De pequeño quería ser como el ‘Piojo’. Marcar goles, y celebrarlos, como él. El ‘7’ a la espalda y la camiseta del Valencia en los entrenos de la Penya Blaugrana de Sant Cugat. Tan osadas las ilusiones como improductivas. Un gol en dos años. Dejé ese club y me fui al equipo del cole. Ahí lucí el ’21’, por Aimar, a ver si se me pegaba algo de su magia. Pero tampoco. Empecé a meter goles, aunque el hechizo brilló por su ausencia. Para ser un buen ladrón de ideas, tan lícito como tenerlas, no solo basta con robarlas, también hay que saber reproducirlas. Y parece que a ese niño que luego vistió el ‘8’ soñando con ilusionar como Iniesta nunca le quedó del todo claro. Acabó siendo un lateral del montón.
Con una suerte más o menos dispar, algo similar les pasó al West Ham, al Burnley y al Scunthorpe a inicios del siglo pasado. En aquella época no había en Inglaterra un equipo tan potente como el Aston Villa. Los de Birmingham acumulaban ligas con la misma facilidad con la que uno se cepilla los dientes después de cada comida. Frescura y victoria como rutina. Y esos tres clubes pensaron que la forma más sencilla para parecerse a los ‘villanos’ sería vestir como ellos. ¿Vino tinto en el tronco, celeste en los brazos y voilà? Pues no.
Ni el West Ham pasó a ser el mejor de Inglaterra después de que William Dove, padre de Charlie, futbolista del Thames Ironworks, primero, y del sucesor West Ham, después, ganase una apuesta a unos cuantos futbolistas del Aston Villa, pagada con las equipaciones de su club al no tener plata en mano. (Pero al menos pueden decir que tienen una Recopa).
Ni el Burnley pasó a ser el mejor de Inglaterra cuando se deshizo del verde que lucía en la primera década del siglo XX, en la que los fundadores de la First Division descendieron al infierno de la Second, para establecerse de nuevo entre los grandes del football. (Aunque levantaron el título de campeón inglés en 1921).
Ni el Scunthorpe pasó a ser el mejor de Inglaterra al aunar fuerzas con el Lindsey United y copiar los colores al campeón inglés de 1910 para convertirse, de la noche a la mañana, en un equipo temible en las Islas. (Pues nunca alcanzó la máxima categoría).
Tan cierto todo esto como que el Aston Villa, tras ser el patrón cromático en el que se fijaron aquellos tres clubes, solo acumuló en sus vitrinas un par de FA Cups y tres Copas de la Liga hasta los años 80; cuando, aparte de asemejarlo por su vestimenta, volvió a ser el ganador de antaño. Una liga, en 1981, y una Copa de Europa, al año siguiente, lo atestiguan. A veces, no solo basta con parecer.
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Fotografía de Imago.