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El ocaso de los ‘Magiares poderosos’

La revolución húngara fragmentó irremediablemente al Honvéd y a la selección nacional. Unos tuvieron que volver, otros se convirtieron en prófugos

En un universo cambiante y devorado por la inmediatez, en el que los logros tienen una fecha de caducidad casi inmediata, Hungría y su fútbol se presentan como un último reducto para los nostálgicos. Una oda al juego más primigenio, en el que un grupo de futbolistas que no cumplían con el arquetipo de futbolistas sembró el terror a lo largo y ancho del Viejo Continente. En tierras magiares se forjó la leyenda del Honvéd, el equipo de un humilde barrio a las afueras de Budapest que vertebró a una de las selecciones más poderosas de todos los tiempos. Una historia que comienza con los últimos coletazos de la década de los 40 y está profundamente marcada por el Telón de Acero que partió por la mitad a Europa hasta el fin de la Guerra Fría.

La República Popular de Hungría, instaurada en 1949, quiso convertir el fútbol en un escaparate sobre el que proyectar su potencial como nación alrededor del globo. La idea inicial del presidente Mátyás Rákosi era ceder al ejército el control del club más exitoso del país, el Ferencváros, pero no se pudo ejecutar por motivos ideológicos. La base del club, conservadora y con tintes anticomunistas, chocaba de lleno con el régimen, por lo que el proyecto se desechó. No sin antes despojar de su identidad al Ferencváros, que perdió el nombre, el escudo y los colores para mostrar una imagen más acorde con el régimen.

Finalmente, los militares encontraron en el Kispest Athletic Club una base sobre la que cimentar su monstruoso proyecto. El impacto de aquel modesto grupo de jugadores, entre los que destacaba Puskás, no trascendía más allá del distrito XIX de Budapest, pero, en cuestión de cinco años, su alcance pasó a ser mundial. La primera medida que se tomó fue el cambio de nombre, pues el club ya no representaba únicamente a la ‘pequeña Pest’. El gobierno lo rebautizó bajo el nombre de Budapest Honvéd, una adaptación del apelativo que reciben las fuerzas armadas húngaras, la ‘honvédség’, cuya traducción más aproximada es ‘defensores de la patria’.

 

La mayoría de los jugadores no querían defender los colores del Honvéd, pero terminaron cediendo, pues la alternativa era engrosar las filas del ejército

 

La segunda medida que se llevó a cabo fue reforzar al equipo. A través de severas políticas de reclutamiento, el ejército agrupó a las grandes estrellas del fútbol húngaro, debilitando de paso a sus principales competidores: el Ferencváros perdió a Kocsis y a Budai, el Teherfuvar a Grosics, el Csepel a Czibor… La mayoría no querían defender los colores del Honvéd, ya sea porque se sentían arraigados a su anterior club -Kocsis- o por su ferviente anticomunismo -Czibor-. Pero todos acabaron cediendo, pues la alternativa era engrosar las filas de las fuerzas armadas. “Oficialmente, los futbolistas del Honvéd eran soldados, aunque nunca participaron activamente en el ejército”, explica Péter Buki, propietario de uno de los mayores reductos de historia futbolística en Barcelona, el pub Futballarium.

La llegada de los talentos magiares tuvo un impacto inmediato en el club. El Budapest Honvéd conquistó el primer título liguero de su historia en 1950, y los siguientes llegaron en 1952, 1954 y 1955. El éxito cosechado en el campeonato doméstico no tardó en verse reflejado en la selección nacional, pues su columna vertebral estaba compuesta por futbolistas de la ‘honvédség’.

Los ‘Magiares poderosos’ se adueñaron del relato futbolístico, creando a su alrededor un aura de equipo invencible acrecentada con cada hazaña. Obtuvieron el oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki’52, conquistaron Wembley ante Inglaterra (3-6) en el amistoso que debía designar a la mayor potencia futbolística del momento y silenciaron las 102.000 voces presentes en el Estadio Central de Lenin al derrotar a la Unión Soviética en Moscú en otro memorable partido de exhibición. En este partido lograron enfurecer a las élites soviéticas, pues su primera derrota en casa llegó ante un país satélite. La única mancha negra en aquel brillante expediente se encuentra en la final del Mundial de Suiza’54, donde se quedaron a las puertas de la gloria ante la República Federal Alemana en un partido que pasaría a la historia bajo el sobrenombre de ‘El milagro de Berna’. Aquella talentosa generación parecía destinada a acaparar todos los éxitos futbolísticos, pero las luces se apagaron en el punto álgido de la función.

