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Bienvenidos a la Revolución Gallardista

Ahora que ha puesto fin a su etapa en el banquillo 'millonario', nos preguntamos: ¿cómo ha conseguido cambiar Marcelo Gallardo la historia de River Plate?

TEXTO DE JULIÁN MOZO

 

Este reportaje sobre el entrenador es una versión extendida del que ya publicamos en el #Panenka92, un número que salió a la venta en enero de 2020 y que todavía puedes conseguir aquí


Conocemos en la intimidad la gestión del ‘Muñeco’ Gallardo, el líder de un proceso histórico que cambió la historia de River. Anécdotas y testimonios que reflejan su obsesión, hiperexigencia, ambición e inteligencia. Un brillante formador de grupos que puso la épica en lo colectivo y se transformó en mucho más que un entrenador. 



 

Monumental de Nuñez. Es viernes, cae la noche en Buenos Aires.

El jugador, titular inamovible de River Plate, no figura entre los concentrados para el partido del domingo pero, cuando se está yendo de la concentración ubicada en el segundo piso del estadio, Marcelo Gallardo va a su encuentro para hacerle un pedido especial.

-¿Te vas? ¿No te querés quedar a dormir con nosotros?
-

-No, me voy, Marcelo. Gracias.

-¿Pero vas a lo de tus padres?

-No, a mi departamento.
-

-Pero, dale, ¿qué vas a hacer solo? Mejor quédate a dormir acá.

-No, dejá…

-¿Pero tenés buena comida en el departamento?
-

-Sí, sí…

-Mejor quedate. Mañana ya te levantás acá y entrenás con nosotros.

El jugador se da cuenta que ya no tiene argumentos para convencerlo y, aun sin muchas ganas, acepta quedarse al notar que lo de Napoleón es más una exigencia camuflada (para cuidar el físico de un jugador que considera clave) que un pedido. Eso sí, pocas horas después, la decisión que tomó le depararía un verdadero alivio. A la mañana siguiente, en el entrenamiento previo al partido, el chico sufriría una contractura y, en la intimidad de su entorno, reaccionaría con una lectura de lo que podría haber pasado si no se quedaba en la concentración. “Menos mal que me quedé eh… ¿Te imaginás si me iba y al otra día me contracturaba? Quizá pensaba que me había ido de fiesta a la noche y eso me traía un problema…”, explica este muchacho salido de las inferiores de River que conoce bien la exigencia de su entrenador, el mismo que lo terminó potenciando hasta convertirlo en una pieza esencial del equipo que fue campeón de América.

Así es Gallardo en la intimidad. Exige a todos y controla todo. “Está en todo y es muy demandante”, asegura más de uno. “En todos los detalles, te diría, desde la ropa hasta la comida pasando por los viajes. Cómo vamos hasta tal o cual ciudad, a qué hora, por qué ruta, donde nos alojamos”, cuenta Eduardo Barrionuevo, el dirigente que más tiempo comparte con el plantel y en quien más confía Gallardo en el día a día, una especie de jefe de equipo. Marcelo se detiene en cuestiones mínimas que, para otros, serían ridículas. Como cuando un jugador, en el pasado criticado y hoy figura del equipo, llegó con un par de botines -que le había dado la marca que lo viste- que tenían algunos detalles que parecían ser azules y amarillos. “Esos no, eh”, le dijo. Tres palabras bastaron para que ese modelo no viera nunca la luz…

O como cuando el ‘Muñeco’ llegó a un entrenamiento y preguntó dónde estaba esa joya que, desde hace meses, empezó a ser una interesante carta de recambio de los titulares. “Se quedó en la bici fija, Marcelo: nos dijo que estaba tironeado”, le contestaron sus ayudantes. Gallardo no dudó y lo fue a buscar, sabiendo que se parecía más una excusa repetida por este volante talentoso que, el coach cree, debe sacrificarse más en las prácticas y trascender los “dolorcitos”. O como cuando vio cómo uno de los pibes que recién había debutado llegó a la primera práctica posterior a esos buenos primeros minutos en Primera con una actitud canchera, con los cordones desatados y las medias bajas. Por eso y por algunas otras actitudes similares ese volante no volvió a aparecer ni entre los concentrados de la Primera. Y eso que tiene condiciones y es pariente de quien fuera un crack mundial…

Así gestiona Gallardo. O el ‘Mini Kaiser’, como algunos le dicen por lo bajo para marcar lo bravo que es el entrenador de River. “Los tiene cortitos a todos. Y no son pocos los que le tienen miedo y se cuidan en todo”, comenta una de las pocas fuentes que se anima a hablar y abrir, aunque sea un poco, el impermeable hermetismo que rodea al plantel millonario. “Pero ojo, ya todos saben que si respetan sus exigencias, te vas a potenciar y tendrás chances de jugar en un equipo top”, agrega para dejar claro que, si bien la vara tan alta puede generar alguna molestia en el día a día, los resultados de este proceso, dentro y fuera de la cancha, son tan apabullantes que la gran mayoría aceptó que es la fórmula del éxito que todos deben respetar.

A diferencia de lo que parece, Gallardo no es tan cercano al jugador ni entra dentro el rubro coach jugadorista. Al menos si nos referimos a lo que históricamente ha representado ese concepto. “Ojo, al jugador le llega muchísimo, le creen todo, pero el respeto y hasta el amor del jugador no lo consigue con franeleos. A nadie le soba el lomo. Marcelo habla con sus consejos, con sus decisiones y también con sus aciertos”, asegura una fuente que conoce muy bien la intimidad del plantel, pero prefiere el anonimato. Gallardo no vive elogiando ni está atrás de nadie. De hecho, en otro reclamo que algunos referentes hacen por lo bajo, les gustaría algún “bien, bien” más, que les “tocara el hombro” y les dijera algo elogioso o motivante. Pero esa acción pocas veces llega, salvo en público, cuando ellos salen de la cancha o termina un partido y Gallardo se acerca para un gesto, sea físico con un golpe, verbal con una felicitación o gestual con un dedo pulgar levantado. Es como su bendición pública. Sería algo así como un “muy bien, vas por el camino correcto, seguí así”.

