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Me acuerdo de Raúl

Raúl González Blanco dejó el fútbol en 2015, pero no nuestras cabezas. Su recuerdo vive y comparece a diario. Tratamos de explicarlo junto a Manolo Lama

Es fácil acordarse de Raúl. Basta con fijar la mirada en el área pequeña. Allí vivía, cazaba y recolectaba sin necesidad de explorar más allá. Dominaba ese espacio mejor que los porteros. Hace unos meses, Rafa Cabeleira se acordó de él al tuitear: “Raphinha González Blanco”. Lo hizo después de que el extremo azulgrana marcara en el Benito Villamarín pisando la cal de la línea de meta, el número favorito de Raúl. No es que el brasileño quisiera emularlo, sino que la propia acción rebotaba en la leyenda madridista. Raúl se abrazó tanto al oportunismo que hoy lo seguimos nombrando en cada cosecha próxima al aliento de los porteros. Es un gol que ocurre todos los días, así que a Raúl no me lo voy a quitar de la cabeza ni con un trépano de neurocirujano. Se mantiene, además, en varios registros históricos. Me acuerdo de él, sin ir más lejos, cada vez que acudo al ranking de goleadores de la Champions. Su quinto puesto, con 71 tantos, tras Cristiano, Messi, Lewandowski y Benzema, lo convierte en el primer representante del fútbol que se fue.

“Raúl es un emblema del Real Madrid, una leyenda. Tiró la puerta de la primera plantilla con tan sólo 17 años y, a base de esfuerzo y de trabajo, consiguió ser uno de los grandes de la historia del fútbol continental. La vida de Raúl cambió el 29 de octubre de 1994 en La Romareda, cuándo Jorge Valdano le dio la oportunidad de debutar como jugador del primer equipo del club de su vida”

[Manolo Lama a Panenka]

“El que nunca hace nada”, canturreaba el famoso locutor. Tenía razón, Raúl nunca hacía nada, salvo marcar goles. Como los metía a puerta vacía, con la punta de la pezuña, parecía que aquello no era nada, pero en realidad era todo. Raúl practicaba religiosamente el saber estar en el momento y el lugar adecuados. Ojalá tuviera su don. Sabría frenar a tiempo en las noches de borrachera, calcularía mejor el instante en el que besar a las chicas, acertaría siempre la mejor hora para ir a la playa. Pero nada, yo siempre pisando el ‘fregao’. Si en algo nos parecemos Raúl y yo es en la mentira, en el querer aparentar lo que no somos. Aunque Raúl, en lugar de dárselas de listo, se las daba de tonto. Interpretaba el papel del ariete torpe hasta que se sacaba de la chistera una vaselina monumental. ¿En qué quedamos? Se lo preguntaban los guardametas, y me lo preguntaba yo, que no sabía cómo catalogar a aquel futbolista de contrastes. Podía jugar al fútbol como ninguno, pero también como cualquiera. Bajo la ‘cuchara’ y el ‘aguanís’, Raúl escondía un pico y una pala. Porque también amaba sudar y partirse el alma por recuperar el balón, persiguiendo laterales nerviosos por las esquinas del campo. Muchas veces lo hacía sin sentido, porque era un galerista de la entrega.

“Sabía siempre dónde iba a caer la pelota. Mucha gente decía: los goles de Raúl los meto yo también. Y es verdad, metía muchos goles fáciles, pero siempre estaba allí. Podía haber otros, pero el que estaba era él. El famoso gol del ‘aguanís’ en la Copa Intercontinental de 1998 es su gran seña identitaria porque demuestra que era capaz de inventarse cualquier cosa cuando nadie lo esperaba. Era un tío muy listo, y los jugadores listos están llamados a triunfar. No era un diez en nada. No era un buen rematador, no iba bien de cabeza, no era rápido, no era buen driblador, pero tenía un sexto sentido, el olfato de gol, además de ser un gran luchador”

[Manolo Lama a Panenka]

Me acuerdo de él cada vez que el Madrid marca sobre la bocina, una tradición inexorable desde los tiempos de Juanito. Raúl se ocupó durante muchos años de marcar esos goles agónicos que hoy firman Benzema y Rodrygo. Como si hubiera un rol asentado en el club que se va traspasando de generación en generación a través de unos pocos elegidos. A mí me tocó Raúl. Fue mi primer profesor de madridismo, con quién entendí que el famoso cántico “así, así, así gana el Madrid” tenía que ver con la genética ganadora del club. Raúl la porteaba y la mimaba cada vez que besaba su anillo, el amuleto del Bernabéu. Pudo haberlo sido del Calderón. Por eso, a menudo, necesito recuperar el video en el que aparece junto a Jesús Gil para comprobar que su pasado rojiblanco no es una fake new. El entonces presidente sacaba pecho de su joven promesa: “Raúl, mi capitán, ha metido 55 goles, que aprendan los máximos goleadores”. Nadie le avisó de que el segundo apellido del chaval podía ser un spoiler. El guionista de la historia se quedó a gusto situando al Atlético de Madrid como víctima del primer gol de Raúl con la camiseta blanca. Luego llegaron 322 tantos más, 17 títulos y 740 partidos disputados, más que nadie en la historia del club. No son malos números para un mentiroso.

