“En cuanto a mí físico, todo han sido pegas para que le gente confiara en mí. Pero si he llegado hasta aquí es porque al fútbol primero se juega con los pies” , se presenta tajante Castillejo, que habla como juega, agregando picardía a cada gesto. Portador de un estilo que huele a barrio y a descaro juvenil. Desde que debutó ante el Valencia en el presente curso, su importancia en los esquemas de Javi Gracia no ha hecho más que crecer. Hubo una vez, cuando todavía jugaba en cadetes, en la que el entrenador rival le ordenó al chico que le cubría que el escurridizo Samu debía notar su aliento en el cogote durante todo el partido. De modo que cuando éste aprovechó un parón del encuentro para acercarse al banquillo a beber agua, se encontró con un adversario pegado en la nuca. Ahora somos nosotros los que pretendemos no perderle la pista durante un buen rato de conversación. Los motivos sobran. El Málaga, sabedor de la perita en dulce que tiene entre manos, le acaba de renovar hasta 2018.
Desde los 15 años te vienen señalando como el canterano que más posibilidades tiene de triunfar en el primer equipo del Málaga. ¿Cómo se asimila una presión así durante tanto tiempo y a tan corta edad?
Cuando todavía no eres ni mayor de edad no estás como para ponerte a pensar en ese tipo de cosas. Solo intentas disfrutar de cada partido y de cada entrenamiento. Además, nunca he vivido la presión como algo negativo. Siempre he sido de esos que cuando saben que hay ojeadores o gente del club siguiéndole en la grada incluso compite más motivado. Hay otros que no lo llevan tan bien, que cuantos más ojos les miran más incómodos juegan y más se arrugan. No es mi caso.
Y ahora que ya has debutado, y que sabes lo que es que 30.000 gargantas coreen tu nombre… ¿Tampoco notas ni una pizca de nerviosismo?
“Salva Ballesta es un tipo peculiar. Cercano y humilde lejos del césped, cuando se acerca a un campo de fútbol se transforma por completo. Es de los que se calientan rápido”
Hombre, está claro que eso ya es otra cosa… (risas). Pero intento llevarlo bien. Acabo de subir al primer equipo y no tengo nada que perder. Todos los capitanes y la gente más veterana del plantel me lo repiten constantemente: tengo las cualidades para triunfar pero si no voy bien de carácter no lograré nada. Por eso mi gran objetivo ahora es mantener los pies en la tierra y la cabeza en su sitio. Trato de no darle demasiadas vueltas al coco con todo lo que está pasando y trabajar día a día.
Rebobinemos en el tiempo para entender de dónde viene Samuel Castillejo. Naciste en Barcelona, aunque no guardas ni un recuerdo de la ciudad.
No me acuerdo de nada porque al año de mi nacimiento ya nos vinimos para Andalucía. Nací ahí porque mi padre estuvo destinado durante un tiempo como Guardia Civil en Catalunya. Pero pronto pidió el traslado y consiguió que le dieran una plaza en Málaga, que es donde tanto él como mi madre tenían la familia. Así que el sitio en el que me he criado y en el que he crecido es el barrio de Huelín (situado en la periferia de la ciudad malagueña), mi hogar de toda la vida.
Pronto empezaste a pillarle el gusto a eso de darle patadas a un balón…
Sí, y fue en parte gracias a mi abuelo, que era más futbolero que mis propios padres. Les convenció para que me apuntaran a jugar a fútbol sala en la escuela desde muy pequeño y desde entonces ya no he parado. De hecho, él de joven también fue un muy buen futbolista… Pero no se profesionalizó porque en aquella época lo primero era trabajar y traer dinero a casa. Eran otros tiempos.
Se dice que al cabo de unos años, cuando te propusieron dar el salto a fútbol grande, tuviste muchos problemas para decidirte. ¿Por qué te costó tanto abandonar el fútbol sala?
