No fue hasta que aparcó el coche en su garaje de Kiev a altas horas de la madrugada, cuando Luiz Adriano pudo pegarse el gusto de saborear sus primeros minutos de soledad y silencio en horas y tomar algo más de conciencia de la que había montado en apenas unos días. Estamos a 23 de octubre de 2014, y el brasileño, más exhausto por haber tenido que atender a tantos periodistas que por el propio desgaste físico de la acumulación de partidos, llega a casa, donde se encuentra con el caluroso recibimiento de su esposa y de su hija Alice, que viste con una verdeamarelha que lleva el nombre de su padre. Esa estampa familiar puso la guinda a un puñado de sucesos extraordinarios. Dicen que si sabemos esperar, todos acabamos teniendo nuestro momento de gloria en la vida. Al fin, y teniéndose que haber armado de mucha paciencia, el turno le ha llegado ahora a Luiz Adriano.
Impotente por la poca trascendencia que tenían sus méritos, Luiz Adriano incluso meditó dar el salto con Ucrania. Pero al final los suyos le han cazado a tiempo
Nacido en Porto Alegre hace 27 años, fue captado por la cantera de Internacional recién sopladas las 14 velas. Su debut con el primer equipo llegaría un lustro más tarde, y en cuanto tuvo la oportunidad, en el Mundialito de Clubes de 2006, se abrió camino en el panorama internacional marcando sus primeras dianas trascendentes. La primera fue en la penúltima ronda, en la que el combinado brasileño derrotó al Al Ahly por un ajustado 1-2. El tanto decisivo del desempate se lo adjudicó ese jovencito que permanecía a la sombra de los Ceará, Fernandao o sobre todo Pato, la joya del equipo de la que todos hablaban. De los héroes en semifinales, como de los subcampeones, nunca se acuerda casi nadie. Se tenía la lección bien aprendida Luiz Adriano, que no desistió en su voracidad ni cuando supo que no sería titular en la gran final contra el Barcelona. Sustituyó en el 61’ a Pato, precisamente, y ayudó a cambiar la lógica del destino, colaborando en la victoria del Inter que haría volar por los aires las previsiones en Yokohama. Esos minutos le regalaron el primer sorbo de protagonismo y, ya de paso, le sacó un billete dirección a Ucrania.
BAJO EL FRÍO
Es curioso como en algunos países, y en algunos clubes, solo tres o cuatro goles conseguidos en momentos muy concretos ya pueden valerte como lanzadera para atraer toda la atención pública. A otros goleadores de menos pedigrí, en cambio, se les pide que prolonguen mucho más en el tiempo su buen hacer, forzados a construir piedra a piedra una sosegada escalada a la élite que para muchos acaba siendo inabarcable. Luiz Adriano es un claro prototipo, sin duda, de esos segundos.
No le tiró para atrás el gélido clima de las tierras ucranianas, tan diferente al que le acompañó durante su niñez en Brasil, cuando en el 2007 Mircea Lucescu le pidió que se uniera a algunos compatriotas suyos para darle un toque diferencial al remozado proyecto del Shakhtar Donetsk. Seis años han pasado desde entonces, y hasta el día de hoy nunca se había señalado a Adriano como la principal referencia del Donbass Arena. Su inteligencia en el juego de espaldas, su explosiva carrera y, sobre todo, su determinación en la búsqueda constante del gol han acabado por subirle de pedestal. Bueno, eso, y la consecución de una serie de récords realizadores que le han situado en el centro de todas las miradas del continente europeo.
Luiz Adriano encadena unas cuantas semanas marcándole a la historia. Su brutal racha ante el afligido Borisov, con el que se ha enfrentado dos veces en la presente Champions League, ha precipitado su explosión definitiva. Los cinco goles que registró en Bielorrusia le convirtieron en el máximo goleador de la historia del Shakhtar (con 116 tantos), en el jugador de la Copa de Europa que ha conseguido más rápido un hat-trick (en siete minutos), en el tipo que ha marcado más tantos en la competición antes del descanso (cuatro) y en el único valiente que ha conseguido alcanzar a Mazzola y a Messi en el récord de más dianas en un partido de la máxima competición europea (cinco). Una vorágine de marcas fastuosas que incluso se vio prolongada en el partido de vuelta ante los bielorrusos, en el que volvió a firmar una tripleta que por el momento le sitúa como el realizador más prolífico del torneo en curso y que ya de paso iguala el logro que asumió el año pasado Cristiano Ronaldo, como máximo goleador histórico de la liguilla con nueve tantos. Y eso que el año pasado fue sacudido por la polémica al marcar un gol ‘antideportivo’ (cuando los jugadores del Nordsjaelland esperaban que les devolviera la pelota) que le acarreó un partido de sanción.
Tantas cifras de espanto han acabado por convencer a Dunga, que lo convocó por primera vez con la absoluta para probarle como ‘9’ en dos amistosos. Antes de descolgar la llamada definitiva del seleccionador, el chico se hartó de ver como en los últimos años algunos de sus compañeros de equipo (Willian, Fernando o Bernard) le tomaban la delantera en la convocatoria, mientras él se mantenía como máximo goleador del plantel durante cinco cursos seguidos. Impotente por la poca trascendencia que tenían sus méritos, Luiz Adriano incluso meditó dar el salto con Ucrania. Pero al final los suyos le han cazado a tiempo. A parte de todo el listado de proezas citado anteriormente, por cierto, al delantero brasileño también se le recuerda un doblete con las inferiores de la ‘canarinha’ en el Campeonato Sudamericano sub20 de 2007 y otro tanto decisivo en la final de la Copa de la UEFA que levantó el Donetsk en 2009. Más crema para un pastel que hasta hoy nadie se había atrevido a probar. Luiz Adriano ha estado en todas las fiestas, y da la sensación que nunca se lo habían reconocido del todo.