Este reportaje fue publicado en el #Panenka89, en octubre de 2019.
Un sol fuerte castiga Serekunda, una de las ciudades más importantes de Gambia, el país más pequeño de África (sin contar estados insulares), situado al oeste, junto al Océano Atlántico. Es una tarde de tantas: calor, sudor y personas que se agrupan en corrillos y aprovechan la buena sombra que dan los mangos. Bajo uno de los árboles, en el patio exterior de una amplia vivienda que cobija a tres familias, cuatro amigos preparan attaya, una infusión muy popular entre los gambianos elaborada con hojas de té verde y un buen puñado de azúcar. Los hombres hablan del paro, de la economía, de la subida del precio de la gasolina, de la cada vez más preocupante influencia china en las empresas locales y de fútbol. El fútbol es, en realidad, el tema central de la conversación. Comentan, sobre todo, la última Champions. Recuerdan a Messi y a Mohamed Salah.
Hablan de fútbol, sí, pero a todos les cuesta citar a, al menos, diez jugadores locales.
-¿Sabéis quién fue Biri Biri? -les pregunto.
Todos responden que sí, aunque solo uno, Rafaal Gaye, un tipo canoso de 60 años que trabaja en el puerto de la capital, tiene la edad suficiente como para haberlo visto jugar. Los demás (de entre 29 y 36 años) dicen que han oído hablar de él a amigos y familiares y a la prensa. “Nunca fui al campo a disfrutar de su fútbol”, reconoce Gaye. “Pero da igual. No hace falta. Todo el mundo sabe que Biri Biri es el mejor futbolista de la historia de Gambia. Era brillante”.
Los demás asienten, aunque ignoran dónde jugó. No saben que probó suerte en Inglaterra, que le fue bien en Dinamarca, que se hizo leyenda en Sevilla y que, antes de volver a su tierra, tuvo tiempo de jugar en Bélgica. Ni siquiera saben que una de las hinchadas más famosas de España lleva su nombre. Solo intuyen que el fútbol de Biri Biri trascendió de lo deportivo.
-¿Dónde dices que jugó en España? -pregunta el más joven.
-En el Sevilla. ¿Sabes qué equipo es?
-¡Sí, claro! El Sevilla ha vencido alguna vez al Barcelona, ¿verdad?
Después uno recuerda que el Sevilla ganó la Champions en una ocasión, otro lo corrige y dice que fue la UEFA, y que no fue una vez sino tres, y el tercero, más aficionado a la Premier y seguidor del Arsenal, asegura convencido que Unai Emery conquistó la Liga con el Sevilla. Entonces vuelve a tomar la palabra Gaye. “Yo tengo un primo que conoce a Biri Biri. Sigue viviendo aquí, en Gambia. Creo que en Banjul, la capital. Él también lo piensa: nadie en este país, incluso en África, puede compararse con él. Solo Weah, que ahora es presidente de su tierra, de Liberia. Biri Biri era, simplemente, excepcional”.
RECHAZADO POR BRIAN CLOUGH
La casa rezuma humildad. No es, desde luego, la vivienda de un exfutbolista que disfrute de una jubilación millonaria. Pero nada más entrar en ella se atisba una pista del porqué de la leyenda. En la pared, justo enfrente de la puerta, se ve una fotografía antigua, en tono sepia, de la Feria de Abril de Sevilla de 1977. En ella aparece un niño pequeño, de unos tres años, bajo un sombrero cordobés, que sujeta una guitarra española. “Es mi hijo. Cuando salí del Sevilla, lloré. No sé cómo la gente de un país, o una ciudad, o un pueblo donde yo solo jugué al fútbol pudo quererme tanto. Todavía hoy mucho, mucho…”, confiesa Alhaji Momodo Njie, Biri Biri, en un español más chapurreado que dominado.
