Cuando uno piensa en Bosnia y Herzegovina, el fútbol no es lo primero que le viene a la cabeza. En el país balcánico se pueden encontrar maravillas como el Puente Viejo de Mostar, el Parque Nacional Una con sus lagos de Plitvice y, sin lugar a dudas, la mágica ciudad de Sarajevo. Todos estos monumentos están acompañados por la triste aura de una guerra reciente que convirtió, de manera irremediable, a Bosnia y Herzegovina en uno de los países menos desarrollados de Europa.
Mucho antes de este episodio, cuando Yugoslavia todavía vivía en los mapas, el fútbol fue abrazado por sus gentes como en el resto del viejo continente. Fue allá por el año 1920 cuando se fundó la Federación de Fútbol de Bosnia y Herzegovina bajo el paraguas de la Federación de Yugoslavia. Este organismo comenzó a dar forma a la Premijer Liga y a la Kup Bosne i Hercegovine a principios del siglo XX. Durante todo este tiempo, el fútbol ha estado presente en los Balcanes, incluso cuando la Guerra azotó a los diferentes estados de la extinta Yugoslavia.
En 1992, con la independencia del país y la posterior guerra, la Federación de Fútbol de Bosnia se formalizó y fue reconocida por la FIFA. Llegó tarde al panorama balompédico y sus competiciones nunca han entrado en la élite del fútbol europeo. Y, en la misma línea, navegó una recién nacida selección nacional. En 1995 disputó su primer partido oficial ante Albania, en Tirana, con un resultado final desfavorable: 2-0. No obstante, la selección había debutado, aunque no de manera oficial, en Irán. Aquel encuentro para la historia se saldó con una victoria, por 1-3, ante el combinado iraní. Eran los primeros pasos de la selección de Bosnia y Herzegovina.
Sin embargo, esos pasos se han resumido en constantes tropiezos al largo de su corta historia. Todos los comienzos son difíciles y para ‘Los hijos de la Guerra’, como es conocida la actual generación de la selección en su territorio, también. La selección no se clasificó para ningún torneo internacional hasta 2014. En el Mundial de 2010 y en la Eurocopa de 2012, el combinado nacional se quedó a las puertas de la participación, siendo Portugal su verdugo, en ambas ocasiones.
Pero en Brasil, Bosnia y Herzegovina escribió la primera página de su historia en la Copa del Mundo. Una página corta. Un prólogo, quizás. Aquel verano, jugadores como Dzeko, Pjanic, Spahic o Begovic aterrizaron en Guarujá, en el estado de São Paulo. Su participación fue efímera. En su estreno ante Argentina, en el mágico Maracaná, los bosnios cosecharon la primera derrota (2-1). Días más tarde, Nigeria despertó al joven país de aquel sueño (1-0). En su último partido, ante Irán, lograron su primera y única victoria (3-1) en el torneo antes de volver a los Balcanes.
Prosinecki, a los mandos de Bosnia
Fue, y es hasta hoy, la única participación internacional de Bosnia y Herzegovina en un campeonato de selecciones. La Eurocopa ha ido resistiendo a las llamas de los ‘Dragones’, que nunca han participado en la competición del viejo continente, pero el devenir de la selección puede cambiar con la llegada a los banquillos de uno de los grandes mitos del deporte rey: Robert Prosinecki.