Gallardo prefiere mantener una distancia con el jugador. Parece tener todo medido y estudiado, hasta los elogios o palabras de aliento. Sabe que los jugadores, a veces, son difíciles y te viven midiendo. Por eso sus aportes son quirúrgicos e inapelables. Tiene un estilo duro de conducción, habla con sus decisiones y hasta con su nómina de concentrados. Nada está librado al azar ni nadie recibe regalos. Parecido, en un punto, a lo que hacía Ramón Díaz, pero sin generar los enojos o enfrentamientos que a veces propiciaba el estilo del ‘Pelado’. La diferencia es que Gallardo es una evolución en ese sentido, un mago, que sabe en qué momentos exigir y cuáles no, cuándo tensar la cuerda y cuándo aflojar, de acuerdo a los distintos momentos y situaciones. “Es verdad que en el día a día tiene una relación más distante, pero para eso descansa en un equipo de gente que está en todos los detalles”, explica Matías Patanian, vicepresidente del mandato anterior de Rodolfo Donofrio pero siempre uno de los dirigentes con más peso durante el ciclo Gallardo. Biscay es el mejor nexo con los jugadores, la voz más directa en el grupo (en especial con los referentes), aunque lejos de ser la única. Cada profesional, de los 21 que rodean y potencian al plantel, cumple más que la función que le permiten sus conocimientos. Todos aportan socialmente al grupo y han colaborado para que River sea hoy una gran familia.

El ‘Muñeco’ aplica la teoría popular del “medio dedo en la cola”. Ni todo, porque “duele”, ni nada, porque los jugadores pueden convertir la libertad en libertinaje. Lo mejor, sobre todo con los jugadores argentinos, es que estén controlados, que sientan la exigencia, el rigor, la vieja ley de “premios y castigos”. Con Gallardo existen ambos y si estás de un lado, tenés todo. Si no, la puerta de salida. Gallardo no tiene problemas en gestionar comportamientos. Les marca la cancha e incluso les reglamenta la vida con consejos o decisiones, como refleja la primera anécdota de este artículo. Si alguien tiene que quedarse a dormir o no, qué deberían comer, cómo entrenarse, si deben salir a saludar a la gente o no. Todo. Nada está librado al azar. Y siempre bajo una línea, su opinión. No son órdenes, pero se le parecen bastante. Es como si fueran órdenes que los jugadores no cumplen como órdenes. Las cumplen como si fueran consejos. Ese es el secreto.

Marcelo sabe cómo convencer. Como buen líder, habla lo justo y necesario. Lo hace de forma quirúrgica, encontrando los momentos y formas ideales. Y tocando la fibra íntima de cada jugador. Como dijo Julio Lamas, ex entrenador del seleccionado de básquet argentino y su mítica Generación Dorada, “a algunos deportistas hay que hablarles a la cabeza, a otros al corazón y a otros al bolsillo”. Gallardo sabe cómo, cuándo y dónde. “Cuando uno está al frente a un grupo tiene que gestionar diferentes personalidades y egos. Debe haber un mensaje claro, que todos se sientan referenciados y seguros. Y el objetivo es que las cosas no se hagan porque yo lo diga, sino porque pretendo que todos se comprometan con su forma de sentir. Eso lo creo fundamental. Se puede respetar a una persona que tiene una idea clara, pero si cada uno no lo siente es más difícil que se involucre al 100%, que es lo que yo busco”, asegura el ‘Muñeco’. Es un DT que hace hincapié en que los jugadores se involucren en un mismo sentir. Y así, de a poco, ha construido un imperio en ese sentido. Sus jugadores le creen y lo siguen.

 

Sabe cómo convencer. Como buen líder, habla lo justo y necesario. Lo hace de forma quirúrgica, encontrando los momentos y formas ideales. Y tocando la fibra íntima de cada jugador

 

“Marcelo sabe manejar los grupos en cada área y tiene una impresionante capacidad de liderazgo. Es frontal y claro en sus conceptos. No vende humo. Es convincente en lo que dice y muy respetuoso de situaciones. Sabe cuándo y cómo acercarse. Por eso el jugador confía en lo que dice”, opina Barrionuevo. Su autoridad en el grupo no se discute. Si dice algo, se hace. Como cuando intervino, a través de Biscay, con una “recomendación” luego de la ganarle la final a Boca en Madrid y en la previa del Mundial de Clubes. “Marcelo escuchó que todos se van a teñir el pelo. No lo hagan, por favor”, tiró su ayudante en el chat de los jugadores. Los más experimentados entendieron el mensaje y pararon hasta el coiffeur, que ya tenía fecha para teñir a varios. Marcelo lo hizo porque se veía venir un relajamiento tras una conquista histórica y no quería a nadie desenfocado para comenzar el torneo en Abu Dabi. Sus sospechas eran fundadas y si bien logró frenar la movida de sus pupilos, no logró mantenerlos con esa ambición que, lógicamente, se había saciado en Madrid con la histórica conquista ante Boca. La historia no termina ahí. Tras la sorpresiva derrota con Al Ain, los jugadores esperaron llegar al país para cumplir la promesa de teñirse. Marcelo no volvió sobre el tema, pero cuando River arrancó mal el torneo, con tres derrotas en fila en el verano del 2019, ahí decidió intervenir otra vez. “Dejémonos de joder con el pelo así, por favor”, fue la frase-orden. Todos cumplieron, cada uno regresó a su color de cabello y River volvió al triunfo. Gallardo los quiere enfocados. A todos. En todo sentido. Y en todo momento. No importa que solo unos días antes se hubiera logrado el mojón más importante de la historia del fútbol argentino.