Biri Biri (30 de marzo de 1948) vive en Banjul, la capital de Gambia, su país natal, uno de los más pobres del mundo. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo solo otorga a 15 naciones peores indicadores económicos y sociales que a Gambia, donde viven menos de dos millones de personas. Una nación que tiene en la agricultura y la pesca sus principales fuentes de riqueza y donde más del 90% de la población profesa el islam.
“No sé cómo la gente de una ciudad donde solo jugué a fútbol pudo quererme tanto”
Biri Biri fue el primer futbolista gambiano en hacerse profesional, el primero en jugar en el extranjero y el primer negro en fichar por el Sevilla. Todo en una España en la que el franquismo daba sus últimos coletazos y donde el deporte rey despegaba como fenómeno de masas. Un jugador con estadísticas discretas pero con un carisma innato. Un icono. “Ahora vivo aquí, tranquilo. ¡Ya estoy jubilado! Soy feliz en mi país, con mi gente”, dice sentado en el sofá del salón de su casa. Ramu, su mujer, observa y escucha atenta la conversación, lo corrige si oye un dato equivocado e interrumpe cuando cree que se le olvida algo importante. Biri Biri tiene ya 71 años. De aquel delantero potente que conquistó Sevilla solo queda el recuerdo, un montón de camisetas viejas guardadas como un tesoro y fotografías enmarcadas por toda la casa. Cojea levemente. Explica que sin gafas ya ve poco. Y reconoce que no juega al fútbol desde hace mucho tiempo. “Solo quiero saber cosas de mi casa y de mi familia”.
Alhaji Momodo Njie empezó a dar patadas a un balón en Banjul. Lo hacía frente a la Gran Mezquita, muy cerca de su casa actual, en un populoso barrio, y lo compaginaba con la escuela coránica a la que acudía. Entonces, el fútbol en Gambia compartía espacio y fama con otros deportes. Asegura Biri Biri que fue el capitán de críquet del combinado nacional de su país el culpable de que él probara suerte fuera de sus fronteras. Era 1970. “No recuerdo su nombre. Sé que murió hace ya un tiempo, pero fue él quien preparó mi desembarco en el Derby County. Pero allí pasé un año difícil. El entrenador, Brian Clough, no me quería. Creo que no le gustaba la forma en la que yo jugaba al fútbol, así que a la temporada siguiente me fui. Volví a Gambia. En Inglaterra no supieron quererme”, lamenta.
En 1972, la suerte de Alhaji, que ya pasaba por poco de la veintena, volvió a cambiar. Aquel verano, el modesto equipo danés B 1901 Nykobing viajó a Gambia a jugar un amistoso ante un conjunto local. Ganó 4-5, pero la estrella del partido fue aquel delantero gambiano rápido y potente capaz de marcar tres goles. “El entrenador, un tipo que se llamaba Kurt Nielsen, me vio y dijo: ‘¿pero quién es ese Biri Biri?’. Después del partido me invitó a hacer una prueba. Y le gusté. Así que mi mujer y yo nos fuimos a Dinamarca”.
“Juro que no sé quién me llamó para ficharme. Yo no sabía nada de los clubes de Sevilla…”
En el país escandinavo vivió y jugó una temporada. Una sola temporada en la que se quedó a las puertas del éxito. Su equipo, recuerda, disputó la final de copa. Pero perdió 2-0. Fue lo más cerca que estuvo Biri Biri de ganar un título en toda su carrera en Europa. Nunca levantó un trofeo. Nunca saboreó las mieles de un triunfo sonado. Y, no obstante, nunca le hizo falta para convertirse en leyenda.
UNA PUERTA DERRIBADA
El periódico The Point Newspaper es un símbolo de lucha contra la dictadura gambiana. A su fundador y exdirector, Deyda Hydara, lo asesinaron en 2004 por sus críticas a Yahya Jammeh, el tirano que gobernó Gambia con mano dura desde el golpe de estado de 1994 hasta la llegada de la democracia en 2016. Y no fue el único periodista perseguido. Pap Saine, que hoy es un veterano y reputado reportero, vivió en sus propias carnes los horrores del régimen: lo detuvieron cinco veces, lo encarcelaron otras tantas y lo persiguieron por pedir más democracia y más derechos para los gambianos. Tanto trascendió su trabajo que, en 2010, el Instituto de Prensa Internacional le concedió el ‘Word Press Freedom Hero’, honor que reconoce la labor de los profesionales de la información que luchan en favor de la libertad de expresión.
