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La larga sombra de Francis Lee

En Manchester todas las miradas se dirigen al banquillo de Old Trafford. Pero a unas pocas millas más al este, otra entidad también reclama protagonismo

Europa, talonario y grandes frustraciones. Si cruzamos sobre el Etihad Stadium estos tres ingredientes en un mismo entresijo, la solución resultante siempre es la misma. Francis Henry ‘Franny’ Lee. Un nombre capaz de ser recordado en múltiples registros distintos en el seno del Manchester City. Como corpulento delantero centro, como insaciable lanzador de penas máximas, como recuerdo del único logro que figura en el palmarés continental del equipo e incluso como cabeza emprendedora de un proyecto de altas pretensiones que acabó dejando al club al borde de la quiebra deportiva. Ésta es la historia de Lee, o lo que es lo mismo: la historia del City y sus vivencias más destacadas en Europa.

Muchos futbolistas creen entrar en un espiral sin salida cuando deciden colgar las botas. Les invaden las dudas e incertidumbres sobre su futuro. Pero éste no fue el caso de Lee, que nada más comunicar que nunca más se vestiría de corto, empezó a poner en marcha su visión corporativa para abrirse un hueco en el mundo de los negocios. El cambio no debió sentarle tan mal. Abrió su propio negocio, destinado al reciclaje, y cambió los goles que le encumbraron a la fama por la producción de rollos de papel higiénico. El producto y su promoción cuajaron en todo el Reino Unido, así que su apellido, el mismo que daba nombre a su empresa, se aseguró no caer en el olvido. Pero aquel éxito repentino en el mundo comercial acabó jugándole una mala pasada. Lee se creyó capaz de convertir en oro todo lo que tocase. Y se lanzó, venerado por una afición cansada de la mediocridad absoluta, a la presidencia del Manchester City, el mismo club que vio lucir su mejor versión durante su etapa como futbolista.

Lee se creyó capaz de convertir en oro todo lo que tocase. Y se lanzó, venerado por una afición cansada de la mediocridad absoluta, a la presidencia del Manchester City

“El Manchester City va a ser el equipo más feliz sobre la faz de la tierra. Nuestros jugadores serán los mejor pagados. Beberemos un montón de champán, celebraremos y cantaremos hasta quedarnos sin voz”. Con esta declaración de intenciones se presentó Lee, en 1994, una vez confirmada la compra de las acciones que le acreditaba como nuevo propietario de la entidad. La hinchada, lógicamente, no tardó en ilusionarse. La expectativa que generó su llegada al mando del club bien podría compararse con el aumento de testosterona que han supuesto los petrodólares árabes para el contexto del club citizen en los últimos tiempos. Billetes a raudales, contrataciones ambiciosas, salarios desfasados y un propósito utópico, cada vez más real, de dar luz a una nueva potencia futbolística capaz de asestar a Europa.

EL ÚNICO TÍTULO EN EUROPA

Precisamente, la gran obsesión que tenía el nuevo mandatario era situar otra vez al eterno segundón de Manchester en el podio de las principales competiciones internacionales, tal y como había podido vivir él mismo formando parte de la prolífica generación de futbolistas que vistieron la camiseta del City en la época de los 70. ‘Franny’ ya se acostumbró a mover suculentas cantidades de dinero desde sus inicios. 60.000 libras –el fichaje más caro del club hasta ese momento- tuvieron que pagar los citizens para ficharle del Bolton. Aunque los rentabilizarían prácticamente del todo sólo con la gran solvencia que siempre mostró el jugador en el arte de los penaltis, en el que era todo un experto. Tanto para provocarlos (sus simulaciones causaron el primer gran debate moral sobre este tipo de acciones en el fútbol británico), como para transformarlos. Su especialidad le valió un apodo de la prensa todavía hoy recordado, ‘Lee One Pen’, y el récord absoluto de penaltis anotados en un mismo curso: 15 aciertos en la temporada 71-72.

En su segunda temporada en el plantel, pudo saborear junto al equipo el placer de proclamarse campeón de la FA Cup, logro que también se tradujo en un billete para disputar la Recopa de Europa el curso siguiente. Dejando atrás a algunos rivales ilustres de la competición como el Athletic, el Lierse, el Atlético de Coimbra y el Shalke 04, Lee y sus compañeros consiguieron plantarse en la final de la competición de 1970, disputada en el Prater Stadium de Viena, con el Gornik Zabrze, campeón polaco, como rival y víctima final del periplo. El partido acabó 2 a 1 para el City, y Lee colaboró decisivamente en la machada, como no podía ser de otro modo, manteniendo su idilio con los disparos desde los 11 metros.

Pero unas décadas después, vestido con traje y cambiando el tapete por la piel forrada de los asientos del palco, la historia fue totalmente distinta. El anhelo por recuperar las dulces sensaciones del pasado perdió a Lee, que acabaría abandonado la presidencia del equipo por la puerta de atrás. Se puso tanto el foco en recuperar el terreno perdido en Europa, que el proyecto pasó por alto sus objetivos más primarios y acabó perdiendo la categoría en Inglaterra. Del sueño de volver a sentirse grandes, a la cruda realidad de encajar un descenso. Pero no todo se redujo a un simple susto. La entidad seguiría acusando la mala gestión de su directiva en las siguientes temporadas, viéndose en muchas situaciones al borde de la tercera categoría. Deprimido, descolocado y señalado por todos aquellos que en su día le habían idolatrado, Francis Lee puso fin a su particular via crucis en el verano de 1994, vendiendo todas sus acciones a otro magnate con ganas de enrolar su fortuna en el fútbol, el tailandés Thaksin Shinawatra.

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Ha llovido mucho desde entonces. El City, poco a poco, y sin poder contar nunca del todo con una gestión solvente por parte de sus directivos, se recuperó de la dura caída y reconstruyó parte de su estatus perdido. Aunque no ha sido hasta hace tres temporadas cuando realmente los aficionados citizens han vuelto a sentirse orgullosos. Los millones del jeque Mansour bin Zayed Al-Nahyan se han traducido en una Premier League cuando el club hacía más de 30 años que no la conseguía. Y aunque volverán a jugar la Liga de Campeones por tercera vez seguida, aún planean las eliminaciones en la fase de grupos de las dos últimas ediciones. Algo que, por la inversión salarial que ha supuesto la confección de la plantilla, puede catalogarse como otro fracaso de amplias dimensiones.

‘Lee One Pen’, el héroe de Viena, tiene hoy 69 años. Vive en silencio y alejado del fútbol. Su negocio, Permaplay Limited, entró en 2009 en liquidación voluntaria de miembros. Y su City, totalmente renovado, lucha para mantenerse algo más de tiempo en la cúspide. Su recuerdo ha pasado a mejor vida. Aunque cuando el Etihad Stadium vuelva a escuchar el año que viene la sinfonía de la Champions, su sombra planeará de nuevo.