Su hiperexigencia la sienten todos, día a día. “Es tan exigente que también me exige a mí, y está bien que lo haga. Si me ve distraído en algo, me dice ‘presi, vamos…’. Está bien, puede decírmelo. Marcelo quiere ver que todos los que lo rodean, desde la presidencia hasta que el abre la puerta del club, estén consustanciados con lo que estamos haciendo”, admite Donofrio. Esta virtud, que empuja siempre, también desgasta. Por eso, cuando analiza si seguir o no, como pasa cada fin de año, es lo primero que Gallardo analiza. “Me quedaré mientras el resto tolere mi exigencia. Yo lo pienso todo el tiempo, lo reviso siempre. Observo, miro, analizo cómo asimilan lo que digo o pido. Por eso no es fácil sostenerse ganando, sin relajarse. Requiere de exigencia. A mí todo esto me sigue dando emociones, pero la clave es si al resto le pasa lo mismo porque, a veces, los cambios también pueden ser buenos…”, reflexionó hace pocos meses, cuando arreciaban las consultas sobre su continuidad a partir del rumor de que podía reemplazar a Ernesto Valverde en el Barcelona. Patanian cuenta cómo son los análisis del ‘Muñeco’ y de qué forma esta exigencia está muy presente. “Marcelo es consciente que la sobreexigencia no es para siempre, por eso cada diciembre hace su análisis, un diagnóstico para ver si puede seguir redoblando la apuesta. Porque el problema, cuando ganás, llega al día después… Cuando observa complicidad a su alrededor y nota que estamos todos en la misma línea, tiene buena parte de la decisión tomada”, explica el directivo.

Siguiendo con los bastiones de su gestión es fundamental posarse en su filosofía, en cómo ha puesto la épica siempre en lo colectivo y no en jugadores puntuales. Si se analizan sus conferencias de prensa, Gallardo da crédito a jugadores, pero no exagera. Es muy medido en los elogios. Nunca pone el foco en una producción individual, por más determinante que sea. Les da confianza, los aplaude, pero no los eleva a la categoría de héroes, aunque en determinados partidos lo sean. Porque considera, genuinamente, que lo primero (y lo más importante) es el equipo. Marcelo cree en eso, a ultranza. Nadie está por encima del equipo ni del grupo. Por eso no se inmuta cuando se le lesiona (o expulsan) un jugador antes de un partido clave. Considera que la fortaleza está en lo colectivo. Lo ha probado, a lo largo del tiempo, rearmando equipos con el mismo éxito y eligiendo jugar partidos claves con jugadores que nadie creía podían rendir como lo terminaron haciendo. Como pasó con el Sicario Rojas y Jorge Carrascal, en julio pasado, en el partido de vuelta en Belo Horizonte por los cuartos de final de la última Libertadores. O como sucedió Camilo Mayada jugando de lateral izquierdo en la final de la Libertadores 2015 ante el talentoso Tigres mexicano.

Así Gallardo se convirtió en el único técnico argentino capaz de escapar del resultado inmediato, del existimo a ultranza y de la histeria mediática en la que vive inmerso el fútbol. Dos ejemplos lo prueban con contundencia. Nadie creía en Milton Casco cuando River vendió a Marcelo Sarachi en junio del 2018 y el técnico, lejos de pedir a un refuerzo, apostó a recuperar a este lateral que había cometido varios errores. Hoy, gracias a que se convirtió en un defensor completo, los hinchas han puesto banderas con la leyenda “perdón Milton” y corean su nombre. Lo mismo pasó con el uruguayo Nicolás De la Cruz. Gallardo lo esperó tras un comienzo con dudas y hoy es pieza esencial del que fue el mejor mediocampo de Latinoamérica. Gallardo lo hizo.

Justamente la única vez que el ‘Muñeco’ usó nombres propios para explicar una situación lo hizo para que todos conozcan por quiénes apuesta… “Yo veo potencialidades, pero necesito saber si el futbolista también lo siente. Tal vez yo quiero sacar la mejor versión de ese jugador, pero hay que ver si él está preparado. El jugador no te lo va a decir, por eso vos tenés que analizar la situación para tener la certeza. Con Tabaré Viudez yo había jugado (NdeR: en Nacional de Uruguay), sabía tenía todas las características físicas y técnicas para triunfar en River. Y yo estaba convencido que tenía las herramientas para sacarle su mejor versión futbolística. Lo trajimos y yo insistí mucho con él. Al principio, él hizo el esfuerzo para devolver esa confianza, pero en un momento se rindió. Y ahí fue que dije ‘hasta acá llegamos’. Porque llega un momento que necesitás que la otra persona esté convencida. Diferente fue lo que pasó con el ‘Pity’ Martinez. Al principio era resistido, pero yo y él sabíamos que el potencial estaba. Y cuando yo veo eso, voy hasta el final”, resumió en un podcast con el periodista argentino Juan Pablo Varsky. El final es conocido: el ‘Pity’ fue uno de los símbolos del éxito del proceso.

Afianzar a lo colectivo como mayor tesoro le permitió trascender los nombres. Ninguno de los líderes y jugadores determinantes estuvo por encima del equipo. Esa es la génesis, la esencia, de este éxito sin igual en el fútbol sudamericano, donde aguantar un DT más de dos años es un hallazgo. Cómo será que, en estos cinco que Gallardo se quedó en River, entre Boca, Independiente, Racing y San Lorenzo ya pasaron 26 entrenadores (y contando). “Marcelo privilegia lo grupal por sobre lo individual. Es un equipo y te lo hace notar permanentemente. A cada segundo y en cada decisión”, explica Barrionuevo. Patanian va más allá, dando un ejemplo de cómo toma decisiones. “Nadie está por encima del equipo y el grupo. Pero nadie, eh. Por más bueno que sea. Marcelo nunca piensa que un jugador lo va a salvar. Si se decide por uno sobre otro para ser titular, por ejemplo, es porque cree que ese jugador va a ser mejor para el equipo, no por creer que va a desequilibrar por sí solo, aunque suene increíble”, agrega. Impacta lo que dice Patanian porque, claro, la filosofía de Gallardo va mucho más allá de la trillada frase “primero está el equipo”. Muchos le dicen, la pregonan, pero no la sostienen con decisiones. Marcelo sí. “Cuando Mora no pudo jugar la final de la Copa 2015 lo puso a Cavenaghi… Y a Mayada de 3, ¿te acordás? O, hace poco, a Carrascal en el Mineirao. Lo hace porque ve cosas que otros no. Y porque quiere potenciar al equipo, y tocarle esa fibra íntima al jugador al que le da la chance. No nos olvidemos que este no es un ciclo que haya tenido a un Ortega, un Alonso, un Francescoli, o un Salas. Hubo muy buenos jugadores, sí, pero no supercracks. La fortaleza estuvo en lo colectivo”, argumenta.

