La historia del TSV 1860 Múnich es la historia de miles de aficionados. Miles que los veían y otros miles que querían ser como ellos. A alguno, como Franz, el fútbol se la daba tan bien que podía soñar con llegar a ser como uno de sus ídolos. En un torneo juvenil, tanto el 1860 como el Bayern se fijarían en él. Franz iba a fichar por el TSV, pero una pelea en un partido contra sus futuros compañeros le llevó a cambiar de opinión. Y con él, dos de sus amigos más ilustres: Sepp y Gerd. Franz es Beckenbauer, claro. Y Sepp y Gerd son Maier y Müller. El 1860 tenía centenares de aficionados, pero no supo cuidar al más especial de todos ellos.
El Bayern ni siquiera disputó la primera Bundesliga de la historia; el 1860 representaba a la ciudad en el primer campeonato unificado de la historia del fútbol alemán. Con Beckenbauer al otro lado de la ciudad, aquello duraría poco. El pentacampeón de Europa y tirano del fútbol alemán, fue un día secundario en su propia ciudad. Incluso tuvo que ver cómo el 1860 se hacía con su primera Bundesliga en 1966. A partir de ahí, Beckenbauer y su cuadrilla acabarían con la diversión.
El Bayern apenas ha dejado margen de réplica en más de cincuenta años de Bundesliga. Vivir de las migas dejadas por el gigante bávaro era duro para el resto de los mortales, pero imagínense si encima ese tirano comparte contigo ciudad y estadio.
Una nueva esperanza
El descenso de la 2003/2004 ponía punto y final a más de diez años en Bundesliga e iniciaba el pronunciado declive del 1860 Múnich. La expectativa para un club a punto de estrenar el Allianz era regresar cuanto antes a la élite. Sin embargo, tras más de un lustro en 2.Bundesliga, el balance del 1860 se tintaba de rojo y el club se asentaba en la clase media de la división de plata. «El club estaba en 2011 al borde de la insolvencia, absolutamente desesperado por sus graves problemas económicos. Así que vio en Hasan Ismaik a su último salvador», comenta Isaac Lluch, corresponsal en Alemania del diario Ara.
«En dos o tres años, queremos estar de vuelta en la Bundesliga e incluso buscamos competir a nivel internacional en el futuro». La realidad, sin embargo, iría por otros derroteros
Ismaik fue el primer inversor árabe en invertir en el peculiar fútbol alemán. La DFL, organismo regulador del campeonato alemán, dio por buena la compra del 49% de las acciones del club en marzo de 2011. Aunque el empresario jordano respetara la ley del 50+1 -que no permite que ningún inversor adquiera la mayoría de las acciones de un club profesional-, la práctica totalidad del club le pertenecía gracias a una venta un tanto precipitada. «En dos o tres años, queremos estar de vuelta en la Bundesliga e incluso buscamos competir a nivel internacional en el futuro», declaraba Ismaik nada más llegar. Una consigna repetida en varias ocasiones a lo largo de su mandato. La realidad, sin embargo, iría por otros derroteros.
El principio del fin
La llegada de Ismaik, un empresario sin conocimiento de las empresas deportivas, agudizó los problemas de un club que llevaba demasiado sin rendir ni en los despachos ni en la cancha. Una gestión deficitaria podía arreglarse con más dinero, y durante las tres primeras campañas con dinero jordano, el club se volvió a asomar a los puestos de arriba.
La temporada 2014/2015, diez años después del descenso, debía ser la del regreso a la Bundesliga. El ‘método Barça’ seguía de moda, y la dirección deportiva del 1860 decidió apostar por un juego de toque. Llegarían tres fichajes del Barça B: Ilie Sánchez, Rodri y Edu Bedia. «Les prometieron que iban a ser parte determinante para el cambio que quería hacer el equipo hacia el buen juego con la pelota y con la pretensión de subir a Primera por la vía rápida. Todo fue un desengaño. Ni la propuesta de juego de los entrenadores fue ofensiva ni el equipo dio para más entonces que para esquivar el descenso a Tercera», cuenta Lluch. Los Leones acabarían salvándose en el play-off de descenso. El primer aviso para un proyecto que se venía abajo.
La siguiente temporada, el TSV apenas sería 14º y se apostó por un nuevo bandazo. Al fichaje invernal de Ivica Olic, se sumarían otros veteranos como Stefan Aigner, Sascha Mölders o Sebastian Böenisch. Para el banquillo, un ex de Oporto, Fenerbahçe u Olympiakos, el portugués Vitor Pereira. El proyecto volvía a cambiar.
La estabilidad del 1860 llevaba tiempo en entredicho, y la temporada 16/17 desataría el caos. El descenso en el play-off ante el Jahn Rehensburg, ante un Allianz tomado por 62.000 aficionados, parecía el tiro de gracia. Durante el partido, se escuchan nuevamente gritos que piden la dimisión de Ismaik. «Desde 2004, el año del descenso de Primera, y hasta caer en la división regional, el club ha vivido 15 cambios de entrenador, 9 presidentes diferentes y 7 directores generales. Eso no hay entidad que lo resista», sentencia Lluch. Las horas posteriores serían críticas para el devenir de la entidad.
