Se dio a conocer un 20 de marzo de 1991, justo 14 días después de que el Spartak de Moscú y el Real Madrid empataran a cero en la ida de los cuartos de final de la Copa de Europa, en el Estadio Olímpico Luzhniki. En la vuelta, en el Santiago Bernabéu, el Madrid, dirigido por Alfredo Di Stéfano, se avanzó por mediación de Emilio Butragueño a los nueve minutos de partido, pero el Spartak enmudeció Chamartín y volteó el partido antes del descanso con dos dianas de Dmitri Radchenko. En el segundo acto, Valeri Shmarov marcó el definitivo e inesperado 1-3 para el Spartak, en el que también militaban el meta Stanislav Cherchesov, actual seleccionador ruso, Dmitriy Popov y Valeriy Karpin. “Aún lo recuerdo. Eso no se olvida. Nadie confiaba en nosotros, pero ganamos en el Bernabéu”, afirmaba Radchenko hace unos años, en EFE. “Cada futbolista profesional tiene un partido del que no se olvida nunca. Uno de los míos fue en el Santiago Bernabéu. Con el paso de los años, me di cuenta de que fue el partido más importante de mi carrera. Gracias a ese partido nos descubrió mucha gente. Llegamos a las semifinales de la Copa de Europa [cayendo contra el Olympique de Marsella, subcampeón tras perder en penaltis ante el Estrella Roja]. Butragueño, Hugo y un joven Hierro no se lo creían. Al final del partido todo el estadio nos aplaudió. Fue increíble. Ese partido nos cambió la vida”, reconocía el propio Radchenko en As, en 2019.
Nacido en Leningrado, hoy San Petersburgo, el 2 de diciembre de 1970, hace 51 años, siguiendo el camino que tantos de sus compatriotas recorrieron en los 90, Radchenko desembarcó en el fútbol español en 1993, de la mano de Racing de Santander, junto a su paisano Popov. Junto al defensa bielorruso Andrei Zygmantovich dieron nombre al Racing ‘de los rusos’, en el que también sobresalían jugadores como Quique Setién o Pablo Alfaro. De su llegada a Cantabria, “lo primero que se me viene a la cabeza es que no tenía ni idea de español. Recuerdo cuando ganamos al Athletic con un gol mío de vaselina [en el 88′, 1-2]. El día siguiente iba por la calle y la gente me decía: ‘Eres un monstruo’. En ruso monstruo es una palabra muy fea y yo me preguntaba: ‘Joder, qué he hecho para que la gente me insulte?'”, admitía en la entrevista en As. En su primer curso en El Sardinero (93-94) celebró once dianas, ayudando al Racing de Jabo Irureta a acabar en la octava plaza. En la 94-95 firmó nueve, siendo, de nuevo, el máximo artillero del equipo. El Racing de Vicente Miera venció los siete encuentros en los que agujereó las redes rivales, como aquel inolvidable 5-0 contra el Barça del 11 de febrero de 1995.
“Recuerdo cuando ganamos al Athletic con un gol mío de vaselina. La gente me decía: ‘Eres un monstruo’. En ruso monstruo es una palabra muy fea y yo me preguntaba: ‘Joder, qué he hecho para que la gente me insulte?'”
En puestos de promoción de descenso, el Racing saltó al césped de El Sardinero con José María Ceballos; Iñaki Bollaín, Jesús María Merino, Zygmantovich, ‘El Tractor Bielorruso’, Pablo Alfaro, Lluís Carreras; Esteban Torres, Quique Setién (Tomás González Rivera) David Billabona, Popov (Pedro Munitis) y Radchenko, mientras que el ‘Dream Team’, o lo que quedaba de él, ya que el equipo daba evidentes síntomas de decadencia, más aún tras la derrota ante el Milan en Atenas, vivió una de sus noches más negras. Por el bando azulgrana jugaron Carles Busquets; Abelardo Fernández, Albert Ferrer, José Mari García; Pep Guardiola (Iván Iglesias), Eusebio Sacristán, Guillermo Amor (Jesús Angoy), José Mari Bakero; Gheorghe Hagi, Hristo Stoichkov y el también ruso Igor Korneev (Jordi Cruyff), que en Santander tuvo un incidente con la policía recogido por Mundo Deportivo: “Los jugadores azulgrana se quedaron sin el paseo habitual de los días de partido por culpa de la aglomeración de público en las inmediaciones del hotel. Ni siquiera pudieron salir a dar una vuelta por el jardín de que dispone el hotel, porque numerosos aficionados habían roto los cordones policiales y lo habían invadido. Las fuerzas del orden recurrieron a las porras para desalojarlos y Korneev, que se encontraba allí y se vio sorprendido por el tumulto. Un policía no reconoció al jugador, creyó que se trataba de un hincha y a punto estuvo de golpearle. El futbolista se dio a conocer y se produjo un incidente entre ambos, ya que el miembro de las fuerzas del orden le increpó diciéndole que la culpa de lo sucedido era suya por haber salido del hotel. Korneev manifestó que ‘si me llega a pegar acabo en comisaría, porque yo se lo devuelvo'”.