El 23 de octubre de 1956 marcó el principio del fin de los ‘Magiares poderosos’. Las protestas que nacieron en el círculo de intelectuales de Petöfi, ideológicamente opuesto al gobierno de Rákosi, dieron paso a una insurrección de la población que terminó con la toma de Budapest. La revolución húngara había comenzado. La reacción de la Unión Soviética fue inmediata, y el 4 de noviembre enviaron al ejército para sofocar la rebelión. Mientras los tanques entraban en Budapest, el Honvéd se disponía a disputar los octavos de final de la Copa de Europa ante el Athletic de Bilbao. El encuentro de ida debía celebrarse en la capital húngara, pero al encontrarse bajo asedio comunista, se invirtió el orden de la eliminatoria. El 22 de noviembre, los ‘defensores de la patria’ pusieron rumbo a Bilbao, donde sucumbieron por un resultado de 3-2. Puskás, igual que Kocsis, reconoció que no fue su mejor partido. Czibor, directamente, se mostró ausente. Sus pensamientos no estaban sobre el césped de San Mamés, sino con sus familias, atrapadas en Budapest en pleno conflicto bélico.

El partido de vuelta se celebraría el 20 de diciembre en Bruselas. En este intervalo, la expedición del Honvéd se negó a volver a Hungría, por lo que iniciaron una gira recaudatoria que les enfrentaría a los principales equipos de España e Italia. Una vez finalizada, se disputó el segundo partido ante el Athletic, que se saldó con un 3-3. Ese día, los ‘Magiares poderosos’ no solo dijeron adiós a la Copa de Europa, sino también a su Hungría natal.

Lo que comenzó como una simple eliminatoria europea experimentó giros de guion dignos de una película de Hitchcock. Los disparos en Budapest se habían silenciado, pero la expedición del Honvéd siguió aplazando su regreso a la Hungría comunista, por lo que decidió poner rumbo a Brasil. Allí comenzaron una nueva gira recaudatoria que les llevaría al Estadio Maracaná, donde 90.000 personas presenciaron el enfrentamiento entre Puskás y Evaristo. Las aguas se comenzaron a apaciguar en el centro de Europa, y algunos familiares pudieron incluso cruzar la frontera. Pero cuando parecía que un final feliz era posible, la URSS movió ficha.

 

“No hubo un sentimiento de abandono. Ellos tan solo hicieron lo que mucha gente tenía en mente, escapar del país”

 

Bajo el prisma comunista, la aventura del Honvéd al otro lado del charco había llegado demasiado lejos. Como representantes del ejército húngaro, debían volver al país y centrar sus esfuerzos en las competiciones oficiales, no en las giras amistosas. Para paliar este problema, la FIFA lanzó una doble amenaza. Brasil no podría participar en el Mundial de Suecia’58 si seguía permitiendo estos partidos, mientras que todo jugador húngaro que no regresase a su país se expondría a una sanción de dos años sin poder competir. Estas advertencias, sumadas a que las familias que todavía residían en territorio húngaro quedaron retenidas, decantaron la elección de los jugadores. Muchos volvieron al país, pero Puskás, Kocsis y Czibor se dieron a la fuga. 

La huida de las grandes estrellas húngaras se tradujo en la descomposición del Honvéd y, por ende, en el ocaso de los ‘Magiares poderosos’. El Gobierno de János Kádár, establecido por la URSS una vez sofocada la rebelión, inició una campaña de persecución hacia los exiliados, colgándoles la etiqueta de ‘traidores a la patria’. No obstante, este rechazo hacia los futbolistas que antaño fueron encumbrados como héroes nacionales no llegó a calar en el pueblo húngaro. “No hubo un sentimiento de abandono. Ellos tan solo hicieron lo que mucha gente tenía en mente, escapar del país”, confiesa Gábor Egedi, ex jugador del Honvéd de waterpolo.

La epopeya de los magiares prófugos terminó en 1958, cuando se les permitió competir en la liga bajo los colores del Real Madrid -Puskás- y del FC Barcelona -Kocsis y Czibor-. Sin embargo, sus figuras continuaron siendo manipuladas por los intereses políticos. La llegada de las estrellas húngaras a España fue utilizada como propaganda a favor del régimen franquista, que vendió estas incorporaciones como una victoria sobre el comunismo.

 


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Fotografía de Imago.