“Nieto de torero, hijo de torero, sobrino de torero por parte de madre y hermano de torero”, según relataba Alfredo Relaño en As, Pedro Bazán nació el 26 de marzo de 1922 en La Algaba (Sevilla). “Le dio por el fútbol, y eso en los tiempos en que aún existía una seria rivalidad entre ambas actividades. Los taurinos consideraban el fútbol como una diversión extranjerizante y un poquito ridícula, con eso de los tíos peludos corriendo en calzoncillos en público”, apuntaba Relaño al retratar la figura de Bazán, de juego impetuoso, “propio del que fue un niño un tanto imprudente que siempre tuvo en jaque al médico del pueblo”.
De admirar los entrenamientos del Sevilla desde detrás de la portería, fijándose en cómo chutaban los López, Pepillo, Campanal I, Raimundo y Berrocal, pasó al equipo amateur del club andaluz, al Sparta Sevilla, al Hércules de Cádiz y a la Olímpica Jiennense, ya de Tercera División, y en 1946 aterrizó en Segunda, en el Club Deportivo Málaga. En CIHEFE, José del Olmo le presentaba en 2009 como “un interior derecha de estatura más bien pequeña con un potente disparo desde fuera del área así como una llegada muy efectiva en las jugadas de ataque. La mayoría de sus goles se marcaron desde media distancia. Como buen goleador, también fue un buen oportunista dentro del área, e incluso llegó a obtener algunos buenos remates con la cabeza”. “En Jaén se caracterizó por ser un interior rápido con una gran llegada y un potente disparo desde media distancia”, contaba José Antonio Ariza en La Opinión de Málaga, antes de fechar su debut con la elástica blanquiazul: el 29 de diciembre de 1946 en La Rosaleda, ante el Real Zaragoza: “Si bien fue el jugador más incisivo de los malaguistas no pudo hacer nada para evitar el empate a cero”.
Bazán, el ‘Cañonero de La Algaba’, celebró su primer gol en la siguiente jornada, en una victoria en Alcoy por 1-2, y terminó la 46-47 con seis dianas en 12 partidos, afianzándose en el primer equipo. En la temporada siguiente creció hasta los 33 tantos en 28 partidos: cuatro tantos en la Copa del Generalísimo y hasta 29 en la liga de Segunda División. Nueve de ellos los celebró en un solo partido, correspondiente a la decimocuarta jornada. En un inolvidable 4 de enero de 1948 estableció un récord extraterrestre e imbatible tras protagonizar una de las mayores hazañas individuales de la historia del fútbol español, con el meta Cosme como víctima y el Hércules como sparring, condicionado por la lesión de ‘Calsita’ (José Lloret Pérez) en los primeros minutos del duelo. Ante la atónita mirada de los 8.000 aficionados que abarrotaron La Rosaleda primigenia, sus goles llegaron en los minutos 9, 13, 48, 51, 65, 69, 75, 78 y 83: “tres con remates después de un centro; uno, de oportunismo tras un córner; otro, después de una falta; el sexto y el octavo, tras una acción colectiva; el séptimo, de penalti; el último, con un tiro cruzado. El día después, en la Hoja del Lunes de Málaga, destacaba un titular: Bazán 9-2 Hércules”, decía la #Panenka62. “El publico le ovacionó tras su octavo gol con un flamear de pañuelos que coloreó toda La Rosaleda”, explicaba Del Olmo. ” Las crónicas de la época cuentan que durante varios minutos y con pañuelos blancos al viento, Bazán recibió una estruendosa ovación nunca antes vista en un partido de fútbol”, añadía Ariza.