“Su gen ganador agrandó la leyenda del Real Madrid. Y la suya la agrandó, en buena parte, el hecho de que viniera del club rival de la ciudad, el Atlético de Madrid. Si no se hubiera marchado del Atlético de Madrid, quién sabe si podría haber sido un Fernando Torres, un niño que hubiera enamorado a la afición colchonera. Pero esto ya es pura ciencia ficción”

[Manolo Lama a Panenka]

Puedo acordarme de Raúl también como CARA B. Cuando me saltan highlights de Cristiano con el dorsal ‘9’, goles de Villa con el ‘7’ de España o, simplemente, cuando veo el rostro de Luis Aragonés. El ‘Sabio de Hortaleza’ trajo la gloria a la selección tras despedir a su entonces máximo goleador con 44 tantos. Hubo que matar al rey para empezar una nueva partida. A partir de ahora, puede que me acuerde de Raúl también cuando juegue al ajedrez. Aunque es más fácil hacerlo cuando veo a un futbolista señalar su nombre en la espalda, cuando alguien me manda callar con el dedo en la boca, cuando escucho un “sí, bueno” en una rueda de prensa o cuando Sergio Ramos o Joaquín celebran los títulos toreando con la bandera de España. Es facilísimo acordarse de Raúl. Se hace sin querer. Lo que él hacía sin querer era generar polémica. Estuvo siempre en el centro de un debate que saltó de Las Rozas a Chamartín. ¿Raúl sí o Raúl no?, se preguntaba la prensa. Así fue desde el Madrid de Capello (2006) hasta el de Mourinho (2010), en el que finalmente no entró. Se marchó del Bernabéu a pesar de tener firmado un contrato vitalicio.

“Luis Aragonés no fue injusto con él, lo injusto fue que la mejor generación de futbolistas españoles de la historia no coincidiera con Raúl. No ocurrió por muy poco. Creo que Raúl se merecía estar en ese grupo junto a Villa, Iniesta, Xavi, Casillas, Piqué, etc. Era un jugador talentoso que en ese equipo hubiera encontrado su sitio, igual que lo hubiera encontrado en el Madrid de Mourinho”

[Manolo Lama a Panenka]

El fútbol, a veces, exige irracionalmente una cara nueva. Cambian los cromos en los álbumes, los pósters en las habitaciones y los cánticos en las cabinas radiofónicas. Se fue ‘el que nunca hace nada’ y llegó el ‘Bicho’. Se fue mi adolescencia, pero no Raúl, que encontró su sitio mientras me crecía el pelo en la cara. Su juego apenas cambió, sus trucos tampoco, bien lo sabe el área pequeña del Veltins-Arena de Gelsenkirchen. 40 goles, 15 asistencias, una DFB-Pokal, una DFL-Supercup y unas semifinales de Champions son las estadísticas que forman la huella de Raúl en Alemania, el país que vio sus últimas ‘cucharas’, que olió sus últimas gotas de sudor. Acordarse de él, siendo aficionado del Schalke 04, es casi una obligación. Igual que lo es comprobar que el ‘7’, más allá de sus últimas experiencias en los exóticos Al-Sadd y NY Cosmos, hizo historia con las tres camisetas que vistió en su prime: la blanca, la roja y la azul. He aquí el triple ‘colorín colorado’ para que esto parezca el final de un cuento de hadas. Ya estaba escrito, y más que contado, tan sólo he tenido que recordarlo.

“Raúl se fue al Schalke porque quería jugar y sabía que Florentino lo quería apartar. Mourinho tan sólo cumplía órdenes del presidente. Tuvo muchas ofertas para ganar más dinero, pero, como era tan competitivo, quería seguir jugando la Champions. Cuando vas al campo del Schalke, todavía se acuerdan de él, y eso que sólo estuvo dos temporadas. Hizo grandes números allí y jugó, por primera vez en la historia del club, las semifinales de la Liga de Campeones, lo cual habla muy bien de ‘el que nunca hace nada'”

[Manolo Lama a Panenka]

 

 


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Fotografía de Getty Images.