Una de las cosas que más me ha llamado la atención en Dubai, donde estamos de stage de pretemporada previo a llegar a Goa, es la cara de los sheikhs en sus retratos. Me disculparán los lectores más viajados que yo, pero es mi primera estancia duradera en los Emiratos.
No hay hotel, estadio, edificio u otro lugar que se precie de tener un estatus que no esté presidido por uno o varios retratos de lo que conocemos como jeques. Mi sorpresa y/o curiosidad no se ha despertado por eso. Esa veneración ya la intuía antes de llegar aquí, incluso la había visto. Lo que me ha impactado realmente son las expresiones con las que dichos sheikhs se hacen retratar.
La palabra sheikh responde en sus orígenes árabes a “viejo sabio”, pero a través del tiempo, con la influencia de la religión y los acontecimientos políticos, se ha convertido en un distintivo para seres poderosos; serían políticos u hombres de negocios (algo parecido a Bárcenas por poner un ejemplo que me quede más cerca).
No hay hotel, estadio, edificio u otro lugar que no esté presidido por uno o varios retratos de lo que conocemos como jeques. Esa veneración ya la intuía. Lo que me ha impactado realmente son las expresiones con las que dichos sheikhs se hacen retratar
En mi estancia en Dubai estos 20 días estoy hospedado en el Meydan Hotel, un complejo de lujo donde entre muchas otras opciones y servicios, el mes que viene empiezan las carreras de caballos en el hipódromo del que también dispone el hotel. En dichas carreras se reúnen los más pudientes del lugar, disponiendo de un puente exclusivo de acceso los más VIP para su divertimento y, cómo no, el correspondiente derroche de billetes con las apuestas. El dinero que valen los caballos lo omito por bochorno.
Pues el Meydan es propiedad de Saeed Al Tayer, amante de los caballos y con una sucesión de cargos políticos larga relacionada con la energía. Eso le da, cómo no, un lugar principal en el (su) hotel. Su pasión por los potros es compartida por el jeque de Dubai, lo cual le da aún más sentido a su presencia en el lobby junto a otros 2 sheikhs. Tres retratos para tres sheikhs. En medio, el sheik de Abu Dhabi Halifa ben Zayad. Tiene expresión de pereza, como si estuviera harto de que le retrataran para estar en la recepción de otro hotel u otro palacio. Está posando en plan: “venga pintame ya rápidito que hoy tengo otros tres retratos y esta noche quiero ver el Roma-Barça.”
A su derecha está el sheikh Mohemed de Dubai. ¡Qué bondad transmite! ¡Qué cara de bonachón! (entiéndase ironía o sarcasmo). Ésta es la más común de todas. Cada uno con la suya pero en general los sheikhs se hacen retratar como para avisar: “¿ves esto que estás pisando ahora mismo? Pues es mío. Y más te vale que lo tengas en cuenta”.
Y a la izquierda encontramos al hijo de Mohamed, es decir el Khalifa o descendiente, el sheik Hamdan, el crown prince. La cara de este último también es pura inocencia. Se esquina un poco transmitiendo con su medio sonrisa, su nariz ligeramente puntiaguda y una mirada avispada que dice: “pues cuando me toque a mí ya veréis.”
No es que haya pasado algunas horas muertas en el hall observando estas tres caras, que también; es que allá donde vayas te los encuentras. Estos tres están en muchos sitios, pero hay bastantes más. Todos con su trajes blancos, con el ghutra (pañuelo de la cabeza) y el agal (cuerda negra que los sujeta) y en muchas ocasiones con un bisht (sobreabrigo símbolo de prestigio).
Malévolas, abellacadas, pérfidas, viles, gandulas, lacias, perezosas, holgazanas. ¡Qué caras!
Pero el que se lleva la palma, al menos entre los que mi vista ha alcanzado a otear, es el sheik Zayed bin Sultan Al Nahyan, el primer presidente de los Emiratos Árabes Unidos. Calculadoramente perversa, cualquier diablo de tres al cuarto se la cambiaría para atemorizar a la plebe. Me atrevería a decir que de tan facinerosa el mismo Satán la querría como propia.
Con todo esto, quede claro que me refiero a la expresión de su cara. ¡En ningún caso a su persona! Vaya librándome de antemano, que los sheikhs son muy sheikhs cuando se ponen.