PUBLICIDAD

Carlo Ancelotti, el hombre que siempre estuvo aquí

27 años después de iniciarse como técnico, el éxito de Ancelotti como padre de jugadores, vestuarios equilibrados, tácticas vigentes y equipos ganadores es un hecho. ¿Cuál es su método y por qué no se desgasta?

ancelotti

Dentro de tres años se cumplirán tres décadas desde que Carlo Ancelotti comenzó a entrenar. Serían 30 años sentado en un banquillo y los últimos 23 como referencia inmortal e indiscutible entre los mejores en lo suyo. ¿Cómo permanece alguien en la máxima élite, demostrando tal grado de vigencia y relevancia, sin aparente desgaste, sin sensación de agotamiento o caducidad? Entre otras cosas, Ancelotti ha abanderado durante todo este tiempo, como ningún otro, el fútbol como una suerte de movimiento renacentista, donde no sólo colocó siempre al jugador en el centro, sino incluso antes a la persona que daba forma al jugador. El de Ancelotti es un caso singular, cuyo análisis se vuelve permanentemente injusto por la fuerza con la que su principal virtud, la que le avala como un profundo conocedor del temperamento humano, demerita la que más se suele atribuir a sus homólogos, que no es otra que la de construir equipos de manera formidable.

En la obra que resume su forma de ver este deporte, que es, en realidad, su forma de ver el mundo, Liderazgo tranquilo, Carlo Ancelotti menciona a Lucio Mongardi como el primer líder al que él se acercó. En todo momento, su razón de ser como futuro entrenador no es dirigir la mirada hacia, o no sólo, el talento futbolístico, sino hacia aquellos lugares donde las personas muestran qué les hacen tomar decisiones y qué pensamiento hay detrás de cada una de ellas. Mongardi era un veterano futbolista que había jugado en la Atalanta, en Serie A, y que en aquel momento ejercía de líder en tercera división con una fortaleza de espíritu a la que Carletto se refiere como “un ego situado, siempre, en el lugar correcto”. Desde esta forma de integrar voluntades, Carlo no sólo ha cimentado su historia como entrenador, sino también su valor como audaz, imperante y, también, desapasionado estratega.

 


Un buen director de actores, lo que va a conseguir sobre todo es verdad y lo que va a tener es una antena que discrimina qué es verdadero y qué no. Para empezar, un buen director de actores sabrá sentar las condiciones para que pasen cosas. Dirigir a grandes actores casi nunca pasa por dar instrucciones precisas y exactas de lo que tiene que suceder, pero sí determinados hitos. Los grandes actores son grandes actores: invocan emociones y son capaces de generar aparentemente pensamientos en directo. Las cosas suceden. Ellos son. No están haciendo de nadie. Y hay quien sabe establecer condiciones para que pase todo eso, para que determinadas barreras caigan, para que ese flujo se produzca. Si es un gran actor, se van a conseguir grandes cosas. Si no es un gran actor, se va a trabajar mucho para que sucedan determinados momentos en los que nadie está mintiendo, en lo que todo eso sea cierto.

Rodrigo Cortés


 

Para comprender de manera más certera y precisa lo que identifica a Ancelotti como el líder y entrenador que es, y por tanto su concepción del juego como interacción entre personas que deben ser entendidas tanto en la razón como la emoción, quedó en su memoria su etapa bajo las órdenes de Nils Liedholm. El sueco, uno de los grandes entrenadores que ha dado el fútbol, era reconocido como una autoridad equilibrada dentro del vestuario romanista, pero Ancelotti quedó aún más marcado por la personalidad de Liedholm cuando el club firmó a Paulo Roberto Falcao. El brasileño producía el clásico e instantáneo impacto de las grandes personalidades; poseía el don de espíritu, la gracia heredada y la elegancia innata que atraía miradas y condicionaba la presencia de todo el grupo. Liedholm, al que Ancelotti definió como un líder natural al que todos seguían sin que apenas se le recordara una posición dominante, se plegó ante Falcao con la misma naturalidad con la que los demás se plegaron previamente ante él.

Cuentan que el genio brasileño comenzó a preguntar por qué había tan pocas sesiones con balón -la Italia de los 80-, y por qué el balón no estaba en el centro de todo. Entonces, Ancelotti observó en Liedholm un cambio progresivo, integrador y enriquecedor: modificó los métodos de entrenamiento e incluso tomó aquella situación como una oportunidad para la mejora y el aprendizaje, porque en realidad estaba aprendiendo, a través de la relación humana y del juego del fútbol, una nueva forma de ver el mundo. Ancelotti cita este hecho como trascendental en su carrera puesto que Liedholm, al darle mayor peso al pensamiento y temperamento del jugador, al intentar empatizar y nutrirse de su forma de entender las cosas, lograba así crear entornos de libertad y responsabilidad para los futbolistas y, por tanto, formar futuros líderes. Es una observación muy profunda y que explica, entre innumerables muestras de perspicacia y persuasión, el éxito de Ancelotti como padre de jugadores, vestuarios equilibrados, tácticas vigentes y equipos ganadores.

 

Carlo no parece de qué preocuparse nunca porque en realidad no tiene por qué hacerlo. Su método futbolístico siempre ha estado latente porque está fundado por algo superior: la relación entre jugadores

 

No deja de ser curioso que, 27 años después, Ancelotti sea considerado por primera vez el gran referente de una corriente futbolística con visos de hacerse imperante en el presente y futuro cercano como es la relación funcional de juego, consecuencia de una interacción más libre y cercana de comunicación entre diferentes talentos de la que el italiano, el eterno ganador de mirada calma, es considerado bandera indiscutible. Carlo no parece de qué preocuparse nunca porque en realidad no tiene por qué hacerlo. Su método futbolístico siempre ha estado latente porque está fundado por algo superior, que es la relación entre jugadores, cuyo patrón común descansa en la sabiduría con la que su líder comprende, de igual forma, los rasgos futbolísticos y temperamentales de cada integrante del grupo. Puede haber una gran distancia entre dos o varias personalidades; puede haber diferentes formas de entender las jerarquías, de necesitar diferentes impulsos motivacionales que Ancelotti siempre las acercará. Por eso, y por mucho más, Ancelotti siempre ha ganado o ha estado cerca de ganar.

 


Lo más importante a la hora de enfrentarse a la dirección de actores es elegirlos bien. Lo segundo más importante es conocerlos bien. El buen director de actores no es aquél que habla mucho y gesticula de manera ostensible. El buen director de cine parece que no hace nada.

Jaime Rosales


 

Fotografía de Getty Images.