Pero, además, Saine fue cronista deportivo y siguió a Biri Biri en sus andanzas con la selección absoluta de su país. “Jugó para el equipo nacional desde 1963 hasta 1985. Todo el mundo conocía su dedicación. Él lo cambió todo. Antes de que Biri Biri apareciera resultaba imposible pensar que jugadores de aquí pudieran triunfar fuera. Ahora es muy difícil, pero él abrió una puerta”, afirma recostado en un sofá de la redacción del rotativo que hoy dirige.
Pap Saine es dos años más joven que Biri Biri. Eso le ha permitido, explica, seguir desde el inicio la trayectoria futbolística del mejor jugador de fútbol de la historia de su país. “Pasará mucho tiempo hasta que haya alguien como él. Lo que hacía con el balón era impresionante. Biri Biri ha hecho muchas cosas buenas por Gambia. Yo he podido viajar con él cuando la selección jugaba contra otros países y allá donde iba era muy popular”, afirma.
Antes de despedirse, el periodista enfatiza la magnitud del personaje: “¿Vas a escribir sobre Biri Biri? Él era uno de muy pocos. Un elegido”.
GOL AL MADRID… Y OTRO A IRIBAR
En 1973 a Biri Biri le llegó una oferta de Sevilla. Sobre esa propuesta se ha escrito mucho y se ha hablado más. Unos dicen que fue el Betis el primero en ponerse en contacto con el gambiano y que el Sevilla, sabedor del interés verdiblanco, se adelantó y fue a recoger al jugador al aeropuerto. Otros afirman que los de Nervión se interesaron en él desde el principio. Hoy, casi 50 años después, Biri Biri lo recuerda así: “Yo juro que no sé quién me llamó. Yo no sabía nada de los equipos de Sevilla, ni del Betis ni del Sevilla. Estaba en Dinamarca y me dijeron: un club de España está interesado en ti. Cuando llegué y me bajé del avión, me estaba esperando gente de la junta directiva del Sevilla. Me llevaron al estadio, firmé el contrato, hablé con el presidente, Eugenio Montes Cabeza, y después me dejaron en el hotel. A los tres días volví a Gambia de vacaciones”.
Sentado, con un calor sofocante, Alhaji Momodo recibe una llamada telefónica que interrumpe la entrevista. En su móvil suena la melodía del vito, pero cantado por la afición del Sevilla en un día de partido. Los Biris cambian la palabra ‘vito’ por la de ‘Biri’. Y al exfutbolista esto le pone tremendamente contento.
Los cinco años que el gambiano permaneció en el Sevilla fueron como una montaña rusa en la que alternó momentos sublimes con otros en los que no brilló tanto. Su primera temporada, la 73-74, no resultó especialmente buena. Biri Biri jugó 17 partidos y marcó nueve goles, pero el Sevilla, que por entonces deambulaba en la Segunda División con más pena que gloria, no consiguió ascender. “El austriaco Ernst Happel no tenía interés en mí. Solo me metía al campo cuando los partidos estaban a punto de acabar. ¿Por qué fichas a un jugador si solo quieres ponerlo cinco minutos?”, se pregunta. Happel no terminó la temporada. Le sustituyó Santos Bedoya primero, con el que Biri Biri empezó a despuntar, y Enrique Buqué, después.
