Entonces no lo sabíamos. Ni siquiera lo imaginábamos porque las cámaras enfocaban a Miquel Àngel Nadal. El Mallorca acababa de subir a Primera División en la promoción de ascenso de 1989 (cuando se enfrentaban a cara de perro un equipo de Primera y otro de Segunda) y en plena celebración, en el césped del estadio Lluís Sitjar, Nadal coge en brazos a su sobrino, un niño de poco más de tres años. Ajeno a la cámara y al micrófono, el niño no sabe muy bien dónde mirar. ¿Qué hace aquí toda esta gente?, parece pensar.
El pequeño se llama Rafael. Nadie sabe en ese momento que está llamado a convertirse en uno de los mejores atletas de la historia. Con una raqueta en las manos, ganó todo lo imaginable, incluso más. Rafa Nadal acaba de anunciar que ha llegado el momento de abandonar el tenis: de una manera u otra, el adiós de Nadal supone un punto de inflexión en la historia del deporte español.
La historia futbolística
Pero más allá de las pistas del tenis, Nadal tiene una historia futbolística. Son varias, en realidad: la primera es esa, su aparición en las celebraciones del Mallorca. Es el mes de julio de 1989 y el Mallorca le acaba de ganar la promoción de ascenso al Espanyol. El autor de uno de los goles es Miquel Àngel Nadal. Tiene 22 años y aunque ya tiene una cierta experiencia en Primera, le espera una brillante carrera como futbolista.
Su sobrino –hijo de su hermano mayor, Sebastián- se llama Rafa y no tardará en destacar en varios deportes. Sobre todo en el tenis, pero también en el fútbol. Es zurdo, sutil regateador y con un buen disparo a puerta, hasta el punto de que a los doce años, su familia le pide que se centre en uno de los dos deportes: o tenis o fútbol.
(Quién sabe hasta dónde hubiera llegado el Nadal futbolista. Quién sabe cuánto carisma y cuánto cariño hubiera cosechado. Difícil, en cualquier caso, igualar lo que ha logrado como tenista).
Nadie mejor que Nadal conoce la grandeza y la miseria que esconde el fútbol. Lo vivió desde pequeño: su tío Miquel Àngel fue profesional del asunto durante 19 años
Y pese a todo, Nadal nunca perdió de vista el mundo del fútbol. Cuando la selección española vivió su etapa más dorada, entre 2008 y 2012, Nadal estuvo ahí, acompañando al equipo (es amigo de muchos de los jugadores), pese a que en ese momento ya era un tenista ‘top’.
Declarado aficionado madridista, frecuentó el estadio Santiago Bernabéu, incluso llegó a pedir el apoyo a Benzema en la votación del Balón de Oro.
Resulta curioso pensar que Rafa Nadal forjó su madridismo mientras su tío era jugador del máximo rival: Miquel Àngel Nadal firmó por el Barça de Cruyff en 1991 (cuando Rafa tenía cinco años) y dejó el club en 1999 (cuando Rafa había cumplido los trece). En esas edades, entre los cinco y los trece años, cuajan todos los amores y pasiones futbolísticas: a Rafa le tiró más la tradición familiar de ‘tifar’ por el Madrid que el hecho de tener a un pariente tan cercano jugando en el primer equipo del Barça.
Ida y vuelta a los orígenes
Tampoco perdió de vista sus orígenes: en 2010 entró en el accionariado del Mallorca, aunque la experiencia no fue del todo completa porque estuvo apenas un año en el club por desavenencias con la gestión de Serra Ferrer, que curiosamente era el entrenador del Mallorca en aquel ascenso de 1989.
Era zurdo, sutil regateador y con un buen disparo a puerta, hasta el punto de que a los doce años, su familia le pidió que se centrara en uno de los dos deportes: o tenis o fútbol
Ahora que cuelga la raqueta, es probable que Nadal vuelva a acercarse al mundo del fútbol. Su vinculación sentimental con el Real Madrid es tan potente (es socio de honor desde 2011) que resulta fácil imaginarlo en algún cargo relacionado con el club.
Y ahora, ¿qué?
El fútbol despierta pasiones que en el tenis son difíciles de imaginar, casi inconcebibles. (¿Alguien imagina a un árbitro pidiendo silencio a la grada antes del lanzamiento de un penalti, como un juez de silla antes del saque de un tenista?). Nadie mejor que Rafa Nadal conoce la grandeza y la miseria que esconde el fútbol. Lo vivió desde pequeño: su tío Miquel Àngel fue profesional del asunto durante 19 años.
Ahora, Rafa deberá decidir si le apetece volver a acercarse al balón de cuero. Le llegarán ofertas de todo tipo. Podrá elegir. Podrá ocupar su tiempo en lo que quiera.
Ahora que ya no le veremos en las pistas, la pregunta es inevitable: ¿lo veremos en los palcos o en los despachos de algún equipo de fútbol?