Puede sonar ambicioso pensar que la revolución del fútbol alemán y, en concreto, el propósito conceptual del proyecto Red Bull -relacionar sus enérgicos principios futbolísticos con la emblemática bebida, como si los jugadores se hidrataran con ella- han dado comienzo a una era o edad futbolística, como así se divide la historia universal. Sin embargo, no podemos negar que buena parte de culpa de la velocidad a la que se juega y la narrativa táctica en la que nos encontramos es suya, hasta el punto de dar forma a futbolistas que piensan del mismo modo. Solo así se explica que algunos de los mejores atacantes del mundo les pertenezcan, caso del mejor de ellos, Erling Braut Haaland, o de Sadio Mané, Timo Werner o el más reciente y especial, el francés Christopher Nkunku, la gran explosión del año con permiso de la que ya es la de la década, Kylian Mbappé.
Para comprender mejor su crecimiento, debemos repasar brevemente el método, que ha convertido al fútbol germano en dominante. Y no hablamos de su forma de condicionar los partidos a través del famoso counterpressing, aún más importante, sino de sus principios ofensivos con el balón en posesión, condensados con mayor exactitud, entre otros muchos, en dos equipos concretos: el RB Leipzig de Julian Nagelsmann y el Ajax de Ámsterdam de Erik ten Hag, que si bien no es alemán, bebe de la misma fuente. Los podemos resumir en que, por un lado, el poseedor del cuero no dispone de líneas de pase fijas por delante sino en movimiento, y que, además de los avanzados, aparecen compañeros desde atrás que dibujan desmarques agresivos en la zona del balón con tal de arrastrar marcas rivales cercanas, logrando que las ayudas defensivas no lleguen y ganando, por tanto, tiempo y espacio para conducir y verticalizar. Por el otro, una ocupación permanente de los tres pasillos centrales sobre la última línea del oponente, más la llegada del lateral del lado opuesto al balón, multiplicando las oportunidades de encontrar ventaja posicional independientemente del tipo de envío al área que se realice. Ambos principios forman la paradójica idea de generar una sólida estructura mediante el movimiento permanente y no desde la posición fija.
Tiene la velocidad de los especialistas del contragolpe, la palanca de marchas de los mejores extremos, la dirección asistida de los grandes mediapuntas y la fiabilidad ante el portero de los números uno
Esta forma de jugar podría generar futbolistas determinantes dentro del modelo pero algo más dependientes del rol encomendado una vez trasladados a otros estilos y campeonatos. Quizás por ello tocaría ser calmado con un talento como Christopher Nkunku, criado en el PSG pero madurado en el fútbol alemán, y del que evidentemente ha heredado una velocidad y una verticalidad reconocibles en su forma de pasar la pelota o crear ocasiones. No obstante, a decir verdad, su caso merece un punto y aparte, pues del mismo modo ha demostrado, principalmente en el año de su explosión, ser el atacante más autónomo y creativo de todos los que han pasado por la factoría, con una sustancial diferencia con el siguiente: no necesita espacios para condicionar al rival porque sabe crearlos de mil maneras distintas.
Hablamos, sin paños calientes, de uno de los jugadores más especiales del momento, precisamente porque además de embestir como un toro hacia el espacio, maneja la pelota como si fuera el que torea. A cada gol o cada asistencia crece la necesidad de publicar sus cifras, colosales para un delantero que no es centro, pero quizás deba quedarse en un plano medio viendo cómo juega al fútbol, desplegando un talento que habría eclosionado en cualquier lugar, capaz de inventar y desequilibrar con la libertad de los mejores. Dentro de esa idea ya ha demostrado ser tanto el movimiento que desplaza la ayuda defensiva como el generador de conducciones y últimos pases que busca al desmarcado. Así, tiene la velocidad de los especialistas del contragolpe, la palanca de marchas de los mejores extremos, la dirección asistida de los grandes mediapuntas y la fiabilidad ante el portero de los números uno, tumbándolo cada vez que lo encara con la creatividad y la templanza de un fenómeno. Todos los goles y asistencias que se actualizan cada fin de semana son consecuencia del despegue de un portento físico y atlético que se ha quitado las pegatinas de la famosa bebida y su proyecto futbolístico para relacionarse con el juego en toda su extensión.
Todo parece cada vez más rápido en el juego del presente, pero precisamente por ello nos es más fácil detectar y discriminar a los mejores de los buenos y a los buenos de los insuficientes. Viendo unas pocas acciones de Nkunku podrán saber a qué nos referimos. El francés va muy rápido, tanto o más que el RB Leipzig, pero él es dueño en todo momento de lo que pasa para tomar las decisiones que necesite en base a los retos que van apareciendo, como si controlara la reproducción de cada acción técnica y física a través de un mando a distancia. Recuerden a Usain Bolt en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro cuando en la serie clasificatoria gira la cabeza para mirar al canadiense André De Grasse en los últimos 20 metros de carrera mientras le dedica una sonrisa. El fútbol, y el deporte, hoy y siempre, son esa fotografía: los mejores van más rápido que nadie mientras tienen todo el tiempo del mundo para hacer lo que otros solo pueden soñar.
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Fotografía de Imago.