Queridos Reyes Magos. Hace 20 años que no hablamos. Iba a cuarto de Primaria cuando me enteré de que no existíais. Desde entonces, no os envié más cartas. Os consideraba culpables. Visto con perspectiva, sois la metáfora del capitalismo: tenemos que ser buenos pero solo importa que en casa tengan dinero. Encima le quitáis el mérito a los padres currantes que hacen un esfuerzo económico. Pero bueno, os guardo cierto respeto por haber sido los guardianes de mi ilusión. Después de vuestra noticia, se descubrieron las demás farsas: Doraemon era un sueño, los cursos de inglés del Magic English no servían y en el pressing catch no se pegaban. El 619, además del finisher del Rey Mysterio, es el prefijo para llamar a nuestra infancia. Pero siempre comunica. “Los Reyes son los padres” es la frase más terrorífica de la historia. Viene a decir que la magia siempre tiene truco. Después de saber que no existíais, le dieron la vuelta al casete. “Espabila, chaval”, sonaba, “pronto tendrás que hacer la declaración de la renta”. Vuestra inexistencia fue el primer paso hacia un país desconocido y no pude llevarme nada, salvo unos hilos en el bigote. En la aduana de la edad adulta me cachearon y me quitaron hasta las ganas de darle la mano a mis padres por la calle. Pero cuando sus Majestades os convertisteis en un holograma, llegó el fútbol para producirme sentimientos parecidos. Me demostró que es el último reducto de magia. El cosquilleo de la previa, como el paquete envuelto. La ilusión de lo que está por venir. El convencimiento de que podíais traer el Scalextric o de que lograremos el título, el ascenso o la permanencia. Si el fútbol fuera una noche del año, sería la de Reyes. A vosotros os pedía muchas cosas, pero al fútbol ya no puedo pedirle nada. Porque el fútbol es mi abuelo tachando los fallos de la quiniela, el fútbol es mi madre arrastrando los pies cada vez que nuestro equipo se acercaba a portería, el fútbol es mi padre celebrando un gol pero no por el equipo, sino por mí. El fútbol son mis amigos, mis recuerdos y mi infancia, pero sobre todo mi edad adulta. Él, a diferencia de vosotros, no me abandonó. El fútbol tiene muchos problemas, pero si el fútbol permite que me olvide de mis movidas, cómo no voy a olvidarme yo de las suyas. Eso es todo lo que quería deciros, queridos Reyes Magos. Merecíais que me despidiera de vosotros, pero no creo que volvamos a hablar porque mi carta se la escribo a otros. Los Reyes no sois Gaspar, Melchor y Baltasar, el mejor tridente de la infancia. Los Reyes tampoco son los padres. Los Reyes son el fútbol. Él es mi incienso, mi oro y mi mirra. PD: Los regalos que le llevasteis al niño Jesús eran originales, pero qué os costaba regalarle una pelotita. Años después se la trajeron a su discípulo y ya habéis visto la que ha liado.
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Fotografía de Getty Images.