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La primera vez que ganamos

Este verano se cumplen 16 años de la Eurocopa que conquistó la selección española, un triunfo de entrenador y jugadores que marcó un antes y un después

Spanish players celebrate with their coach coach of the Spanish national football team Luis Aragones after the Euro 2008 championships final football match Germany vs. Spain on June 29, 2008 at Ernst-Happel stadium in Vienna, Austria. Spain won their first trophy in 44 years here on Sunday as they beat three-time champions Germany 1-0 in the Euro 2008 final.AFP PHOTO / FRANCK FIFE -- MOBILE SERVICES OUT -- (Photo credit should read FRANCK FIFE/AFP via Getty Images)

El día que España ganó la Eurocopa cometí un delito. Lo cuento ahora porque imagino que habrá prescrito, y si no, mira, que me lleven preso. La infracción fue colarme y bañarme en la piscina de mi colegio. Para contextualizar, lo más cerca que había estado de un cigarro era un Mikolápiz y mi única relación con el crimen era haber visto CSI Las Vegas. Si finalmente me llevan a juicio, declararía que la culpa fue de Luis Aragonés. Él consiguió que un país entero, hasta yo, un chaval de 15 años más cerca de los 12 que de los 18, se sintiera invencible. Siempre habíamos perdido. Pero esa noche ganamos.

Fue la primera vez. Luego vencimos en el Mundial y en otra Eurocopa, pero no lo disfrutamos igual que ese triunfo: como la primera vez no hay ninguna. Porque ahí empezó todo. Veníamos de seleccionadores sometidos a la presión de los medios, de los aficionados y de los jugadores. De años en los que la Selección no sabía a qué jugaba. De torneos en los que nos eliminaban por, decían, falta de cojones. Éramos la furia, pero aún no sabíamos que al fútbol no se juega enfadados: se juega alegres. Aún no sabíamos que al fútbol no se juega con la testosterona: se juega con la serotonina. Aún no sabíamos que no hacía falta ser el más alto o el más fuerte o el más valiente. Sirve con ser el más bueno.

No solo fue la primera, fue la más inesperada. Un título ganado desde las tinieblas. Antes de que rodara la pelota, se habló más de uno que no estaba, Raúl, que de todos los que sí. Primero Casillas derribó la muralla necesaria. Siempre perdíamos contra Italia, siempre perdíamos en penaltis, siempre perdíamos en cuartos. Pareció que detuvo dos balones, pero en realidad evitó el paso de los fantasmas. En semifinales también derrotamos al optimismo: la lesión de Villa no truncó la exhibición. Ellos eran los rusos, pero el ballet lo bailamos nosotros. Y fuimos campeones contra la Alemania de Ballack y la Merkel. Xavi dio un pase que pareció un match de Tinder. Torres se zafó de Lahm como si entrara a machetazos en la historia. Le susurró al balón, que se acercó a la red igual que dos enamorados se dan el primer beso.

 

A Ballack, Aragonés le llamó ‘Wallace’; a Schweinsteiger, ‘Basistaiger’ o directamente ‘el del nombre largo’. No hay mayor síntoma de seguridad y confianza que pronunciar mal el nombre de los mejores jugadores del rival

 

No solo fue la primera, fue la mejor. Porque se puede ser campeón de muchas maneras: por suerte, por una tanda de penaltis o por un gol al final, pero muy pocas veces se puede ser campeón siendo el mejor. Necesitábamos ganar porque se venía una crisis y el fútbol no lo cambia nada, pero lo cambia todo. Era verano y como pasaba en la infancia nos lo alegró nuestro abuelo: Luis Aragonés. Antes de jugar la final, a Ballack le llamó ‘Wallace’; a Schweinsteiger, ‘Basistaiger’ o directamente ‘el del nombre largo’. Y por eso ganamos: no hay mayor síntoma de seguridad y confianza que pronunciar mal el nombre de los mejores jugadores del rival.

Éramos jóvenes, adolescentes, imberbes, inocentes. Ahora recordamos esa Eurocopa como el triunfo de Luis Aragonés. El entrenador que, si hubiera pedido a sus jugadores que se marcaran un gol en propia, lo habrían hecho. Él le dio a la ‘Roja’ un espíritu ganador y quitó los complejos de inferioridad. Hasta de un chaval de 15 años que odiaba el riesgo y esa noche trepó en la verja para colarse a la piscina del colegio. Por eso después ganamos tanto: un Mundial, una Eurocopa, una Liga de Naciones. Esa fue la última vez que ganamos, hasta que volvamos a hacerlo. Porque puede haber muchas últimas veces. Pero primera solo hay una.

 


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Fotografía de Getty Images.