. Nada que ver con la caída de la bolsa de valores de Nueva York del siglo pasado y la posterior Gran Depresión. Bueno, esto último, en el sentido onomástico, quizás sí. Llegados a la tercera década de la vida, muchas personas se sienten estancadas y su cabeza barrunta que ya no vivirán nuevas grandes experiencias. Algunos son incapaces de lidiar con los cambios que esto supone y otros reflexionan profundamente sobre los fallos del pasado. ¿He desaprovechado mi tiempo y mi talento? ¿He hecho todo lo posible para llegar donde quería? ¿Qué sería de mí si me hubiese esforzado más? Realmente, no sé si Pogba tendrá esos momentos de introspección profunda o si lamentará sus errores pretéritos (los futbolistas, por lo general, viven en una burbuja). Lo que sí sé es que un chico, carismático -en todos los sentidos-, flamante histrión del ya desfasado viral ‘dab’ y provocador del fichaje más caro de la historia del fútbol por aquel entonces, alcanza  la treintena con la oportunidad desperdiciada de entrar en el Olimpo del fútbol como uno de los mejores centrocampistas del siglo. Winston Churchill, artista polifacético y antiguo primer ministro del Reino Unido, dijo aquello de que “somos dueños de nuestro destino y capitanes de nuestra alma”. Al fin y al cabo, el francés es víctima de su propio hado.

La carrera de Paul se representa como un electrocardiograma de pulsaciones aceleradas. Picos altos, picos bajos, picos altos, picos bajos. Comenzó jugando en el Le Havre, donde sus cualidades cautivaron a los avispados ojeadores ingleses, que se lo llevaron a las inferiores del Manchester United. Con 18 debutó en el primer equipo, pero, al año, decidió emigrar a Turín para brillar en la Juventus. Este sería un proceso convencional, salvo por las turbulentas maneras en las que salió de los clubes. Le Havre no quedó contento con cómo se gestó su salida, y Ferguson -heteróclito en su condición de sir– tildó su marcha a Italia de decepcionante e irrespetuosa. 

 

La carrera de Paul se representa como un electrocardiograma de pulsaciones aceleradas. Picos altos, picos bajos, picos altos, picos bajos

 

En la Vecchia Signora saltó de gran promesa a acaramelada realidad. Se convirtió en un Rolls-Royce a todas luces. Esa malla de colores carcelarios estilizaba un tronco esbelto, propio de un velocista, elegante en el poderío de sus movimientos, de buen primer toque y mejor disparo. Un mediocentro que se nutría de lo mejor de sus compañeros en la medular: la refinada técnica de Pirlo como ente rector del juego y el despliegue físico-táctico de Arturo Vidal. Pogba tocaba la sirena, encendía sus gafas de titanio y manejaba el chicle con la desenvoltura de un rumiante. La Juve siempre ganó el Scudetto con el galo en sus filas, y la MSN azulgrana le arrebató en la final una ansiada Champions League. Pogba estaba en la cresta de la ola, siempre coqueto con los rumores de un posible traspaso, su nombre copaba las acaloradas tertulias de los late nights deportivos que lo situaban en los mejores clubes de Europa. 120 ‘kilos’ desembolsó un United en 2016 del que se había marchado gratis cuatro años atrás. 

Un gran ejemplo de que las segundas partes nunca fueron buenas. Llegó con la condición de rey, de hecho, sus actos lo hacían sentir como tal, pero su rendimiento nunca fue merecedor de la alta nobleza. Seis años de estadía en Inglaterra fueron únicamente valedores de una Europa League y una Carabao Cup, ambas en su primera temporada y con Mourinho al mando, un técnico empedernido por las polémicas, quien le retiró la capitanía en 2018 y cuya relación se rompió in aeternum. “Dos capitanes en un mismo barco varias veces traen problemas”, alabado sea Cruyff. 

La victoria de Francia en el Mundial de Rusia le devolvió una esporádica sonrisa. Exhibió un gran nivel, quizás su prime, pero tan solo fue un espejismo que contradice la reflexión de Lawrence de Arabia y el gran poder de las ilusiones. Desde entonces, su vuelta al United estuvo cerca de convertirse en un calvario. El club en general lo era. Trató de huir de Manchester silenciosamente, pero, como si de un secuestro se tratara, nadie quiso pagar el precio del rescate. Solo parecía ser feliz cuando la prisión de Old Trafford le concedía el permiso provisional de salida para ir a la selección francesa. Pero una de las premisas de estos permisos es la buena conducta. Ni en Francia se zafó de jaleos. A pocos meses del pasado Mundial, Mathias Pogba -más conocido como tertuliano que como futbolista-, el hermano de Paul, lo acusó de contratar a un brujo para provocarle un mal de ojo a su compatriota Mbappé. Quería predecir desgracias como su tocayo cefalópodo, el pulpo Paul. Además, Mathias pasó por prisión por participar en la extorsión e intento de secuestro de su hermano pequeño. “Un brindis por la familia, refugio en la tormenta. Y a veces, la propia tormenta”, escenificó Tommy Shelby en Peaky Blinders.

 

Un aluvión de lesiones, malos comportamientos y críticas han provocado que, desde que volvió a la Juve, en ocho meses, solo se haya vestido dos veces de corto

 

En un intento de ahuyentar fantasmas, Pogba decidió regresar donde fue feliz. Decidió volver a la Juventus y desafiar -de nuevo- el proverbio del éxito en las segundas etapas. De momento, está fracasando en el intento, en otro entorno nada favorecedor. Un aluvión de lesiones, malos comportamientos y críticas han provocado que, en ocho meses, solo se haya vestido dos veces de corto. Menisco, rodilla y muslo han sido sus obstáculos. Como si fuera una canción para niños. Salvados estos -en honor a su coterráneo Dembélé-, llegó tarde a la concentración ante el Friburgo y Allegri lo apartó del equipo. Todos en contra suya, incluso leyendas del club como Marco Tardelli, quien lo acusó de irse a esquiar mientras sus compañeros seguían bregando por salvar el club. A la espera de cambiar el rumbo en este último tramo de temporada, Pogba cumple 30 años. ¿Sufrirá la popular crisis? ¿Se lamentará por alguno de los actos de su polémica carrera? Para los futbolistas, los 30 también son complicados. Ver ese tres, capitaneando la cifra de tu edad, te hace asumir que ya queda poco para que se termine de hundir tu suflé. El ocaso de tu carrera acecha, el final del sueño de tu vida se acerca. Aunque son solo suposiciones, yo solo lo he podido experimentar pegado a la almohada. Quizás Pogba piense igual que Al Pacino en el Padrino III: “¿De qué sirve confesarme, si no me arrepiento?”.

 


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Fotografía de Getty Images.