Un resumen de la importancia de lo colectivo se dio en la final de la Copa Argentina de diciembre pasado, cuando Gallardo dispuso el cambio por Rafael Santos Borré y al colombiano no le gustó nada. Primero, cuando el delantero quiso salir por un costado, le ordenó que fuera por la mitad para saludar a quien ingresaba y, cuando venía para el banco, le gritó “¡Cabeza arriba! ¡Cabeza arriba!”. Borré, enojado, lo evitó y golpeó el banco de suplentes. Otros entrenadores, sin tanto poder y liderazgo, lo hubiesen dejado para evitar un choque. Pero Marcelo lo siguió y le gritó dos veces su frase de cabecera “¡Rafa, pensá en el equipo!”, con firmeza pero llamándolo por su nombre. El jugador ni contestó y, en los festejos, admitió que había estado mal, que no quería salir porque pensaba que podía convertir el tercer gol de River (justamente lo hizo Julián Alvarez, su reemplazante) y que Marcelo lo había retado con esa frase que ‘pescó’ la cámara de TyC Sports.

Patanian extiende el concepto de lo colectivo al armado del grupo. “Es muy importante que el jugador que llega entienda el concepto granítico de grupo, que lo colectivo está por encima de todo”, explica y da un ejemplo de un ex jugador de River –sin mencionarlo- que quería volver y el ‘Muñeco’ rechazó. “La dejó pasar para privilegiar lo colectivo y el funcionamiento. Consideró que su llegada no hubiese sido sana para el grupo y mirá que era un nombre pesado, interesante”, admite. El directivo recuerda cómo un encuentro en 2016 con James Kerr, el autor del libro Legado que describe el éxito de los All Blacks, fue importante para afianzar valores y comportamientos que querían para la convivencia en River. “Cosas que van más allá del campo de juego, que reflejan un compromiso hacia un proyecto, hacia un grupo”, explica. Hay reglas de convivencia impuestas por Gallardo que se respetan a rajatabla. Si esto no sucede, hay multas para los “infractores”. Si usas el teléfono en una reunión o comida, si llegás tarde, hay un estipulado de 100 dólares de sanción, aunque el monto varía de acuerdo al momento y circunstancia que se produce la falta. Y no hay apelaciones y/o conmutaciones posibles.

En la elección futbolística, el denominador común ha sido la polifuncionalidad. Gallardo no es tan afecto a los planteles largos, por eso cuando sale a buscar alternativas, prefiere los jugadores versátiles que pueden cumplir más de una función, como pasó con Mayada en el pasado y en el último mercado de fichajes se repitió con Paulo Díaz, por el único que insistió mucho, teniendo en cuenta que el chileno puede cubrir los cuatro puestos de la defensa. La evaluación futbolística es clave, es verdad, pero nunca va separada de la humana. Gallardo elige minuciosamente a los refuerzos, buscando el perfil que le interesa más allá de sus habilidades en la cancha. Tipos humildes, disciplinados, trabajadores, que tengan un ego controlado y sumen en el grupo. Un grupo que tiene otras máximas, como la mesura para declarar. Marcelo aconseja “pensar bien antes de hacerlo” para evitar quedar como soberbios o agrandados, o generar polémicas que perjudiquen el día a día. Otra es el hermetismo hacia el afuera, que incluye hasta el círculo íntimo de los jugadores. Hablar poco y nada, y mucho menos mal de alguien. Ni de un compañero o del DT. “Con Marcelo no hay opción: los trapitos sucios se lavan adentro de casa”, aseguran desde la intimidad.

Ese silencio estampa nace de él y se traduce a todo. Tanto que generalmente el técnico ni les comunica sus decisiones a los referentes del plantel. A los líderes les gustaría saber más, quién va a jugar, cuándo, cuánto, cuál rotará y tendrá descanso, por ejemplo. Pero el técnico no suelta prenda, a veces incluso hasta minutos antes de los partidos. Por eso muchas veces los periodistas que cubren River fallan cuando dan informaciones (sobre formaciones o refuerzos) y, últimamente, prefieren jugársela poco para no quedar en off side cuando arriesgan sobre las posibles alineaciones en encuentros importantes. ¿Para qué usa esta estrategia? Para sorprender a los rivales, seguramente, pero también le sirve para hacer dudar a los jugadores y así tenerlos a todos prendidos y motivados. Nadie se mete en esas formas. Ni siquiera los dirigentes de mayor peso. “Nosotros no nos metemos casi nada en el día porque, además, Marcelo es muy celoso de la intimidad del equipo. Confíamos en él y en su grupo de trabajo. Incluso a veces nosotros nos enteramos en la cancha de quiénes serán los titulares… Creo que un secreto es que la dirigencia se mete donde debe meterse y es muy cuidadosa con el intercambio con el entrenador”, refleja Patanian. Claro, también tiene que ver con el poder que alcanzado Gallardo dentro de la institución…