Cuando entrenaba al Estrella Roja, multó a nueve futbolistas por falta de compromiso tras un partido en el que vencieron por 3-1
El exfutbolista croata de origen alemán, que jugó para el Real Madrid, el Barcelona o el Sevilla, ha tomado los mandos de una selección que quiere volver a disputar un torneo internacional. Prosinecki, además, tiene cierta experiencia en los banquillos aunque no ha cosechado grandes éxitos. Tras cuatro años como asistente de Bilic en Croacia, en 2010 llegó su primera aventura en solitario en el Estrella Roja de Belgrado, club con el que ganó la mayoría de sus títulos como jugador, entre ellos la Copa de Europa. Además, se convirtió en el primer entrenador croata que dirigía a un equipo serbio desde la Guerra de los Balcanes. La expectación que generó su llegada al club no se correspondió con los éxitos deportivos que luego ofreció a su afición. Tras un subcampeonato en liga, tan solo pudo lograr la Copa de Serbia en 2011. No obstante, en su etapa por Belgrado demostró la mano dura que tenía con la plantilla. El técnico multó a nueve futbolistas por falta de compromiso tras un partido en el que vencieron por 3-1. Su implicación con los jugadores lo llevó, en 2012, a unirse a la huelga de sus jugadores, que llevaba meses sin cobrar, y presentó su dimisión por discrepancias con la directiva.
La siguiente aventura del Rubio llegó, para sorpresa de todos, lejos de los Balcanes. Mucho se había hablado y rumoreado sobre el siguiente destino de Prosinecki pero nadie acertó. El habilidoso exfutbolista se enroló en el banquillo del Kayserispor turco y logró que el equipo se convirtiese en la revelación de la temporada. El meritorio quinto puesto que logró en su primer año se vio empañado por la desastrosa campaña siguiente. Con el club en puestos de descenso, Prosinecki presentó su dimisión. La directiva del Kayserispor la rechazó en un primer momento aunque meses más tarde, con el equipo en la misma línea negativa, lo acabó destituyendo. Ahí comenzó un letargo de dos años en los que se alejó del fútbol.
Volvió, en 2014, para dirigir a la selección de Azerbaiyán. Sus inicios fueron prometedores. El objetivo era implantar un nuevo estilo de juego y clasificar al combinado nacional para la Eurocopa de 2016 o la cita mundialista de 2018. Cuajó buenas actuaciones y la selección peleó por la clasificación pero, finalmente cayó apeada en las fases de clasificación. Al no conseguir ninguno de los objetivos, Prosinecki fue cesado de su cargo. Hizo las maletas, cogió el primer vuelo y regresó a los Balcanes. Allí, la selección de Bosnia y Herzegovina le esperaba con un contrato sobre la mesa y el sueño de disputar la siguiente Eurocopa. La Nations League era el escenario perfecto para volver a ver a una Bosnia ganadora. En el país esperaban un combinado potente como el de 2014.
Y, por el momento, así ha sido. La experiencia que el entrenador ha adquirido en los diferentes clubes y selecciones para las que ha trabajado ha servido para moldear un estilo de juego vistoso basado en la posesión. Encajada en el grupo tres de la Liga B, la selección dirigida por Prosinecki ha conseguido vencer a Irlanda del Norte y Austria en los dos partidos que ha disputado. Unos números que le permiten soñar con el play-off de acceso al torneo europeo de selecciones. El 15 de octubre estaba marcado en rojo en el calendario de toda Bosnia. El Bilino Polje, estadio en el que juega el combinado nacional, acogió la victoria (2-0) ante Irlanda del Norte. El árbitro señaló el final y llegó la clasificación de Dzeko, Pjanic y compañía para el breve torneo que otorga una plaza en la Eurocopa. Desde los banquillos, el croata vivió uno de los partidos más emocionantes de su carrera como entrenador. Su objetivo continúa en pie y, en su mente está la oportunidad de dirigir a la selección por los diferentes estadios europeos en los que se celebrará el gran torneo de la UEFA. El camino es largo, sí. Pero en los Balcanes se han superado batallas más crudas.
Es cierto. Cuando uno piensa en Bosnia y Herzegovina, el fútbol no es lo primero que le viene a la cabeza. O por lo menos, a ojos de Europa. Porque en los rincones de Sarajevo, la República de Srpska o en las calles de Mostar, el fútbol siempre ha estado presente. Cuando los seleccionados se visten con los colores del país, las televisiones se sincronizan en todos los hogares. En la mente de los aficionados, el anhelo de fantasear a lo grande y competir contra los mejores. Sobre el verde, ‘Los hijos de la Guerra’ y el sueño bosnio de Prosinecki.