Bazán, “primer internacional malaguista”, según presume el club, nunca llegó a debutar con la absoluta, pero en sus ocho cursos en el Málaga siguió celebrando goles de forma incesante
Mientras la crónica de Mundo Deportivo del lunes 5 de enero destacaba al cancerbero Cosme como uno de los mejores jugadores del bando alicantino (“realizó buenas paradas pese a los goles encajados”), prueba irrefutable de la exhibición ofensiva del Málaga, la crónica de Marca decía que Bazán, inhumano en el acierto, desatado, “tuvo en sus pies una verdadera ametralladora frente a la puerta visitante”. “Ha bastado un solo encuentro para que un jugador, hasta ahora poco menos que desconocido del gran público futbolístico, adquiera una enorme popularidad en toda España. Bazán, el interior derecho del Málaga, es ese jugador, al que ahora elogiarán algunos, acaso con exceso, en tanto que otros negarán la extraordinaria valía del pequeño delantero andaluz. Se le discutirá, en una palabra, lo que supone que le serán abiertas las puertas de la fama. Ciertamente, hay que reconocer que la hazaña del interior del Málaga no es cosa corriente. Tanto, que creemos no ha habido, en toda la historia del fútbol español, un caso semejante. No recordamos a jugador alguno que en un solo partido de torneo nacional se haya apuntado éxito igual. Bazán ha logrado lo que parecía poco menos que imposible. Nueve goles ya supone mucho en el haber de un solo futbolista; pero es más importante el número si se tiene en cuenta que Bazán marcó todos los goles de su equipo en el partido, lo que aún da mayor importancia al hecho”, enfatizaba Marca sobre la proeza de Bazán.
Con todo, los 29 goles que anotó en total en la liga 47-48 no le sirvieron ni para ganar el ‘Pichichi’, superado por el exazulgrana Josep Serratusell (31 dianas con el Badalona), ni para celebrar el ascenso a Primera, ya que el Málaga acabó cuarto, a cinco puntos del Deportivo de La Coruña y el segundo billete hacia Primera. El debut histórico del equipo en Primera tendría que esperar un año: el equipo ascendió a la máxima categoría en 1949, con Bazán como máximo referente y, esta vez sí, máximo artillero de la liga (26).
Ese mismo curso, en marzo de 1949, Bazán fue convocado para disputar un partido con la selección española B: según la definición de la Wikipedia, “un equipo que representó a la federación española entre 1927 y 1981 de forma intermitente y que se usaba para tantear a jóvenes promesas que no tenían cabida en la absoluta en partidos amistosos o torneos internacionales”. De aquel partido ante Portugal en Riazor, Mundo Deportivo explicaba en su previa que “se ha decidido jugar el partido con un balón inglés reglamentario que se ha traído exprofeso para este partido, rechazando el balón que habían presentado los portugueses porque es más pequeño”, y afirmaba que “hemos tratado de recopilar impresiones de jugadores y dirigentes españoles, pero con la primera ya hemos tenido bastante ya que todas han sido del mismo cariz y pecaron de monótonas: la victoria sobre Portugal parece no puede escaparse en forma alguna”.
Efectivamente, el encuentro terminó con clara victoria española, por 5-2, con un gol del propio Bazán a pase de Sebastián Ontoria. El andaluz y el vasco, leyenda ‘txuri-urdin‘, eran los dos únicos integrantes del once de Ricardo Zamora y Guillermo Eizaguirre que militaban en Segunda. El equipo español formó con Juan Zambudio Velasco; Josep Casas Sansolí, Curta (Josep Puig i Puig), Gabriel Alonso Aristiaguirre; Ontoria, Rafael Mujica; Estanislau Basora, Bazán, Pahiño (Manuel Fernández Fernández); Silvestre Igoa y Adrián Escudero, según recogía la crónica de Mundo Deportivo, antes de lamentar que “este encuentro no merece pasar a la historia más que por su resultado, simplemente por las cifras que registró el marcador, que será lo único que podrá recordarse pasado algún tiempo y lo que al fin de cuentas importa. Por lo demás es mejor olvidarlo ya ahora mismo. Porque ni juego ofreció ni apenas otra verdadera satisfacción que la de la victoria amplia y enorgullecedora, sobre unos rivales que ya están pretendiendo subírsenos a las barbas, porque ellos han sabido asimilar más pronto que nosotros los nuevos sistemas de juego. Pero a nuestro fútbol aún le queda genialidad, furia, que va sirviendo, mientras no dominemos más efectivamente la WM, para ir manteniendo los viejos laureles conquistados a costa de los portugueses. Fue lo único que dio color y emoción al encuentro, pobre de juego y lamentable por las incidencias que originaron los portugueses. No: no fue un partido de categoría internacional. En algún momento ni siquiera de segunda división. Y no cabe culpar al viento de que le haya faltado calidad. Fue en los conjuntos en los que faltó clase”. El texto incluso recogía declaraciones de protagonistas como el señor Melo, cónsul de Portugal (“partido de poca clase. Triunfo español merecido, pero demasiado abultado”) o el teniente coronel Zamalloa (“no quiero opinar. Estoy satisfecho del resultado. Por lo demás, quisiera decir algunas cosas y no me atrevo a hacerlo”).
