Perdieron por 16-0 en el primer partido, por 0-17 en el segundo, por 12-0 en el tercero, por 0-7 en el cuarto y por 5-1 en el quinto. Pero sonríen. Sonríen igual que sonríe su club, el Club Deportiu Borgonyà, feliz de tener equipo femenino por primera vez en muchos años de historia. El club, uno de los más pequeños del fútbol catalán, sostiene que son 127 años de historia: se constituyó formalmente en 1941, pero reivindica el 1895 como fecha de nacimiento. Porque ahí empezó todo. En la primavera de ese año se jugaron los dos primeros partidos entre equipos de municipios catalanes diferentes, con un doble duelo que se saldó con una victoria por bando: una para la Sociedad de Foot-Ball de Barcelona, embrión del Futbol Club Barcelona, y una para la Torelló Foot-Ball Association, compuesta por trabajadores escoceses de la colonia textil Coats.
La empresa escocesa Coats había construido e inaugurado la colonia poco antes, cambiando para siempre el pueblo de Borgonyà: a una hora y media de Barcelona en tren, parte del municipio de Sant Vicenç de Torelló, en la provincia de Barcelona, en el corazón de Catalunya, Borgonyà pasó de tener 25 habitantes entre cuatro masías y una ermita a recibir más de 200 escoceses de Paisley, cuna de la familia Coats. Hoy, bajo los ojos fiscalizadores, sino inquisidores, de señoras jubiladas, aún se pasea por las calles Escocia, Paisley y Coats: son calles de casas adosadas y unifamiliares de aspecto claramente británico. Son calles silenciosas, muchas mañanas desérticas. Los coches solo pueden entrar a la colonia por dos túneles que en esencia son túneles del tiempo. La fábrica ya hace años que bajó la persiana, pero la colonia, Bien Cultural de Interés Nacional, sigue siendo el pueblo de los ingleses y sigue recibiendo al visitante con una bandera de Escocia: ondea en la chimenea de la antigua fábrica, de 46 metros. Primero midió 33 porque, según se ha dicho siempre, la iglesia rechazó que el campanario quedara por debajo de un elemento terrenal. Y cuando la iglesia escaló margen arriba la chimenea creció.
Perdieron por 16-0 en el primer partido, por 0-17 en el segundo, por 12-0 en el tercero, por 0-7 en el cuarto y por 5-1 en el quinto. Pero sonríen
La bandera de Escocia también luce en la parte posterior del cuello de la camiseta del Borgonyà, junto a la bandera catalana. La camiseta es blanca y negra: durante muchos años en la colonia se creyó que era porque eran los colores del hilo que se producía en la fábrica, pero años después se descubrió que era porque eran los colores del Saint Mirren, el club de Paisley y de los Coats. Hasta este año, solo los hombres podían lucir esta camiseta y disfrutar del campo del Borgonyà, uno de los más bellos del fútbol catalán. Construido hace un siglo entre el río Ter y el canal que proveía la fábrica, cercado de árboles, sigue siendo de césped natural: en verano crecen margaritas que salpican el verde de blanco.
Desde este verano, entrenan ahí el equipo masculino, hoy en la categoría más baja del fútbol territorial catalán después de un lustro en tercera catalana, y el equipo femenino, recién creado, para orgullo de un club que aúna tradición y modernidad, pasado y futuro, y que es familiar como ninguno: hace unas semanas la presidencia pasó de padre a hijo. El equipo femenino es colista en la categoría más baja del fútbol territorial catalán, con cinco derrotas en cinco jornadas, todas claras, y con 57 dianas en contra, más que nadie, más de 11 por partido. Perdieron por 16-0 en el primer partido, por 0-17 en el segundo, por 12-0 en el tercero, por 0-7 en el cuarto y por 5-1 en el quinto, pero sonríen en las fotografías de después del partido, quizás porque durante mucho tiempo no han podido salir en esas fotografías. Sonríen porque la victoria que se ha conseguido es más grande que cualquier derrota. Es lo bonito del fútbol, que cualquiera puede ser feliz dentro de las cuatro líneas de cal y que se puede hallar la alegría más allá de los números del resultado.
Pueden ser 24 derrotas en 24 jornadas, 250 goles en contra o más, pero no parece importar, y menos tras celebrar su primer gol, el fin de semana pasado: a veces lo importante no es que el vaso esté medio vacío o medio lleno, más o menos lleno, es que el vaso esté sobre la mesa.
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