A finales del siglo XIX, el barón Pierre de Coubertin enviaba cartas, convocaba cenas y cruzaba fronteras buscando aliados para poder organizar los primeros Juegos Olímpicos modernos. Pierre de Coubertin parecía destinado a empuñar las armas en el ejército francés, aunque ya de joven demostró ser diferente y rompió con la tradición familiar. Cuando lo mandaron a estudiar a Inglaterra, descubrió el Cristianismo muscular, un movimiento filosófico que perseguía la búsqueda de la perfección espiritual por medio del deporte y la higiene. Y así pasaría el resto de su vida, entre oraciones y proyectos para que la sociedad entendiera la importancia de practicar deporte. En 1894, organizó un Congreso Internacional de Educación Física en la Sorbona de París, donde lanzó al aire la propuesta de crear unos Juegos Olímpicos modernos. Ningún Gobierno se sumó, ni siquiera el griego, pues consideraban que la propuesta del francés sería una ruina y estaban trabajando en un proyecto propio que acabó descartado.
Grecia, un Estado joven, se había independizado de los turcos medio siglo antes y buscaba nuevos héroes, inspirándose en las gestas antiguas. Los Juegos Olímpicos parecían el escenario ideal para ello. Coubertin consiguió que Constantino, príncipe heredero de Grecia y duque de Esparta, se sumase al proyecto, garantizándole al primer ministro, Spyrídon Tricoupis, que no perderían dinero. El príncipe Constantino también convenció a su cuñado, el káiser Guillermo, para empezar a sumar apoyos internacionales. Los Juegos se pusieron en marcha, con el Gobierno heleno emitiendo una serie de sellos conmemorativos con fines recaudatorios, mientras el empresario Georgious Averoff se comprometía a pagar buena parte de la fiesta, reformando de su bolsillo el viejo Estadio Panathinaikó, un recinto de más de 2.000 años de antigüedad donde se realizaron la mayor parte de eventos y donde se fijó el final de la maratón. Averoff, miembro de la activa comunidad griega de Alejandría, en Egipto, se encargó de formar parte del comité de bienvenida de los deportistas que participaron en los primeros Juegos de la historia moderna. Pero ¿dio la bienvenida también a dos futbolistas?
¿Acaso hubo fútbol en la primera edición de los Juegos modernos? Muchas pistas, pocas certezas y un puñado de intrahistorias muy curiosas
FÚTBOL DE EXHIBICIÓN
En 1896, el fútbol seguía siendo un desconocido en muchos países del planeta. Era ese deporte bruto que jugaban los marineros y militares ingleses en los puertos. En los planes iniciales del barón de Coubertin aparecía un programa olímpico donde el balompié sí figuraba, así como otros deportes como el waterpolo o el rugby, aunque fueron finalmente descartados, ya fuese por la poca tradición que tenían en Grecia o la falta de instalaciones apropiadas. El primer partido en suelo heleno lo habían disputado soldados británicos en Corfú en 1866, solamente dos años después del tratado según el cual el Reino Unido cedía la soberanía de la isla al nuevo reino griego, a cambio de mantener una base militar y una oficina comercial. Mientras en Corfú los ingleses jugaban a fútbol y críquet, en el resto de Grecia estos deportes eran minoritarios.
Pese a ello, según algunos historiadores el 12 de abril de 1896 el Velódromo de Nep Phaliro fue escenario de un partido entre un equipo griego y otro danés, duelo considerado de exhibición en esos Juegos. Los futbolistas griegos formarían parte de un club polideportivo, el Sports Club Podilatikos Syllogos Athinon, la primera asociación de griegos que se interesó por los deportes modernos, hasta el punto de que sus socios representaron a Grecia en otras disciplinas de los Juegos, como el ciclismo o el atletismo. No existen evidencias de que este club hubiera organizado partidos de fútbol antes, así que se supone que aprovecharon el certamen para abrir sus horizontes. ¿Y Dinamarca? Los escandinavos sacaron al terreno de juego un equipo con solamente dos futbolistas, Eugen Schmidt y Holger Nielsen, miembros del Kobenhavns Roklub. El barón de Coubertin había mandado cartas a centenares de entidades deportivas pidiendo que enviaran a sus atletas a Atenas, en una época donde aún no existían comités olímpicos, y si un deportista, por iniciativa propia, quería participar, era bienvenido siempre que no cobrara dinero a cambio de practicar una disciplina. El Kobenhavns Roklub, entidad que como el Podilatikos Syllogos Athinon también era importante en materia polideportiva, mandaría a dos de sus mejores futbolistas. A diferencia de Grecia, Dinamarca ya empezaba a tener cierta tradición en el fútbol gracias a los estudiantes que se marchaban a estudiar al Reino Unido, y este club de la capital, Copenhague, era uno de los más fuertes en ese momento. No queda clara la razón por la cual mandarían solamente a dos jugadores, así que el resto del equipo lo conformaron marineros de un buque danés y algunos comerciantes que se encontraban en Atenas en aquel momento. Pese a la composición curiosa del equipo, los daneses golearon, aunque las crónicas no se ponen de acuerdo sobre el resultado: 9-0 o 5-0. Algunas fuentes hablan de 6.000 espectadores en el que sería el primer partido de fútbol documentado en Atenas…