68 años, más de tres décadas rasgando pizarras con la tiza y 18 escudos de distintos equipos estampados en su currículum vitae. Sobran tiempo y motivos para considerar a Giampiero Ventura, seleccionador de Italia, uno de esos hombres mayores que, tras ver crecer con sus ojos a todos los vecinos del poblado, apoyados en la verja de su establo, se abandonan definitivamente al placer de pasar a creer poco en la vida y mucho en sus palabras. Ventura, soñador encanecido, inició hace escasos días una campaña para conseguir que la Serie A 2017/2018 arranque antes de lo establecido, de modo que la mayoría de sus jugadores puedan llegar al importante duelo clasificatorio contra España del próximo 2 de septiembre con tres jornadas de rodaje. La petición, exagerada para muchos, e imposible para el resto, acaba de dibujar a un tipo al que tal vez ya no le quede fe, pero sí empuje para echar el resto.
Ventura no sugiere. Ventura enuncia, reclama. Directamente. Al fin y al cabo, ¿qué más posee un señor en su vejez que el derecho a exponer lo que le dé la santa gana? En esta línea, el pasado 7 de noviembre se volvió a vivir un capítulo sintomático, cuando el técnico de Génova dio a conocer la nueva lista de convocados, y al ser preguntado por la ausencia en ella de Sebastian Giovinco, que apenas unas horas antes había firmado un hat-trick con el Toronto FC en los cuartos de final de la MLS, respondió con cierta apatía, como quien se quita una hoja seca del hombro: “juega en una liga que no cuenta mucho”.
Giovinco, sin haber llegado todavía a los 30, es el segundo jugador mejor pagado de una liga que ha concedido muchos de sus salarios más generosos a veteranos como Kaká, Gerrard o Pirlo
La frase, por supuesto, no sentó bien a todo el mundo. Empezando por la competición norteamericana, que se la tomó como una afrenta, siguiendo por algunos sectores de la hinchada azurra partidarios de la inclusión de Giovinco y acabando por el propio jugador, que en más de una ocasión ha hecho público su deseo de volver a enfundarse la zamarra nacional. Para este último, de hecho, la declaración de Ventura se reveló al estilo de un fantasma familiar, conocido pero no por ello menos horrendo, pues Antonio Conte ya tomó una postura parecida cuando este verano le argumentó por qué había decidido no contar con sus servicios para la Eurocopa de Francia.
Giovinco, nacido en Turín hace 29 eneros, lleva desde 2015 viviendo su particular american dream. Tras no lograr despegar nunca en la Juventus, la casa de sus amores, y solo haber logrado exhibirse como un atacante de primerísimo nivel en sus breves estancias en el Empoli y el Parma, hace dos cursos convino que necesitaba un cambio de aires. Y que este, a poder ser, fuera radical, como el que por ejemplo emprende ese personaje de una de las novelas de Enrique Vila-Matas, el psiquiatra Pasavento, que de un día para otro, sin previo aviso, decide no presentarse a una conferencia en la que ha sido citado e iniciar así una carrera hacia al anonimato más absoluto. Todos tenemos nuestras razones para querer desaparecer de un mapa y aparecer en otro. En el caso de Pasavento, esas se encontraban en su pasión por los manicomios y la literatura. En el caso de Giovinco, podría suponerse que la predisposición al cambio la estimuló el dinero, y más concretamente, el manto de dólares que le prometían en Toronto.
Desde entonces, aun así, no se puede decir que las cosas le hayan ido mal. Ya con los bolsillos cubiertos, rompió a golear (22) y a asistir (13) en su primera temporada, en la que salió elegido Mejor Jugador de la MLS, y ha sabido mantener el listón en esta segunda, teniendo a su club ahora mismo en la final de la Conferencia Este (el miércoles que viene arranca la serie contra Montreal Impact), a solo dos rondas del título de campeón. A base de estadísticas abrumadoras y otros tantos gestos técnicos de enorme calidad, Giovinco, poco a poco, se ha ido erigiendo en profeta en un país que adora a las súper estrellas. Pero él, sin embargo, no se siente feliz del todo.
No se siente feliz del todo porque sabe que en su tierra, Italia, algunos no se acaban de fiar. Algunos lo miran con suspicacia, temiendo que esté ocultándoles algo. Son los mismos que cuando la noche se despeña del cielo, y hasta los muebles duermen, sienten la imperiosa necesidad de tomar al jugador entre sus manos y zarandearlo en el aire, como si quisieran descubrir qué contiene su cajita, o si realmente contiene algo. La MLS, refunfuñan, no es el mejor contexto para medir el potencial de un futbolista. No es fiable. Los grandes torneos europeos, prosiguen, sí que son capaces de colocar a cada uno en su sitio. De medir el talento. Pero la MLS todavía no, zanjan. La MLS es demasiado nueva, demasiado blanda, demasiado fácil.
Y así las cosas, Giovinco, desde que saltó a la orilla opuesta del Atlántico, solo ha sumado dos encuentros como internacional. Un hecho que también ha crispado a aquellos que defienden su regreso a la selección. “La gente que vive fuera de Estados Unidos suele comparar la MLS con la segunda o la tercera división inglesa, pensando que su competitividad simplemente no es superior”, escribe Luis Miguel Echegaray en una columna en The Guardian. Y continúa: “Esas personas se equivocan en un punto. La MLS no es equiparable a la Premier League, de acuerdo, pero eso no significa que sea un espectáculo horroroso. (…) La selección de Estados Unidos ha demostrado que tú puedes jugar en la MLS y aun así tener éxito a nivel internacional. En el Mundial de 2014, diez futbolistas de la lista estadounidense jugaban en la MLS, y el equipo llegó a octavos. Costa Rica, que tenía a otros tres, alcanzó los cuartos, y acabó el torneo imbatida (la eliminó Holanda en los penaltis). Italia, como también pasa ahora, estaba constituida casi exclusivamente por jugadores de la Serie A, y se quedó fuera en la fase grupos”.
El debate está servido, como casi siempre ocurre cuando algo está fuera de sitio y, con su desplazamiento inesperado, descoloca al resto de las piezas del tablero, que al instante corren a escoger bando. En este caso el ‘outsider’ y divisor de opiniones es Giovinco, un tipo que, sin haber llegado todavía a los 30, es el segundo jugador mejor pagado de una liga que ha concedido muchos de sus salarios más generosos a veteranos como Kaká, Gerrard o Pirlo.
En principio, la discusión seguirá viva durante el tiempo que tarde Giovinco en apagarse en su club, en dejar de impresionar con sus goles y quiebros. También podría pasar que el turinés optase por volver al viejo continente, buscando la reivindicación de nuevo bajo los focos. Pero, de momento, todo está en el aire. Lo único cierto que tenemos es que Ventura ya ha aclarado lo que piensa al respecto del tema. Y que Giovinco, por su parte, se ha mantenido apartado, dolido, tal vez pensando en sus compatriotas y acordándose de eso que cantaba el rapero Sho-Hai en Filosofía y letras: “me gustaría morir un rato/ y veros las caras que ponéis por mi ausencia/para que supierais lo que habéis perdido/y luego volver a este puto mundo de mierda/con una sonrisa de como si nada hubiera ocurrido”.