En la aglomeración veraniega de turistas que se amontonan entre bocinazos de coches y pitidos de agentes que intentan ordenarla, el puerto del Pireo se alza como uno de los núcleos más importantes de la Grecia estival. Durante los tres meses de temporada alta, la zona que mejor simboliza el caos urbanístico de Atenas se convierte en un lugar mágico. Para los visitantes locales y extranjeros aquí inician unas vacaciones que sin duda recordarán -y retratarán- hasta la extenuación. No sería exagerado decir que en sus caras se dibuja un tipo de ilusión especial. Una que casi todos hemos saboreado al menos una vez en nuestras vidas ante el comienzo de algo único. Este sentimiento, sin embargo, no puede compararse con el deseo que se esconde en los corazones rojiblancos que laten a poca distancia del puerto: el estadio Georgios Karaiskakis, hogar de la ‘Leyenda’ del fútbol griego, como se suele llamar el Olympiacos CF, este verano ya se ha inscrito en la historia como uno de los más eufóricos.
El equipo que cuenta más títulos locales y más presencias en la Champions League que cualquier otro en Grecia ha pasado por momentos duros estos últimos dos años. Entre investigaciones por posibles casos de corrupción de su presidente, cambios constantes de estilo en la gestión deportiva, con masivas salidas y entradas de jugadores y entrenadores, y un descenso inesperado de la asistencia de público en el Karaiskakis, la realidad del Olympiacos ha sido bastante complicada últimamente. Para rematarlo, sus adversarios históricos, hartos de estar a su sombra, como el AEK y el PAOK, le han adelantado en la carrera del fútbol griego. ¿Qué hace entonces que lo poco que llevamos de esta temporada ya sea especial para los del Pireo? Con la vista fijada en el máximo objetivo, que era la fase de grupos de la Champions, los jugadores del Olympiacos empezaban a finales de julio una lucha que pintaba muy difícil pero no imposible. En este momento, el cuadro del entrenador portugués Pedro Martins puede presumir de no solo haber logrado plantarse en el sorteo contiental de esta temporada, sino también de haberlo hecho sin perder un solo partido de los seis que ha disputado desde la segunda ronda eliminatoria de la máxima competición europea.
Mencionar de nuevo el nombre de Pedro Martins no sería en este caso una mera repetición, sino una forma de hacer justicia para un entrenador aplicado, que llegó del Vitoria Guimarães para dar identidad a un grupo de jugadores a los cuales claramente les faltaba confianza. Sin hacer mucho ruido y sin la mínima intención de compararse con ningún otro entrenador portugués que había pasado por el banquillo del club griego, Martins ha conseguido en tan solo año y medio que el público exigente del Karaiskakis cante su nombre. “Empezar mi trayectoria en clubes de tercera de Portugal como União de Lamas, Lusitânia y Espinho me ha hecho el entrenador que soy ahora”, destaca en una de sus entrevistas el de Feira. Con mucha humildad, trabajo táctico y sobre todo siendo tajante en las decisiones sobre quién forma parte del once inicial, el entrenador que llegó como una incógnita ha conseguido crear una columna de jugadores muy sólida y un equipo que sabe interpretar perfectamente su idea de juego de transiciones rápidas.
Sin hacer mucho ruido y sin la mínima intención de compararse con ningún otro portugués que hubiese pasado por el banquillo del club, Martins ha conseguido que el público del Karaiskakis cante su nombre
El crédito por el estable comienzo de este técnico que cumple con la idea de juego ofensivo exigida por grada y dirigentes se extiende hasta el director deportivo y embajador internacional del equipo, Christian Karembeu. El que fuera campeón con el mítico equipo ‘bleu‘ del 98’ y su compatriota François Modesto jugaron con éxito en el Pireo y ahora, además de hacer diana con ‘El Profesor’, como se apoda Martins, se dedican al correcto funcionamiento del proyecto deportivo y del departamento de scouting. Los resultados han sido impresionantes, con los últimos fichajes como mayor prueba de su trabajo.
