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La mirada del viejo gigante de Leipzig

El ‘Estadio de los 100.000’ fue un símbolo de la república socialista de Alemania del Este. Durante la Eurocopa, los restos del coloso observarán el nuevo fútbol que se ha instalado en su interior

Leipzig
Screenshot

Con la Eurocopa, el fútbol de selecciones vuelve a Alemania. A toda Alemania. También a Leipzig y a su Red Bull Arena, el feudo de ese RB Leipzig tan odiado por el resto de aficiones alemanas al ser un club levantado a golpe de talonario. Es un estadio muy nuevo, con las gradas cubiertas y el logo de Red Bull bien visible en cada esquina. Una imagen representativa del fútbol moderno si no fuera por el enorme círculo de cemento recubierto de hierba que lo rodea. Es lo que queda del abandonado ‘Estadio de los 100.000’, el más grande de la República Democrática Alemana (RDA). Sus muros guardan la memoria de hinchadas multitudinarias, mosaicos socialistas, las gambetas de Maradona, la caída del Muro de Berlín… Y ahora, una nueva Alemania y un nuevo fútbol se han instalado en su interior.

Leipzig fue una de las ciudades más bombardeadas durante la Segunda Guerra Mundial. El 4 de diciembre de 1943, un ataque aéreo dejó casi 2.000 muertos y destruyó una de cada cinco viviendas. La localidad continuó bajo asedio hasta el final de la guerra y acabó en ruinas. Una década después, un tercio de los escombros de aquellos bombardeos fue utilizado para construir el Zentralstadion de la Alemania socialista. Entre abril de 1955 y julio de 1956, más de 180.000 trabajadores no remunerados levantaron un terraplén de 23 metros de altura y 900 metros de longitud. El estadio era un coloso pensado para 100.000 espectadores, y fue un símbolo imponente de la RDA.

Se inauguró el 4 de agosto de 1956, y durante más de 30 años la RDA quiso sacar pecho con su titán de cemento. Los atletas desfilaban como militares antes de competir, portando banderas y estandartes, mientras al fondo los mosaicos exhibían lemas como ‘Gloria a la RDA’ o ‘Viva nuestra RDA’. Aparte de la selección nacional, equipos como el Lokomotive Leipzig y el SC Wismut Karl-Marx-Stadt pisaron su césped.

 

Para acceder al Red Bull Arena hay que encaramarse a la vieja construcción levantada con escombros de la guerra y cruzar unos puentes que unen el pasado con el nuevo templo

 

Tras tres décadas de torneos solemnes, aterrizó en Leipzig el Nápoles de Diego Armando Maradona. El 26 de octubre de 1988, los flamantes campeones de Italia se trasladaron a Alemania del Este para medirse con el Lokomotive Leipzig en la segunda ronda de la Copa de la UEFA. Sus camisetas lucían el logo de la marca Mars, y los napolitanos realmente parecían marcianos en la república socialista. A nadie le importaron entonces los disciplinados desfiles ni los mosaicos milimétricamente planificados. El público se amontonó en las gradas e incluso en las escaleras para presenciar las florituras del ‘Pelusa’. Fue el último encuentro europeo celebrado en el antiguo ‘Estadio de los 100.000’.

En noviembre de 1989, un año después de la visita de Maradona y sus marcianos, cayó el Muro de Berlín, y con él la RDA. Entonces el mítico estadio conservaba poco de su majestuosidad de antaño. Estaba deteriorado, cansado, ya no imponía tanto. La selección de la RDA llevaba tiempo sufriendo, y la caída de su fútbol parecía anunciar la caída del país. El coloso de cemento pasó a usarse solo para eventos puntuales. Hasta que se abandonó por completo y la hierba se apoderó de sus gradas.

Así pasó más de una década, un cambio de siglo y de milenio. Finalmente, en el 2000 alguien se acordó de él. Alemania iba a acoger el Mundial de 2006 y se decidió que Leipzig debía ser una de las sedes. Una sede en la antigua república socialista, para que el mundo viera que Alemania era una sola. El plan era derribar el anticuado gigante y levantar una estructura nueva, más pequeña. Pero demoler las viejas gradas era demasiado caro, así que se mantuvieron y las nuevas se erigieron en su interior. Se conservó el nombre de Zentralstadion y se celebró el Mundial. Sin embargo, en los años posteriores al torneo, el nuevo recinto parecía correr la misma suerte que el viejo. Ningún club se instalaba en él. Nadie quería sostenerle la mirada al viejo fantasma.

 

El feudo del RB Leipzig, una de las sedes de la Euro, es una imagen representativa del fútbol moderno, si no fuera por el enorme círculo de cemento que lo rodea; es lo que queda del abandonado ‘Estadio de los 100.000’, el más grande de la RDA

 

Hasta que en 2009 apareció Red Bull. La empresa austríaca de bebidas energéticas quería comprar un club en Leipzig, ya que tras el descenso del Lokomotive era una de las pocas grandes ciudades sin un equipo profesional. Llamó a las puertas del propio Lokomotive y del Chemie Leipzig, pero ambos se negaron debido a las protestas de los aficionados, que no querían ver sus clubes vendidos a una empresa. Red Bull acabó adquiriendo la plaza del SVV Markanstädt, fundó el RB Leipzig y lo instaló en el nuevo Zentralstadion para convertirlo en la potencia europea que es hoy. No está permitido incluir marcas en los nombres de los clubes, así que las siglas en realidad significan RasenBallsport (literalmente, deporte de balón sobre césped) Leipzig, pero sugieren la marca comercial que hay detrás. El estadio, por otro lado, sí que fue bautizado como Red Bull Arena en 2010, perdiendo definitivamente la denominación socialista.

Para acceder al Red Bull Arena hay que encaramarse a la vieja construcción levantada con escombros de la guerra y cruzar unos puentes que unen el pasado con el nuevo templo. Si vais a ver alguno de los duelos de la Eurocopa en Leipzig (allí se enfrentarán Portugal y Chequia, Países Bajos y Francia y Croacia e Italia), antes de entrar por las puertas marcadas por el toro de Red Bull, mirad atrás un instante. Veréis el antiguo edificio principal con sus tonos grises y marrones, e incluso un campanario que presidía el coliseo socialista. Todo ello unido por las gradas abandonadas que abrazan de nuevo al fútbol europeo. Aunque quizás les parezca un fútbol irreconocible.

 


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Fotografía de Getty Images.