En el día a día, Gallardo elige acercarse más a los pibes, para guiarlos, y menos a los referentes, en quienes descansa para moldear el plantel. Ponzio, Pinola, Enzo Pérez y Armani son hoy los jugadores con dotes de liderazgo que acompañan a los más jóvenes y le hacen todo más fácil a Gallardo. “Es un grupo de mucho compañerismo, una verdadera familia. Si no juega uno, juega el otro y siempre se trata de apoyarlo. Y los más chicos escuchamos mucho a los más grandes, a los referentes que te pueden enseñar mucho. Hay que respetarlos y escucharlos. A Leo (Ponzio), Enzo (Pérez) y Javi (Pinola), por ejemplo. Tienen experiencia y son los que más saben. Y también al cuerpo técnico que nos guía”, explica Palacios, el primero en emigrar de este gran equipo que cerró el año con otro título. Es tan buena y respetuosa la convivencia que hay decenas de ejemplos. “En estos cinco años se formaron grupos espectaculares. Todos se han amoldado, aceptado roles y decisiones sin generar problemas. Y para eso han sido muy importante tener líder positivos de vestuario, con ambición y sentido común”, rescata Barrionuevo. Hace años que River es una gran familia sin conflictos de ningún tipo, al menos públicos. A tal punto que seis jugadores de este plantel (Nacho Scocco, Enzo, Juanfer Quintero, Casco, Ponzio y Matías Suárez) se fueron juntos de vacaciones para despedir el 2019.

Gallardo, en los últimos meses, les ha devuelto mucho a los jugadores, de forma privada y pública. Como les dijo en el vestuario del Estadio de Lima luego de la increíble y dolorosísima derrota ante Flamengo en la final de la Libertadores 2019. “Ahora no hay nada que nos pueda consolar, pero quiero que sepan que me siento orgulloso de ustedes. Hicieron un gran partido y dejaron todo en la cancha. Esto es fútbol y puede pasar lo que ocurrió, pero me siento absolutamente representado por todos”, les dijo en medio de la desolación anímica que reinaba en el camarín. Los jugadores le respondieron semanas después ganando con autoridad la final de la Copa Argentina por 3-0 y terminando el 2019 con dos títulos, quizá en el año en que mejor jugaron sus equipos. “Quiero agradecerle a este grupo de jugadores. Me siento muy orgulloso. Me han hecho vivir el año más lindo y feliz de mi vida. Gracias por seguir trabajando con humildad y sacrificio”, cerró, emocionado, delante de 70.000 hinchas que llenaron el Monumental –y de los millones que lo vieron por TV- para los festejos del aniversario del triunfo sobre Boca en Madrid.

Muchos rescatan la capacidad estratégica de Gallardo, cómo rearmó equipos con distintas identidades, la voracidad ofensiva permanente y hasta un ojo clínico para buscar refuerzos, pero lo más cautivante está en la intimidad, en el grupo, en esa virtud que le permite generar competencia extrema entre los futbolistas, sin que surjan conflictos. “Gallardo no solo sabe planificar un partido, sino que durante toda la semana es un líder de un grupo que moldeó a su imagen y semejanza. El grupo humano es tan importante como las individualidades. Los egos quedan a un costado y eso lo logró Marcelo. River entrena como juega, por eso tiene ese ritmo el equipo”, asegura Donofrio. ¿Cuál es la clave? La equidad. “Marcelo no hace diferencias ni se casa con nadie”, es la expresión bien argenta que Barrionuevo usa para describir las decisiones con los jugadores. En el plantel no hay privilegiados. Ni intocables. Ni nombres más pesados que otros. En el grupo y, menos, dentro del campo. Juega el que mejor está. “Eso es muy respetado por jugadores. Se maneja por lo que ve en prácticas, quien está bien y quién no”, aclara Barrionuevo.

Nacho Fernández lo puso en blanco sobre negro cuando le preguntaron si se sentía uno de los preferidos de Gallardo. “Yo no creo en eso. Es verdad que me tiene confianza, me ha bancado y puesto en varios puestos, pero si no rendís en dos o tres partidos es muy posible que entre el que está en el banco porque Gallardo les da chances a todos. Después, claro, hay que aprovecharlas”, asegura. Gallardo no mira apellidos, salarios ni valor de reventa. Juega el que más le sirve al equipo. Sobran ejemplos. Hay que pensar que Lucas Pratto fue figura en los dos títulos internacionales (2018 y 2019) y terminó el año como el cuarto/quinto delantero. Que Scocco, clave en el pasado con su fineza y goles decisivos, estuvo varios meses afuera y recién a fin de año volvió revitalizado. Marcelo, además de ser justo, les habla y no les falla. “Si estás bien, vas a jugar. O tendrás tu chance”, les dice. Y así es. No es que dice, Marcelo hace, sin dudar. Y todo sucede sin conflictos, sin disputas de cartel. Los vedetismos, tan habituales en el fútbol están absolutamente prohibidos con Gallardo. Se trata de un entrenador “horizontal” y por eso casi todos lo respetan y hasta reverencian.

