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Ilicic hace lo que le da la gana

El talento no conoce límites, el artista posee la capacidad de reinventarse una y otra vez haciendo creer al público que cada uno de sus trucos es el último

El bueno de Josip Ilicic parece cualquier cosa menos futbolista. Le miro a la cara y bien podría ser veterinario o frutero, yo qué sé, podría representar casi cualquier profesión menos la de un tipo que se gana la vida dándole patadas a un balón y sembrando el caos en los campos rivales. Menos mal que no se dedicó a ponerle la vacuna antirrábica a los perros o a pesar melocotones, si no no estaría aquí de madrugada escribiendo estas líneas y escuchando a Roddy Ricch de fondo. Futbolistas buenos hay muchos pero especiales no tanto, el esloveno pertenece a este segundo grupo. Es un jugador de culto, de esos a los que debes observar sentado en una butaca, whisky en mano y puro en boca. “Hermano, no puedo quedar. Tengo que quedarme en casa viendo a Ilicic”. El zurdo nacido en Bosnia y Herzegovina, debido a la guerra, cumple este curso una década en el fútbol italiano. Palermo, Florencia y desde hace tres años Bérgamo. Sí, sé lo que unos cuantos estarán pensando ahora mismo: “Si tan bueno es, ¿cómo es que nunca ha defendido la camiseta de ningún grande del Calcio?” Mira, no lo sé, pero no podemos resumir la calidad de un futbolista en función a si ha jugado o no en grandes, medios o pequeños equipos.

Siempre he sentido especial predilección por esos jugadores que a primera vista parecen troncos, que pasan del 1’90, y que luego se mueven por el verde con la delicadeza impropia de alguien con su envergadura. Si a esa sutilidad y clase añadimos que el esloveno es zurdo, nos sale un cóctel cojonudo. Además, es de esa especie en extinción que no niega un regate, un quiebro con el cuerpo y que si puede mirar a los ojos a un defensa lo hace. El típico descarado. Pasada la treintena, acaba de cumplir 32 años, atraviesa el mejor momento de su trayectoria. Ya no juega por cumplir, ahora lo hace para divertirse y en un equipo que práctica un estilo de juego que tiene enamorado a Italia y que ya ha ganado sus adeptos lejos de la península itálica. Ilicic no necesita más, se siente el capitán general y además ahora muestra sus destellos en la Champions League. ¿Veis como no hacía falta firmar un contrato con un grande para ser reconocido? Todo tiene su proceso.

En lo que llevamos de temporada el zurdo acumula 21 goles y 9 asistencias en 29 encuentros. Desde que llegó a Bérgamo ha explotado esa faceta suya, ahora aniquila al rival en el tramo final del césped, allí donde a muchos las ideas se les nublan al bueno de Josip le sale la sonrisa picarona. En la Atalanta se han juntado una serie de jugadores a los que defender les importa entre poco y nada, el fútbol consiste en hacer más goles que el rival y ellos llevan esta norma al pie de la letra. Este curso le han hecho siete goles, que se dice pronto, a Lecce, Torino y Udinese. Seis de esos 21 tantos tienen firma eslovena. Ilicic se mueve por el frente de ataque con total libertad, esa que tan solo se ganan los buenos futbolistas ya que no se puede enjaular a un tigre durante un largo periodo de tiempo. Pagaría una entrada por ver a Ilicic sacando su zurda a pasear pero con esto del coronavirus vete a saber si me dejarían entrar en el estadio, es una lástima que los valencianos no pudieran presenciar en vivo al genio esloveno por mucho que vistiera una camiseta que no sea la suya.

 


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Fotografía de Getty Images.