Thierry Henry y Dennis Bergkamp. Dennis Bergkamp y Thierry Henry. Da igual si del derecho o del revés, ellos eran los líderes incontestables de aquel Arsenal que se permitió el lujo de pasearse por la Premier League de la 03-04 sin registrar una sola derrota en 38 jornadas. Uno, el holandés, administró sus últimos recursos dando diversas clases magistrales en aquella campaña para la historia. El otro, el francés, se erigió -si no lo era ya- como el mejor futbolista que nunca haya lucido el cañón en el pecho. Fueron los héroes principales del Arsenal, sin duda. La historia así quiso recordarles y el Emirates así quiso enaltecerlos con dos estatuas en sus aledaños.
“Henry era a la vez un guía espiritual y una estrella del rock. Era el hombre que querría haber sido, el ideal estético que jamás alcanzaría. El mejor jugador que había visto. La razón sensitiva para hacerme del Arsenal, siendo Wenger la racional”. Así resumía Axel Torres en el #Panenka79 la relevancia de Thierry Henry en el Arsenal de los Invencibles. Tití y Dennis eran algo así como un mechero en medio de una isla desierta para los Gunners. O el Clark Kent que les salvó el pellejo en tantísimas situaciones para poder entrar por la puerta grande en los libros de los récords para registrar una liga perfecta. O los profetas que propagaron la palabra y la pizarra de Arsène Wenger por los céspedes de Inglaterra. Pero detrás de cada héroe se esconden diversos seres terrenales, de a pie, mundanos, sin los que nunca habrían conocido el éxito.
Silenciosos, altruistas, naturales. Así son los actores secundarios. Entregados al nosotros por delante del yo. Sin ellos, los héroes no serían más que la imagen difuminada de lo que son. Es lógico, obvio y coherente pensar que sin Henry ni Bergkamp todo aquello hubiera sido imposible. Tan lógico, como pensar que todo mechero se vuelve inútil sin una piedra que le dé la chispa necesaria para tener fuego. O tan obvio como que sin Lois, Clark no le hubiera encontrado mucho sentido a jugarse el tipo para salvar a la humanidad de tantas desgracias. O tan coherente como que sin apóstoles que le acompañaran en su camino hacia la eternidad, su historia nunca hubiera podido ser escrita.
Sin seres terrenales, sin actores de reparto, sin tipos del perfil de Pirès y Ljungberg, nunca conoceríamos las hazañas de mitos como Henry o Bergkamp
Esa piedra, esa Lois, esos apóstoles estuvieron representados principalmente por Robert Pirès y Fredrik Ljungberg en aquel Arsenal. Mediapuntas de cuna, se reubicaron en las bandas para que la cabeza de Arsène Wenger pudiera proyectar un puzzle perfecto sobre el campo. “Wenger no dejó de innovar. Convenció a muchos de nosotros de que podíamos rendir en otras posiciones. Te seducía y tú te creías capaz de todo”, destacaba Lauren en Panenka sobre el poder de convicción del técnico alsaciano. Y cerca de la cal, Pirès y Ljungberg, lejos ambos del radio de acción donde siempre habían actuado, pasaron a ser los complementos perfectos de Thierry Henry y Dennis Bergkamp en el ataque gunner.
Si no aparecía la elegancia y la clase de Henry o la visión y el acierto de Bergkamp, ahí estaba la técnica de Robert Pirès para guiar los ataques desde la banda izquierda, desde donde sumó 14 goles para los Gunners en ese curso, siendo el segundo máximo goleador del equipo. Frente a un día espeso del ’14’ y del ’10′, nunca se escondió Fredrik Ljungberg escorado en la diestra con su insistencia y tozudez para apuñalar al lateral y penetrar por la banda para firmar seis asistencias vitales para el título liguero. Si el gol se le resistía a Tití en un áspero mediodía en Anfield, aparecía Robert Pirès para firmar el segundo y la remontada ante el Liverpool. Y, del mismo modo, si tocaba, también daba un paso al frente el sueco otro día en Mánchester para darle la vuelta al marcador contra los Citizens.
Unos días brillaban los protagonistas, otros los actores secundarios y, si no, lo hacían todos al compás. Y esa fue una de las claves de su éxito, la plena confianza de cada uno, sin importar la etiqueta que se les presuponía, ni cediendo toda responsabilidad a las estrellas o a los presuntos goleadores.
Dicen de los héroes que son indestructibles, omnipotentes, pluscuamperfectos. Pero poco trasciende la relevancia de los que les acompañan en el camino hacia el éxito. Sin seres terrenales, sin actores de reparto, sin tipos del perfil de Pirès y Ljungberg, u otros secundarios de lujo como Ashley Cole, Patrick Vieira o Sol Campbell, nunca conoceríamos las hazañas de mitos como Thierry Henry o Dennis Bergkamp. Básicamente porque nunca se hubieran manifestado como tales.