SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA
Creo que ya no entiendo ni sobre fútbol. Atrás quedan esos años de ‘parabólico’, nunca me gusto ese término para definir a aquellos que nos pasábamos todas las horas posibles delante de la televisión o el ordenador consumiendo fútbol de manera compulsiva. De un partido a otro, de una liga a otra. Todo ello sin cortar, nos daba igual lo que nos echaran encima. Recuerdo que los sábados comenzaban con la Premier League rusa, después viajábamos hasta los Países Bajos y después ya te dejabas llevar por las competiciones europeas con más prestigio o nombre. Para finalizar la jornada siempre había fútbol en Sudamérica o en la MLS. Era la hostia aquella sensación de poder ver prácticamente cualquier liga a cualquier hora del día. Siempre había algo por ver, un jugador por descubrir o un equipo al que conocer. Días buenos aquellos. Como sucede en cualquier aspecto de la vida todo tiene su final y también terminaron aquellas jornadas maratonianas. Sin previo aviso, de un día para otro.
¿Y ahora qué? Esa es la cuestión. Ahora toca lo básico, los partidos que prácticamente cualquiera ve por televisión. Uno de esos equipos es el FC Barcelona. Ya sabéis, en una temporada donde parece herido de muerte desde que la comenzara, al que a una pésima planificación deportiva parece que se le ha unido un especie de embrujo. Como si un chamán hubiera metido una fotografía en el congelador o provisto de chinchetas las clavara sobre un muñeco de trapo. Entre toda esa oscuridad que inunda a un club que decide autodestruirse por sí mismo, sin apenas ayuda de nadie, suele haber también algo de luz. Lo increíble es que donde yo veo luz otros siguen observando oscuridad. ¿Qué coño me pasa? Quizá ya no sepa de fútbol y vea cosas que no son así, vete a saber por qué. Me siento, pongo la televisión y Griezmann me parece el mejor futbolista del Barça, incluso muchos días por encima de Messi.
Espera, igual ese chamán que parece haberle lanzado una maldición al Barça también ha hecho lo propio conmigo y me impide ver la realidad como al resto de personas. Acostumbro a leer Twitter mientras sigo los partidos, siempre hay puntos de vista o aspectos que se me escapan y me ayudan a continuar con el relato. No paro de leer en redes sociales y prensa, escuchar en la radio o ver en televisión a periodistas afirmar que la temporada de Griezmann es mala o que sus partidos resultan insustanciales. Sin embargo yo veo en las botas del francés que cada toque es con sentido, que sin él el frente de ataque del Barça apenas circularía y que su temporada para nada resulta mala. De hecho, en 30 partidos lleva 12 goles y 4 asistencias, unas cifras que no muestran ningún desastre. ¿Que un futbolista de su categoría debería poseer todavía mejores números? Probablemente. ¿Que el francés está haciendo una buena temporada? También.
Si alguno quiere experimentar mi locura que tan solo se fije durante 90 minutos en los movimientos de Griezmann sobre el verde. Cómo intenta desmarques, arrastra rivales para que Messi o Ansu Fati rompan al espacio, sus dejadas de cara en la frontal del área o su labor tras pérdida. Todavía le queda para llegar a la excelencia en Barcelona, el margen de mejora es grande, pero lo más difícil ya lo tiene, es un futbolista determinante y resolutivo aunque no aparezca su imagen en los últimos segundos de las jugadas. Me gusta cómo está jugando Griezmann y es como si me avergonzara decirlo porque me siento solo en esta guerra, no sé qué verán los demás para afirmar que juega mal y que su curso es gris. Posiblemente el loco sea yo y no tenga ni puta idea de esto, es posible que sea así. De todas maneras me seguiré fijando en el delantero francés, no vaya a ser que sea él quien me haya embrujado a mi y esté viendo una realidad paralela.