Lo futbolistístico, por supuesto, también tiene su sello. Y si algo se destaca de los equipos de Gallardo es lo trabajados que están. El mantener la base y el paragua protector de los triunfos épicos fueron dos factores clave para trabajar hasta en los más mínimos detalles, algo que hace lo diferencia en los grandes partidos. El pase, determinantes en todos los equipos exitosos de la actualidad, fue uno de los elementos distintos del último equipo. River se pasa la pelota como ningún otro equipo del país, casi como un europeo. Pases fuertes, de primera, direccionados para el control, con ventaja y en espacios reducidos. Tac, tac, tac. Precisión en velocidad. Ha sido un deleite, sobre todo estando en la cancha, ver cómo River tocaba con paciencia, sin apuros -incluso en partidos con mucho en juego- y así desbarataba poblados sistemas defensivos. En la final de Copa Argentina hizo un gol exquisito tras 20 pases. Y, en el año, hubo jugadas de más de 35. Lo hizo en partidos cerrados y ni hablar ganando, cuando mató a los rivales, cuando éstos salieron a buscar el partido y dejaron más espacios. El pase como bandera le sirvió para salir de la presión y poner a jugadores hacia adelante desde mitad de campo en adelante y así tomar mal paradas a las defensas. Eso se complementó con el trabajo fino en los controles orientados de sus jugadores. Todos reciben ya perfilados y sabiendo para dónde saldrán. Parecen cosas menores, pero hacen una gran diferencia, sobre todo en un fútbol argentino que se juega con gran presencia física y dinámica, mucha presión y pierna fuerte, pero en el cual suele haber poco tiempo para trabajar en la técnica individual, el tiro de media distancia y el cabezazo, por citar tres casos. Enzo Pérez, un mediocampista por derecha transformado en ‘5’ posicional, fue el líder del sistema. Le sumó sacrificio, ubicación y quite a su habitual panorama y gran acierto en el pase. Con él, River siempre salió limpio. Y con ventaja. Una especie de Toni Kross mendocino. A su lado, Palacios, con gran dinámica, quite, pelota bajo la suela, pase vertical y hasta llegada al gol. Nacho Fernández, el que más libertades tiene para moverse en el sistema, juega en puntas de pie, como un bailarín, elegante, impredecible, capaz de cambiar de perfil y llegar al gol. Un flaquito de piernas como alfileres que no le escapa al roce y suma robos. De la Cruz complementó el mediocampo cuando encontró continuidad y mostró su versión veloz y atrevida. Gambeteador hacia adelante, de gran pegada y mucho compromiso en el retroceso. El mejor volante ofensivo quitador de balones en la última Copa. Pero ojo, los centrocampistas no son los únicos mejorados por el DT. Fue impactante ver cómo Montiel, un zaguero en inferiores, mejoró este año sus controles y precisión en los pases para ser un mejor lateral derecho. Los dos centrales, además de seguridad atrás, aportaron salida clara con distintos perfiles y Casco es hoy lateral y laterior -se cierra, casi como mediocampista, para sorprender en ataque y en defensa para hacer coberturas interiores-.

 

También pide hermetismo hacia afuera. Que los jugadores hablen poco o nada, y mucho menos mal de alguien. Ni de un compañero ni del entrenador. “Los trapitos sucios se lavan en casa”

 

“Con Gallardo me formé. Fue muy importante para mí e influyó mucho en mi juego. Recuerdo cuando me pidió que dejara de jugar como un chico… Quizá yo lo hacía muy en corto y perdía muchas pelotas. Me decía que debía convertirme en un jugador más maduro. Así fue que le hice caso a los cambios que me pidió: ayudar a la hora de defender y acompañar más en ataque. Ahora soy más completo, con despliegue y llegada al área. Cambié el chip para ayudar al equipo”, contó Palacios, la última joya de la cantera (21 años). Nacho Fernández fue el centrocampista decisivo de los últimos dos años, a quien fue cambiando y mejorando hasta situarlo hoy como uno de los mejores de América. “Me puso unos metros más adelante y me pidió que llegara más al área, al gol… Me dijo que no me preocupara si por momentos no tocaba tanto la pelota. Quería que la tocara menos y llegara más”, contó quien pasó por distintas posiciones y funciones en este ciclo, aunque siempre siendo fundamental, uniendo piezas y líneas, para terminar siendo el titiritero de River. “Todo eso me mejoró bastante. Sin dudas que es un gran técnico que me ha enseñado muchísimo”, agregó Nacho.

Gallardo se caracteriza además por un alto grado de acierto en los cambios (muchos han cambiado partidos) y en las órdenes que da. “Es un técnico que se anticipa a las cosas que van a pasar. Nosotros aprovechamos lo que sabe porque después se da en el partido”, admitió Palacios. Borré, una fiera como delantero, incansable para tirar diagonales y ser el primer defensor del equipo, contó cuando un día contra Patronato el entrenador le pidió que hiciera algo distinto. “En el entretiempo me dijo que no saliera tanto del área a jugar. Yo le dije que prefería tener conexión con la pelota, pero él me dijo que no, que estuviera más enfocado en definir las jugadas que se iban a presentar. Tuvo razón. Así hice los dos goles. Es un técnico que estamos siempre escuchando porque sabe y acierta mucho”, dijo el colombiano. Por eso los jugadores, lejos de manifestar un desgaste tras una exigente relación de años, agradecieron cuando anunció que continuará en el 2020.

-¿Qué dijeron en el grupo cuando Gallardo dijo ‘me quedo’?

-Nos bajaron los huevos de la garganta.

Lo dijo De la Cruz en una nota en vivo por TyC Sports y así resumió el pensamiento de muchos, que querían ver qué decidía el entrenador que ha moldeado este nuevo gran equipo millonario para definir su futuro.

Bajo su influjo, River se convirtió en una máquina sistematizada desde hace dos años. Con una valorable cuota de inspiración, pero siempre dentro de un esquema aprendido y trabajado hasta el hartazgo. Por eso no fue casualidad ver goles parecidos, casi idénticos, en muchos partidos, sobre todo en varios decisivos. Hay dos de Pratto, aquel del 1-0 a Racing en la vuelta por la Copa 2018 y el del empate en Madrid contra Boca, que reflejan esta realidad de acciones trabajadas y sistematizadas. Argumentos contundentes que han generado que todos los partidos de este último año dependieran de River. Casi sin importar el rival. Si el equipo estaba en sintonía fina, te mataba. Y te asustaba. Por eso ni siquiera Boca se animó a atacarlo en su cancha. El coach Gustavo Alfaro, pese a tener un plantel millonario, eligió defenderse sin miramientos en el partido por el torneo local y le salió bien. Aquel 0-0, sin patear al arco, le permitió pensar que semanas después podía repetirlo en el duelo de ida de las semifinales de la Copa. La derrota 2-0 lo condenó, más allá del esfuerzo en casa que hizo su equipo (el 1-0 del final no le alcanzó). ¿No se podía por su nivel o no se animaron por el miedo que generaba?