“De verdad, no puedo expresar lo que siento cuando voy allí. Los sevillanos se vuelven locos. Es como si fuera otra familia. Yo… Bueno, yo llevo Sevilla en el corazón”
En la temporada 74-75, el gambiano despegó. El Sevilla decidió darle el banquillo al argentino Roque Olsen, que había ascendido al Elche, y el ariete se destapó. Marcó 14 goles en 31 partidos y se convirtió en ídolo absoluto del sevillismo. “Olsen me dijo: ‘conmigo vas a jugar todos los partidos’. Entonces pensé que era la hora de demostrar quién era”, rememora Biri Biri con cierto orgullo no disimulado. El Sevilla ascendió a Primera. Y aquel delantero negro, rápido y potente pudo jugar tres años más (que en realidad fueron dos, porque el segundo de ellos tuvo problemas con su contrato y se lo pasó prácticamente en blanco) en la élite del fútbol español.
-¿Podrías elegir un momento de todos los que pasaste en Sevilla?
-¿Uno solo? -responde con una amplia sonrisa-. ¡Uno solo es imposible!
-Inténtalo…
Entonces las historias empiezan a brotar. “La segunda temporada en el Sevilla fue el mejor año de mi vida. Me acuerdo de un partido contra el Rayo en el que marqué dos o tres goles… Cuando salí del campo los niños me miraban con admiración y los aficionados me llevaron en brazos a mi casa. Todo el mundo me gritaba. También recuerdo un gol que le marqué al Madrid. ¡Al Real Madrid! Venía de vencer al Derby County por 5-1. Jugamos contra ellos en el Sánchez-Pizjuán y empezaron ganando 0-1. El campo estaba lleno y solo había tres negros en todo el estadio: mi mujer, mi hijo y yo. Entonces, en la segunda parte, Julián Rubio tiró a puerta, el portero detuvo el disparo y yo fui corriendo para recoger el rechace y marcar. Al final empatamos. [Miljan] Miljanic, el técnico del Madrid, dijo que era la primera vez que veía a alguien ganarle balones de cabeza a Benito, un central que era muy bueno. Salió en todos los periódicos. En mi primer año en Primera también le marqué un gol a Iribar. ¿Sabes quién fue? ¡Era el mejor portero del mundo! Yo le marqué. Al Athletic le habíamos ganado en verano el Torneo Colombino y a mí, ese día, me dieron una de patadas… También me acuerdo mucho de mis compañeros. Hice muchos amigos: Gallego, Enrique Lora o Pablo Blanco, que me quería mucho. Tenía un Renault 5 y venía siempre a recogerme. Siempre venía a por mí. Me llevaba a todos lados. Gracias a él conocí Sevilla”, explica de un tirón.
Mientras protagonizaba buenas actuaciones, que la afición elevaba a gestas deportivas de gran dimensión, Biri Biri también era noticia por sus continuos viajes a Gambia, que le hacían perderse algunos partidos. Sus ausencias provocaban no pocos enfados entre los asiduos al Pizjuán, pero se las perdonaban casi religiosamente cada domingo de fútbol. La temporada 77-78, en la que marcó seis goles, fue su última vistiendo la zamarra blanca. Dejó su cuenta en 32 goles en 99 encuentros como sevillista. El entrenador Cid Carriega, dice el gambiano, no lo quería. Y ese fue su final. “No me alineaba. Creo que a ese entrenador tampoco le gustaba. Así que fui al presidente y le dije: ‘mejor me voy de aquí. No quiero estar en un sitio sin poder jugar al fútbol'”.
Biri Biri probó suerte en el Anderlecht belga y volvió a pasar por Dinamarca antes de regresar a Gambia, donde se retiró en 1987 con casi 40 años. Su país le nombró ‘Mejor jugador de fútbol gambiano del Milenio y de toda la Historia’. Su hijo pequeño, que pretende emular sus pasos, juega ahora en el Boavista de la primera división portuguesa. Y él intenta vivir tranquilo en su casita de Banjul. Sin lujos. Con las fotos de la pared como centinelas de un tiempo pasado y feliz. “De verdad, no puedo expresar en palabras lo que siento cuando voy allí. Los sevillanos se vuelven locos. Es como si fuera otra familia. En la calle me quieren más que aquí. Yo… Bueno, yo llevo Sevilla en el corazón”, concluye emocionado.
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