Pese al dominio azulgrana, infructuoso, estéril, el gol cayó del bando local, en el minuto 44: en una acción en la que Radchenko se zafó de dos contrarios antes de filtrar una pelota a la espalda de la zaga catalana para que Esteban Torres batiera a Busquets con un chut ajustado. Ya en el segundo acto, los goles comenzaron a caer como la lluvia, como una lluvia agradable para los locales, molesta para los visitantes. Setién hizo el segundo tanto de la noche en el 52′, cabeceando un centro medido de Popov, y en el 68′, poco después de que el Barça se quedara con diez futbolistas por una roja directa a Ferrer, Merino dejó el duelo visto para sentencia con el 3-0, rematando un pase de Esteban Torres desde la banda izquierda. Con el Barça doliéndose en la lona, Radchenko, clave en el 1-0 y el 3-0, cogió la pluma para inscribir su firma en el partido, cazando un pésimo despeje de Busquets. Mientras el ’11’ celebraba el gol haciendo el avión, El Sardinero explotaba de alegría, extasiado. Ya en el 89′, el propio Radchenko logró su quinto y último doblete con el Racing al convertir un penalti cometido sobre él mismo por Busquets. Angoy, yerno de Cruyff, saltó al verde para intentar detener el penalti, en su debut en Primera, pero el disparo de Radchenko besó las mallas tras acariciar el palo izquierdo, poniendo el penúltimo clavo en el ataúd del ‘Dream Team’. “Otro calvario”, lamentaba la portada de Mundo Deportivo. “Otra manita al Barça”, clamaba la de Marca. “El Racing le bailó”, aseguraba, hablando de “una noche memorable” en la que “el equipo azulgrana, que acabó con nueve, pudo llevarse una goleada de escándalo”. “Este partido ha sido un sueño”, reconoció Miera. “En Santander nunca van a poder olvidar esta noche”, aseguró Radchenko.
Santander tampoco ha olvidado a Radchenko, aunque su paso por El Sardinero apenas duró dos temporadas, ya que en 1995 finalizó su etapa en el Racing para fichar por el Deportivo de la Coruña. Riazor buscaba un delantero y el escogido fue Radchenko, imponiéndose, según cuenta la leyenda, a un joven Andriy Shevchenko. “Aunque tenía contrato por cinco años, al cabo de dos temporadas recibí muchas ofertas. Estuve a punto de irme al Celtic de Glasgow y lo tuve casi hecho con el Aston Villa, pero apareció el Deportivo, que entonces luchaba todos los años por liga y copa”, recordaba el delantero ruso en EFE. La aventura en tierras gallegas comenzó alzando la Supercopa, tras superar al Madrid, pero el ‘9’ vivió todo el curso a la sombra de Bebeto, y sus oportunidades, además, disminuyeron por su condición de extracomunitario. Ya nada fue igual desde que salió de Santander: Riazor nunca vio ese delantero veloz, fuerte, habilidoso y de gran zancada y buen remate que había visto El Sardinero, aunque hizo cinco goles.
“Caí por ahí en años difíciles. No tenía hueco y por eso me tuve que ir al Rayo. A Coruña y España es como mi casa. Hace dos años vendí la casa que tenía allí”, explicaba Radchenko en 2019 en As, en una entrevista en la que también confesaba otra anécdota deliciosa. “Recuerdo a la perfección el primer entrenamiento. En el vestuario no había nadie. Miro alrededor y veo unas botas como de niño. Un 37. Al rato empiezan a venir jugadores del Deportivo y se sienta a mi lado Bebeto, y coge esas botas que yo creía que eran de niño. Era un ídolo y tenía un pie diminuto. Le dije: ‘¿Cómo puedes marcar tantos goles con una pata tan pequeña?'”, rememoraba el ariete.
Radchenko, ciertamente, aterrizó en Vallecas como un fichaje de renombre, pero solo celebró un gol en la liga, y el Rayo acabó descendiendo. El siguiente curso, 97-98, recaló en el Mérida, donde se reencontró con Pablo Alfaro, y enlazó su segundo descenso de Primera a Segunda, sin haber podido celebrar un solo gol. En la 98-99, jugó, poco y sin destacar, en la categoría de plata con el Compostela, junto a Popov, antes de pasar por el Júbilo Iwata japonés y el Hadjuk Slpit croata y de despedirse del fútbol jugando en las filas del Bergantiños y el Baio gallegos. Autor de 31 dianas en 172 partidos en el fútbol profesional español y, según Transfermarkt, de nueve dianas en 31 partidos con la selección (uno de ellos en aquel salvaje 6-1 de Rusia a Camerún que encumbró a Oleg Salenko, en el Mundial de 1994), vivió un tiempo en Galicia, enamorado de la tierra, entrenando en la base del Bergantiños y jugando con el equipo de veteranos del Deportivo, y hoy trabaja en las categorías inferiores del Zenit, en el que jugó cuando aún se llamaba Zenit Leningrado. De vez en cuando, se hacen virales imágenes que comparte en su perfil de Instagram, una mina de sonrisas, sobre su pasión por el campo y la granja. Según decía en As, siempre extrovertido, siempre humilde: “En la granja me relajo muchísimo. Ahí hago de todo. Cultivo patatas, cuido los árboles, doy de comer a las gallinas, corto la hierba. Mis padres siempre trabajaron en la granja y después de que mi padre muriera me gusta venir a menudo para estar con mi madre y relajarme en el campo”.
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Fotografía de portada: Imago.