El ‘Muñeco’ se ha comprado más que los jugadores. Ha enamorado a los hinchas como ningún otro entrenador. Más allá de los triunfos, que obviamente son determinantes en el clamor popular, ha logrado una especial conexión con el fan que comenzó con los triunfos históricos pero que ha ido mucho más allá. Gallardo decodifcó el ADN ‘millonario’, interpretó al hincha y así logró una empatía difícil de igualar. Marcelo le habla con el corazón y la razón. Y para los fanáticos es el Dios, el pastor, al quien siguen adonde sea. “Que el hincha crea porque tiene con qué creer”, es la frase que inmortalizó y todos repiten como un mantra en los peores momentos. Gallardo la invocó antes de los duelos más chivos y todos creyeron. Así se generó una energía especial que contagió a los jugadores para lograr victorias que quedaron en la memoria. Como aquel día que, tras la primera final en La Boca, salió al balcón del segundo piso en el Monumental para cantar con los hinchas que habían visto el partido en la confitería. Marcelo no había podido estar en la cancha, tras la suspensión en Porto Alegre, y no dudó en salir a desahogarse, aunque fuera visto como un acto demagógico. Así se nutrió del hincha, en los momentos más duros, y la hinchada se nutrió de él. De su sentido común, de su sensibilidad, inteligencia, determinación, mentalidad y confianza.

Lo que irradia es difícil de explicar. Sólo sus fieles pueden dar fe. Todo nace del valor y el respeto que el entrenador le da al hincha. Marcelo sabe de los esfuerzos inconmensurables que hace en un país –y en un continente- con un insólito grado de improvisación y desorganización. Alcanza con sólo recordar los que les pasó a los hinchas de River en las últimas dos finales de Libertadores, cuando no pudieron disfrutar de la localía en la Copa 2018 –insólitamente terminó en Madrid- y sufrieron el cambio de sede a último momento en la del 2019. No es casualidad que Gallardo baje línea para respetar al máximo a los fanáticos. Por eso ordena que, cada vez que el equipo viaja al Interior e incluso a otro país, todos los jugadores –no dos o tres- salgan a saludar, sacarse fotos y firmar autógrafos. A tal punto que hoy es una costumbre que, a cada ciudad que el equipo va, haya bienvenidas impactantes, con fuegos artificiales, banderas, canticos y miles de personas. Todo fortaleció aún más la relación y logró una comunión indestructible.

Para algunos puede parecer una nimiedad, pero es otro argumento que ratifica que Gallardo es mucho más que un entrenador de fútbol. Se trata de un líder que está en todo. Una persona ecléctica que tiene una visión amplia y posee muchas capacidades para asumir mucho más que la responsabilidad de conducir a un equipo. Por eso, en estos cinco años, lo suyo en River ha sido más que éxitos deportivos para convertirse en una verdadera revolución. La Revolución Gallardista. Marcelo se involucró hasta en los temas más pequeños del fútbol de River y, con ayuda del gran cuerpo técnico que armó y el inestimable apoyo de la dirigencia, logró un cambio radical en la forma de trabajar para que los resultados tuvieran una base y el fútbol, más que un presente. Un lado B que explica el éxito dentro de la cancha y que tuvo lugar, además, gracias a los logros históricos que le agrandaron su espalda y el poder en el club. “A veces hay gente que quiere involucrarse en más que su especialidad pero no le dan sus capacidades. A Marcelo, en cambio, le sobran. Lo suyo va mucho más allá de armar un equipo, un plantel. Es una persona con gran inquietud, mucha capacidad de diagnóstico y una tremenda determinación para hacer cosas”, revela Patanian.

Los dirigentes no tienen problemas en reconocer que su influjo llega mucho más allá de lo deportivo. “Es un técnico que se dedica las 24 horas al fútbol, desde la Primera hasta la última división en inferiores. Marcelo es un estudioso, alguien con mucho poder de análisis, que participa, maneja y coordina cada decisión del club. Es alguien que le gusta bajar una línea futbolística general, conceptual, para que todos la sigan en el club”, detalla Barrionuevo. “Desde la primera reunión Marcelo demostró querer estar muy involucrado y tener un panorama muy amplio y mucha información, incluso de cosas que van más allá del equipo: cuestiones de organización, de infraestructura e inferiores. Luego, a medida que se fue solidificando el proceso, fue demostrando interés por cuestiones más adyacentes hasta lograr un cambio estructural en relación a cómo estaba el club”, agrega Patanian.

Mejorar la infraestructura, acercarse a las comodidades de los clubes europeos, siempre fue una prioridad para él y, de a poco, fue convenciendo a la dirigencia acerca de las necesidades. En el 2015, por ejemplo, le presentó un plan al dirigente Guillermo Cascio para mostrarle lo que quería hacer en el predio que River había inaugurado en 1999 en las afueras de la ciudad (Ezeiza). Así fue que, en 2016, el complejo de entrenamientos se transformó en instalaciones mejoradas, con 1100 metros cuadrados de obra (siete hectáreas nuevas), tres canchas nuevas con las mismas medidas que el campo de juego del Monumental, riego automático sectorizado en todas las canchas, wifi en todo el complejo, un sector de masajes en el vestuario y doble jacuzzi, sala de video, y nuevos departamentos de kinesiología, neurociencia, psicología y nutrición. La necesidad de superarse a nivel infraestructura para seguir creciendo no se sació con esa obra y durante todo el 2018 se trabajó en el proyecto River-Hurlingham, un acuerdo que cerró Donofrio con el club Hurling y el Municipio de Hurlingham para potenciar la formación de los jóvenes talentos. Y así que, a principios del 2019, se presentó el reconstruido predio con siete canchas, donde cuatro divisiones (de la Novena a la Sexta) y las infantiles (de 2006 a 2014) comenzaron a entrenarse durante la semana.

