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Munir y la máquina del tiempo

El delantero del Alavés eligió a la selección española cuando era muy joven y ahora lamenta su decisión mientras exprime los recursos ante la FIFA

Munir viajó al futuro y ahora quiere volver al pasado. En 2014 tenía una carrera tan halagüeña que decidió vivirla en el presente. Era una promesa pero él quería cumplirse ya. Le empujamos todos y debutó con la selección española hace cuatro años. Trece minutos ante Macedonia que nos aseguraban Munir para rato con La Roja. Pero al final lo del rato, en un encuentro de clasificación para la Eurocopa de 2016, fue literal y Munir quedó condenado al ostracismo internacional. En aquella época estaba en forma pero ahora está en su mejor momento, al menos el más sostenido, el más regular. Once goles y seis asistencias que no reflejan del todo su importancia en el Alavés, especialmente desde la llegada de Abelardo. Aun así está más lejos que nunca de jugar el Mundial. Lo más frustrante es que su presencia en Rusia no depende de su rendimiento.

Munir se imaginaba en el futuro con la selección española y ahora desearía volver al pasado para borrar ese debut y poder así jugar el Mundial con Marruecos. Ya dijo Juan Tallón en A pregunta perfecta que un hombre nunca sabe qué pasado le espera, una idea que refuerza el mandamiento de Faulkner: “El pasado nunca pasa”. Que la vida sea una acumulación de errores nos lleva a recurrir a las segundas oportunidades. La tradición budista en Tailanda dice que hay que ser novicio o monje al menos una vez en la vida. Muchos padres inculcan a sus hijos esa idea en una decisión que no es irreversible. De hecho esa misma tradición dice que pueden dejar de ser monjes durante un tiempo y, más adelante volver. Y pueden hacerlo hasta en tres ocasiones. Fue John Wayne el que dijo que un hombre siempre merece una segunda oportunidad. “Pero no le pierdas de vista”, apostilló.

 

Está más lejos que nunca de jugar el Mundial, y lo más frustrante es que su presencia en Rusia no depende de su rendimiento

 

El arrepentimiento de Munir nos recuerda que la vida se vive en borrador, sujeto a permanentes correcciones. Siempre recuerdo esos versos de Karmelo C. Iribarren, un pequeño diálogo en el que alguien apostaba por decir la verdad de una vez, y recibía de respuesta: “¿Sin ensayar?”. Precisamente el poeta vasco contaba en una entrevista a Jot Down que prefería el texto en bruto. También en Jot Down explicaba Fresán que tiene nueve libretas con historias para posibles futuras novelas. “Lo mismo no salen nunca, porque surgen nuevas novelas por el camino”, aclaró. La sensación es que vivimos como esas libretas del escritor argentino, borradores con ítems, atisbos de novelas que no siempre cogen cuerpo, líneas torcidas con tachones y apuntes en los márgenes. Relatos imperfectos que estamos obligados a publicar.

En este juego de errores quizás lo mejor sea no mirar atrás, como ese personaje de una historia de Lucia Berlin que arrancaba las hojas de los libros una vez las había leído o ese otro de Vila-Matas que escribía versos en un papel de fumar y luego se fumaba su poema. “Lo importante es escribirlo”, argumentaba. También es Vila-Matas el que nos recuerda en Mac y su contratiempo que se conoce mejor a un hombre por lo que desdeña que por lo que aprecia. “Avanzamos por descartes”, asentó antes Piglia. Munir eligió cuando era muy joven y ahora lamenta su decisión mientras exprime los recursos ante la FIFA. Lamentar los descartes e intentar vivir con ellos es ser adulto. Aunque a todos nos gustaría volver al pasado.