Porque cuando eres un niño haces raíces mucho más rápido. Yo tenía seis añitos y no podía ser más feliz: me divertía jugando con mis amigos del barrio cada tarde, hasta las tantas. Por eso se me hizo tan difícil salir de ahí, porque no quería dejar atrás todos esos momentos. Además, en el fútbol sala, al haber menos jugadores y ser el campo más pequeñito, estás casi todo el rato en contacto con la pelota, y eso es lo que quiere cualquier chaval con esa edad. A mí me solían regañar porque no la soltaba, la sobaba demasiado… ¿No te has fijado en la cantidad de vídeos que hay en Internet de estrellas brasileñas jugando de críos en pabellones? Es que en ese deporte aprendes mucho a cómo manejar el balón, de tanto que lo tocas.
Tus primeras experiencias en el fútbol 11, antes de ingresar en los filiales del Málaga, fueron en dos clubes modestos, el Explanada y el Mortadelo. ¿Con qué te quedas de aquellos años?
Lo mejor de esa época es que ni se te pasa por la cabeza la idea de que acabaras haciendo del fútbol tu profesión. No piensas en el futuro. Vas simplemente a disfrutar. Suerte que al final decidí dar el salto, porque también guardo amistades de aquellos equipos que todavía hoy mantengo. Todos éramos chavales con el mismo espíritu, veníamos de familias humildes, y con el Mortadelo incluso conseguimos llegar a las finales del Campeonato de Andalucía, quedando por encima de muchos de los grandes filiales de la comunidad. Fue increíble.
Y entonces apareció el interés del Málaga.
Bueno, la verdad es que el primero en contactar conmigo fue el Atlético. Me fui a Madrid a hacer una prueba, y las cosas me salieron bastante bien. A raíz de eso, el Málaga se interesó por mí y también me hizo una propuesta. Tenía el ‘sí’ del Atlético de Madrid, pero decidimos que lo mejor era quedarme en Andalucía, pues no tenía edad para marcharme a la capital. Además, no hay nada que te tire más que poder entrar en el equipo de tu tierra.
Llevas desde cadete jugando de blanquiazul todos los fines de semana. Pero cuando tu nombre empezó a sonar con más fuerza fue en la temporada en la que estuviste en el Atlético Malagueño, el último escalón antes del primer equipo del club. Jugabais en Tercera, tuvisteis cerca el ascenso hasta el último momento y tú metiste más de 15 goles aquel año. El entrenador del grupo era Salva Ballesta, un tipo al que se le atribuye un carácter especial por algunas anécdotas que dejó como futbolista. ¿Cómo es Salva en las distancias cortas?
“No creo que los futbolistas estemos obsesionados con nuestra imagen. Al contrario, nos toca ser más reservados que muchos a nuestra edad. Si yo no me dedicara el fútbol tendría los brazos todavía más tatuados”
Tú los has dicho. Un personaje muy peculiar. Fuera del campo es una persona humilde, tranquila, cercana… Pero cuando se acerca a un terreno de juego se transforma por completo. Nos inculcó esa garra y esa capacidad de sacrificio que siempre tuvo como jugador. ¿Qué si nos metía muchas broncas? Tendrías que verle en los partidillos que hacíamos en los entrenamientos, cuando se ponía a jugar con unos de los dos conjuntos. Como los suyos fueran perdiendo… Se calentaba rápido, pero no veas como aprendimos ese año.
Hablando de entrenadores. Durante ese curso, en La Rosaleda entrenaba Bernd Schuster, que quizás no os dio tantas oportunidades a los jóvenes como se esperaba. Ahora, en cambio, quién se sienta en el banco es Javi Gracia, un técnico al que no le tiembla el pulso cuando se trata de subir a gente del filial… Vamos, dos modos opuestos de entender cómo llevar un equipo profesional.
A Schuster tampoco es que lo conociera mucho personalmente. Ese año subí poco, pero también hay que entender que cada entrenador trabaja a su manera. Con Javi todo es distinto, los jóvenes nos sentimos con más confianza. Algo nos imaginábamos cuando veíamos el año pasado al Osasuna, donde siempre había chavales de la casa en el once… Todas las palabras que tengo para el míster actual son buenas.
En dos años, el proyecto deportivo del Málaga ha cambiado por completo. De fichar a jugadores a golpe de talonario para avanzar rondas en Europa a volver a luchar por la permanencia y con la austeridad por bandera. ¿Los chicos de los filiales sentís que os ha beneficiado este cambio de guion?