Gallardo dijo más de una vez que su meta es que, en el futuro cercano, River pueda darse el lujo de tener una alineación titular íntegramente formada por jugadores surgidos de su cantera y para cumplir ese sueño trabajan todos en un plan estructural para reforzar y potenciar las categorías inferiores. En el club encontró eco y la inversión se duplicó. Hoy hay diez captadores de talentos que recorren lo más profundo del país. Con esta nueva estructura se logran ver 50.000 chicos -entre seis y 16 años- por curso. Un rastrillaje completo que incluye a todas las provincias del país. A la profesionalización del sector se siguió con la infraestructura necesaria para esa captación -incluye una mejorada pensión en el club con capacidad para 85 chicos del Interior- y luego se continuó con la metodología de desarrollo para que cada división juegue con el histórico estilo River. Así es que todas las categorías se entrenan de forma muy parecida a lo que despliegan Gallardo y su equipo. Biscay y Hernán Buján, el otro asistente top de Marcelo, trasladan las pautas a los DT de las divisiones menores, que no pueden alejarse de los cuatro defensores -con dos laterales que pasen mucho al ataque-, cuatro volantes versátiles y dos delanteros que puedan jugar cerca y lejos del arco. La postura ofensiva y la técnica individual son dos aspectos innegociables. Gallardo, más allá de delegar, está en todo. “No sé cómo hace pero conoce hasta a los chicos de la Octava y Novena”, le dijo Gustavo Grossi al portal Infobae. El Director del Proyecto Infanto-Juvenil suele viajar para ver pibes que le recomiendan los reclutadores de Uruguay, Brasil, Chile, Colombia y Paraguay.

Marcelo también fue el gran impulsor de la remodelación de la concentración en el Monumental. Insistió en la necesidad de contar con un lugar de primer nivel para no tener que gastar en hoteles y para que el plantel profesional tenga una casa que le provea de absoluta intimidad y comodidad. Así fue que sólo quedó en pie el 20% de la estructura antigua en el segundo piso del estadio. Se renovó totalmente el living, el comedor, el sector de habitaciones y la cocina, con nuevo mobiliario y algunos detalles de lujo. Hasta se construyó un salad bar, una isla para autoservicio ubicada en un sector exclusivo, con la participación de un ingeniero en bromatología y la supervisión del nutricionista del plantel.

Determinante también fue el armado de un gran equipo de trabajo, que hoy consta de 21 personas. Sus generales son Biscay y Buján, pero a ellos se suman cuatro preparadores físicos, cuatro kinesiólogos, tres médicos, tres utileros, un masoterapeuta, un entrenador de arqueros, un nutricionista, un psicólogo, un videoanalista y un jefe de prensa. “Es una de las razones ocultas del éxito. Marcelo armó un cuerpo técnico excepcional, en el cual cada uno sabe su función. Él lo maneja, pero a la vez funciona como un relojito”, explica Barrionuevo. Gallardo da más precisiones: “Delego lo que creo necesario y me gusta que cada uno se sienta importante dentro de su rol. No los elijo porque son amigos, ya que no me gusta trabajar con gente que me diga todo que ‘sí’. Yo no necesito eso, busco que me hagan pensar, que me muestren otras formas. Después soy el que decide. Eso es una razón por la que creo que evoluciono, como persona y profesional”.

Un resumen de lo que pretende se puede decir que haya sido la llegada de Sandra Rossi, especialista en medicina del deporte y neurociencia. La conoció a través de uno de los preparadores físicos y no dudó en sumarla, en el comienzo del ciclo, y hoy es clave, una profesional muy querida y valorada por los jugadores. Desarrolla una metodología con la que, por medio de la ejercitación del cerebro, se mejora la visión, la concentración, el foco, el manejo del estrés y las velocidades de reacción. Los resultados se ven en la cancha. “Yo soy bastante curioso. Busco herramientas complementarias para los jugadores. Cuando conocí a Sandra, lo suyo era algo novedoso porque esto no se hacía en el país. Y era un desafío sumar una mujer en un mundo tan machista como el fútbol. A mí me hubiera encantado tener esa preparación como jugador, ese entrenamiento mental, visual, de anticipación. Los jugadores que piensan mejor y más rápido hoy hacen la diferencia. El motor es la cabeza”, explicó en el Diario La Nación.

Pero, claro, Gallardo no para. Y aumenta sus funciones. Luego de ganar la Copa Argentina demostró que puede cumplir hasta los roles de dirigente y vocero de prensa… En la nota post partido, le preguntaron sobre la continuidad de Nacho Fernández y él, lejos de tirar la pelota afuera, diciendo que se vería más adelante, fue terminante. “No sé de dónde sacaron eso. Nacho no se va a ningún lado. Ya tuve charlas con él. Le dije que yo también me voy a quedar. Y él está contento de que sigamos”, arrancó. Para no dejar dudas, cerró con contundencia. “Tiene una cláusula de 15 palos (sic). El que se lo quiera llevar los va a tener que poner. Tiene 29-30 años y no vale menos que eso. Ya se lo dije, no creo que lo podamos perder”, sentenció, poniéndole presión al jugador –que desea dar el salto- y a los dirigentes. Este es el poder que tiene Gallardo, capaz también de vestirse de arengador de una fiesta, como pasó en la realizada en el Monumental para festejar el aniversario del triunfo contra Boca en Madrid. Luego de dar un discurso épico, que levantó al estadio y emocionó a todos, vio que los jugadores estaban aún amargados por la derrota previa a la celebración. “Vamos que esta fiesta es para ustedes, eh”, les gritó cuando empezaba a cantar la banda Turf en el escenario. Y así fue que todos se pararon y empezaron a saltar y cantar al ritmo del pegadizo tema Pasos al costado. Así es Gallardo. Así actúa. Así lidera. Así gestiona. Así convence. Así cambió la historia de River. Para hacerlo aún más grande y devolverlo al lugar que le correspondía.

 


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Fotografía de Getty Images.