El primero en llegar para reforzar al equipo del puerto de la capital ha sido un viejo conocido de los campos europeos; Mathieu Valbuena. A los fans que recibieron con algo de desconfianza al veterano francés, que está por cumplir los 35 años, ya no les queda nada más que aplaudirle. Valbuena ha demostrado en poco tiempo que el fútbol de alto nivel sigue siendo su lugar y ha conseguido reemplazar con nota sobresaliente al capitán y jugador más valioso de los rojiblancos. La ausencia del griego Kostas Fortounis, que actualmente está en proceso de recuperación de una grave lesión sufrida a principios de pretemporada, se ha notado menos gracias a que su nuevo compañero ha podido aportar calidad y experiencia a un equipo relativamente joven.
El puzzle de la plantilla del único equipo griego en las competiciones europeas este año no se completa ni mucho menos con la adición del ex del Fenerbahce. Rúben Semedo, el central portugués, ex del Villarreal y famoso en España por verse envuelto en estrambóticas causas judiciales extradeportivas, parece haber llegado decidido a resucitar su carrera dando firmeza y rapidez a la zaga del Olympiacos. En este nuevo camino de su vida, Semedo se ha cruzado con otros dos portugueses que son piezas importantísimas para Martins: el portero José Sá y el extremo Daniel Podence. El meta, que llegó en calidad de cedido el año pasado del Porto, no perdió la oportunidad y convenció a los dirigentes del Olympiacos que su fichaje merecía el esfuerzo económico que se ha hecho por él este verano. La misma lógica se siguió también con Podence, un talento imprevisible, cuyos derechos se ha podido asegurar el Olympiacos después de desembolsar una cantidad importante para resolver su disputa legal con el Sporting de Portugal.
Valbuena ha demostrado en poco tiempo que el fútbol de alto nivel sigue siendo su lugar y ha conseguido reemplazar con nota sobresaliente al capitán de los rojiblancos
A los lusos se unen otras promesas como el serbio Lazar Randjelovic y el argentino Maxi Lovera, que forman también parte de la mentalidad de “selling club” que ha adoptado el club griego sobre todo la última década. No obstante, para construir un equipo con la capacidad de volver a conquistar los títulos griegos y hacer una campaña notable en Europa, el staff técnico del Olympiacos se ha asegurado que el equipo no estuviera carente de carácter griego y de la experiencia necesaria para los momentos de alta presión psicológica. Con la participación activa de al menos cuatro internacionales griegos y la presencia de jugadores como el actual capitán Omar Elabdellaoui o el biónico brasileño Guilherme, la realidad no parece estar muy lejos de la idea que tenían los dirigentes del club griego.
El sorteo de la Champions League pone al Olympiacos frente a dos gigantes del fútbol europeo como el Bayern de Múnich y el Tottenham, pero también le encara ante el Estrella Roja, con el que les ata una fraternidad especial. La mejora de la plantilla, la confianza de los jugadores y el activo de Martins hacen que los integrantes de club tengan esperanzas de presentar un fútbol más atractivo, que a la vez les podría llevar más cerca del éxito. Sin embargo, el valor añadido que realmente posee el equipo del Pireo este año no se encuentra solo dentro del terreno del juego, sino en las gradas. Cerca del bullicio del puerto, los abonados del Olympiacos ya atestiguan un ambiente extraordinario en el estadio, de una relación diferente del público con los miembros del equipo. Por primera vez desde la época de Ernesto Valverde en Grecia, el aire de unidad que se respira por todo el coliseo es contagioso. Los abrazos vuelven a ser más fuertes, los cánticos no cesan y parece que el equipo esté protegido por un escudo invisible armado por la afición. Aunque, eso sí, la identidad ofensiva se tendrá que desplegar dentro del césped, incluso en partidos como el de esta noche contra los finalistas de la Champions del año pasado. Sólo así la alegría se instalará de manera definitiva en el Georgios Karaiskakis.