Esos nueve goles le convirtieron en inmortal, e inscribieron su apellido con letras de oro en los libros de historia. “Y el décimo pudo ser un tiro al poste”, acentuaba Antonio Berdugo, socio histórico del Málaga
Bazán, “primer internacional malaguista”, según presume el club, nunca llegó a debutar con la absoluta, pero en sus ocho cursos en el Málaga –tres en Primera y cinco en Segunda– siguió celebrando goles de forma incesante, sobre todo en la categoría de plata: con un total de 103 en 117 partidos. De hecho, hoy se mantiene en la undécima posición del ranking de máximos artilleros de Segunda, empatado con el alicantino Antonio Illán, exjugador del Elche, el Murcia, el Ilicitano, el Rayo Vallecano, el Hércules y el Tenerife, y con José Valentín Caeiro, exdelantero del Ferrol, la Real Sociedad, el Valencia y el Hércules. Bazán es, además, el tercer futbolista de la historia de Segunda División con más hat-tricks (12) y el quinto con más dobletes (24), y también hizo cinco goles en dos ocasiones, contra el Badalona y el Cartagena, y cuatro en otras dos ocasiones, contra el propio Badalona y el Ferrol, según testimonia BDFútbol. También fue pichichi de Segunda en la 51-52 (26) y celebró 146 goles en 208 partidos con el Málaga: 103 en Segunda, 35 en Primera y ocho en la Copa del Generalísimo. Según el Málaga, sumando los amistosos, la cifra asciende a 266 goles en 301 partidos.
El andaluz fue, además, uno de los principales artífices del que fue uno de las primeras grandes victorias del Málaga en la élite: aquel mágico 6-0 contra el Madrid del 15 de marzo de 1953, con Helenio Herrera en el banquillo local de La Rosaleda. Según las crónicas de aquella tarde inolvidable para la hinchada blanquiazul, Bazán gritó tres goles en 11 minutos, insaciable: del 11′ al 22′. Pese a aquella victoria, con el citado Cosme en la portería visitante, el Málaga acabaría el curso 52-53 perdiendo la categoría. La recuperó la temporada siguiente, con 17 goles de Bazán, pero el algabeño ya no volvería a vestir la casaca blanquiazul, ya que ese verano voló hacia Galicia para recalar en el Deportivo de La Coruña. En Riazor, cerró su carrera con 31 goles en 56 partidos de Primera División, en sus últimas tres temporadas en activo.
Bazán murió en Málaga el 26 de mayo de 1992, a los 70 años, pero su nombre pervive en la memoria de La Rosaleda, como uno de los grandes mitos de la historia del club. Gracias a esos nueve goles. Esos nueve goles le convirtieron en inmortal, e inscribieron su apellido con letras de oro en los libros de la historia del fútbol español. “Y el décimo pudo ser un tiro al poste”, acentuaba el fallecido Antonio Berdugo, socio histórico del club, cada vez que salía a la palestra el nombre de su héroe, un Pedro Bazán eterno.
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Fotografía del Málaga CF.