A vueltas con el 50+1
El fútbol alemán no parece el mejor lugar para jugarse una inversión. Que le pregunten sino al RB Leipzig, sometido a innumerables restricciones desde su llegada al profesionalismo. Ismaik «siempre quiso intervenir más de lo que pudo. Ismaik estaba cansado de pagar y no poder decidir en todo», en palabras de Lluch. Tras el descenso, el máximo accionista emprendió acciones legales contra una de las normas elementales del fútbol alemán: el 50+1. Ismaik debía pagar 11 millones de euros para inscribir al equipo en 3.Liga. El empresario puso como condición para seguir invirtiendo que la Federación Alemana le permitiera ampliar su control en el club mediante una ampliación de capital. La respuesta fue un no rotundo, lo que supuso un nuevo descenso y la salida del profesionalismo de un equipo que apenas unos días antes llenaba el Allianz Arena en la vuelta del play-off. Lluch apunta que «el club no ha estado bien dirigido ni en lo deportivo ni en lo financiero», y pocas maneras más crudas de demostrarlo que un descenso en el campo y otro en los despachos en menos de una semana.
Según cifras del diario regional TZ, el mandatario jordano invirtió cerca de 70 millones de euros durante sus seis temporadas al mando de un equipo que nunca pasó de 2.Bundesliga. Irónicamente, el equipo descendería la temporada en la que el dueño más dinero invirtió. En un principio la voluntad de Ismaik es mantener sus acciones, debido a su «vínculo emocional con el club», pero frenar la inversión hasta conseguir una solución a sus problemas con el 50+1.
El desamparo del inversor jordano abría un debate. ¿Qué tan efectiva es la norma del 50+1? La regla que pretendía proteger a los clubes alemanes de inversores extranjeros que los usen como juguetes aprobó la hoja de ruta de Ismaik, y ahora el club se veía abocado a la Regionalliga. Un debate que por otra parte es recurrente en el día a día de la Bundesliga. Por una parte, el 50+1 garantiza la relación entre el club y sus aficionados. Para los –no pocos- críticos, es un modelo obsoleto, que hace que el campeonato pierda peso en el concierto europeo y el Bayern domine la liga con mano de hierro. Ismaik incluso amenazó con elevar la decisión al Tribunal de la Haya, ya que considera que la norma va en contra de la libre competencia y es «una farsa, una regla que no protege al fútbol alemán, sino que lo perjudica». Es, en todo caso, un debate con dos posturas que parecen irreconciliables.
La vuelta a los orígenes
El 1860 vio como en la 2017/2018 jugaría contra los que eran los rivales de su filial la temporada anterior. Los contratos de la mayoría de los jugadores perdían su vigencia con el descenso, la cantera perdía su sitio en la Regionalliga y a las maltrechas finanzas del club se le aparejó la práctica desaparición del “dinero de la tele”.
Tocaba volver a levantarse. Los Leones abandonaron un Allianz que siempre pareció quedarse demasiado grande y frío para regresar al viejo Grünwalder, con capacidad para poco más de 12.000 espectadores. Sin el dinero jordano, el club tuvo que capear la deuda añadida por los descensos, de cerca de 5,5 millones de euros. Una deuda más fácil de afrontar gracias a los 26 millones de euros que el Bayern pagó a sus vecinos por renunciar a su concesión para alquilar el Allianz.
El regreso al Grünwalder sería ante el Wacker Burghausen, representante un pueblo de menos de 20.000 habitantes. Y, pese a todo, la afición respondió. El TSV ha colgado el cartel de no hay billetes para toda la temporada. Todos los patrocinadores ratificaban su apoyo pese al descenso. En medio del caos, el club vislumbra una oportunidad de volver a crecer. «Parecía el partido decisivo para subir a Primera, y era solamente su debut en Regionalliga. La afición ha entendido que el equipo le necesita, y esto, en un club tan tradicional, se ha convertido en un apoyo incondicional. Una representación de que la afición ama el club hasta el final, juegue en la categoría que juegue», comenta Luís Vallejo, periodista de The Goal Ponit que vivió in situ un momento histórico. «Entrar al Grünwalder es sentir la historia en primera línea. A mí se me puso la piel de gallina. Fondos con gradas de pie, vallas en primera línea, la curva de fans del 1860 llena una hora antes del partido… Sentía que entraba en un estadio de los años 80», apostilla.
Quizá esa sea una de las claves del nuevo 1860, líder inapelable del grupo bávaro de la Regionalliga. Para ascender, el TSV deberá quedar campeón de su grupo y disputar un play-off contra otro campeón regional. Solo así, mediante un play-off como el que desató la hecatombe, podrá volver al fútbol nacional. Regresar a sus orígenes, recuperar la identidad perdida puede ser la fórmula para volver a ser ese club que Franz, Gerd y Sepp soñaban con defender.