En cierto modo sí que me siento favorecido por este cambio. Cuando se traen a grandes jugadores de fuera, sabes que en cierto modo la puerta va a cerrarse con más facilidad, pues tú aún no eres nadie y vienes de abajo. Pero los que fuimos pacientes y decidimos quedarnos ahora estamos teniendo la oportunidad que tanto esperábamos.
En tu caso estuviste a punto de tomar otro camino y jugar cedido toda la temporada en el Zaragoza.
Hubo un momento en que era una opción real, sí. Pero al final hubo cambio de planes y tuve la oportunidad de seguir con el Málaga. Hice la pretemporada con el primer equipo y todo salió rodado. No me arrepiento de nada. Si la decisión final hubiese sido otra, ahora no estaría viviendo todo esto.
Flashes, entrevistas, gente pidiéndote autógrafos, gritos por la calle… Samu Castillejo ha dejado el anonimato. ¿Cómo te sienta la nueva vida?
Es cierto que es un cambio brutal. Vas a cualquier lado y la gente te reconoce, te pide fotos… Pero hay que darles todo lo que piden y llevarlo con calma. Pues en parte es gracias a ellos, a los aficionados, que el fútbol existe. La gente que se acerca a La Rosaleda, los que se desplazan con nosotros para animarnos por España… Es de agradecer. Creo que hablo en nombre de todos los futbolistas.
Aun así, todo tiene su contrapunto. En el mundo del fútbol, también están aquellos que son más críticos con los más jóvenes como tú. Os reprochan que cada vez adoptáis más pronto los vicios de la fama, que a veces da la sensación que estáis demasiado pendientes de ir peinados a la última y de llevar el cuerpo lleno de tatuajes. Como si eso fuera sinónimo de no tomaros vuestro oficio en serio. ¿Qué opinas al respecto?
Vamos a ver, para empezar uno tiene que aceptar que estamos expuestos a la opinión de mucha gente, para lo bueno y para lo malo. Pero creo que está bien recordarles a las personas que nosotros también somos chicos normales, con nuestros gustos y nuestras cosas. Yo no creo que seamos más presumidos o que estemos obsesionados con nuestra imagen por el simple hecho de ser futbolistas. Al contrario, a veces tenemos que ser más reservados que cualquier tipo de nuestra misma edad. Mira, si yo no me dedicara al fútbol, probablemente tendría los brazos mucho más tatuados de lo que los tengo. Con eso te lo digo todo.
De hecho, tú siempre te has declarado muy fan de la estética tattoo. Uno de los favoritos que llevas es un número 29, el mismo dorsal que luces este curso con el Málaga. ¿Qué historia se esconde ahí detrás?
Es mi número fetiche, por muchas razones. Este verano, en la primera plantilla, cuando me hicieron elegir uno dorsal del 26 hacia arriba, no tuve ninguna duda. Mis padres nacieron los dos un día 29. Si sumas mis dos números de la suerte, el 18 y el 11, te da 29. Y lo que ya es el colmo: yo debuté con la camiseta del Málaga un 29 de agosto. Ya lo ves, soy muy supersticioso. Y éste solo es un ejemplo de muchos. Si me pusiera a contártelos todos, no acabábamos la entrevista hasta mañana (risas).
Pues parece que podrás alargar la liturgia de este número durante unos cuantos años más en La Rosaleda, pues el club acaba de hacer oficial tu renovación hasta 2018. ¿Qué crees que es lo que más les gusta de ti?
Lo único que tengo claro es que no he llegado hasta donde estoy por mi físico. Solo hay que verme. Al ser tan flaco, algunos veían en eso un obstáculo muy grande para poder rendir en Primera. Pero bueno, es un aspecto que voy a tratar de mejorar durante los próximos años, como tantos otros.
¿Y entonces cuáles dirías que son tus méritos?
Cada vez hay menos jugadores que desborden, que se la jueguen en el uno contra uno, que encaren al rival sin dudas… Y a mí eso es lo que más me gusta hacer cuando estoy en un campo de fútbol. Se habrán fijado en eso.