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Suéltame la mano si me quieres

Laporta entendió que era mejor soltar la mano y volver a empezar. Y encontró otra nueva ilusión. Alguien que ni siquiera habla tu idioma, pero que os basta un parpadeo para entenderos: Hansi Flick

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“No todo vale en el amor, ni todo vale en el fútbol”, debió pensar Joan Laporta al sacudir la mano a Xavi Hernández en su despedida como entrenador del Barcelona. Y la verdad es que, tras tanto rifi rafe, la relación prometía antes de la ruptura, al menos, un año más de reproches, excusas, o quizás de prosperidad, quién sabe. Porque hay parejas que lo vuelven a intentar y funciona, como el Real Madrid y Carlo Ancelotti o Jadon Sancho y el Dortmund. Y otras que no quiebran nunca, aunque haya mil turbulencias durante el camino, como Alex Ferguson y su United. También hay parejas que deciden no enamorarse nunca más tras alejarse del amor de su vida, como Klopp y el Liverpool.

Sea como sea, lo de Xavi y el Barça fue algo parecido al primer amor de cualquier adolescente, que llega con 16 años y en plena era de la inocencia. Aparece por circunstancias totalmente aleatorias de la vida y al principio todo va magnífico. Los defectos son virtudes y todo apunta a que la vida te va a cambiar por completo, y siempre hacia mejor. Sin duda, Xavi fue una esperanza para los que creían que habría alguien capaz de igualar las ideas de Guardiola. Algo parecido a querer imitar las falsas ilusiones que te crea el cine con películas llenas de amores fantasiosos que ni existen, ni existirán; normal que eso te acabe quemando, porque ves que no llega.

No quieres soltar la mano por mucho que arda, porque le temes al futuro. Porque primero lo intentase con un amor del pasado (Koeman) y el desastre fue estrepitoso. Pero más tarde, volviste a sentir mariposas en el estómago al pensar que te podrían devolver al momento más feliz de tu vida. Error.

 

Ahora, Laporta ya sabe que vale más un amor prudente que un amor platónico. Que las relaciones frenéticas solo funcionan detrás de la pantalla, y que las utopías, utopías son

 

Quizás por esto, Laporta entendió que era mejor soltar la mano y volver a empezar. De la nada, tajante. Y encontró otra nueva ilusión. Alguien que ni siquiera habla tu mismo idioma, pero que os basta un mínimo parpadeo para entenderos: Hansi Flick. Alguien modesto, moderado, que entiende perfectamente tus imperfecciones, y lejos de echarlas en cara, las acepta y las transforma en preciadas joyas, como con Casadó y Bernal. También sabe darte tu lugar, y es capaz de hacer brillar tanto tus virtudes que te devuelve a tu segunda juventud, como ha hecho con Raphinha o Lewandowski.

Ahora, Laporta ya sabe que vale más un amor prudente que un amor platónico. Que las relaciones frenéticas solo funcionan detrás de la pantalla, y que las utopías, utopías son. Por eso, tanto en los romances como en los banquillos, procura buscarte un Frank, siempre y cuando seas Bill, y evita a todos los Hache, siempre y cuando seas Babi.

 


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Fotografía de Getty Images.