Cómo puede ser que un equipo con cuatro millones de hinchas en el mundo no tenga estadio? La respuesta a la pregunta es San Lorenzo, que tiene campo pero no tiene casa. El centenario club bonaerense nació en el porteño barrio de Boedo, pero lleva 30 años alejado de la placita donde revoleó la primera pelota. CASLA se hizo grande en el Gasómetro de Avenida La Plata, pero la dictadura sacó la escoba y los ‘cuervos’ tuvieron que volar a lugares impensables. En 1979, el Ciclón fue el primer grande argentino que perdió el campo. Los militares les echaron con la excusa de construir una autopista que jamás se hizo y, para más desgracia, donde se alzaba el ‘Wembley porteño’ acabaron construyendo un Carrefour.
Desde aquel escobazo injusto, un largo peregrinar les llevó a alquilar la cancha de Vélez y hasta la de Huracán, el eterno rival. De Vélez les echaron los dueños legítimos porque con San Lorenzo de local, el barrio se les estaba volviendo azulgrana; tal era su tirón popular. Pero esa es otra historia. El éxodo desembocó en 1994 en el Nuevo Gasómetro del Bajo Flores, un recinto levantado frente a una de las villas miseria más deprimidas y violentas de Buenos Aires, donde el club nunca encontró auténtico acomodo. Pero como no hay mal que dure 100 años, San Lorenzo, que podría apellidarse Wanderers por el historial fugitivo, está a un paso de volver a Boedo. “Y dale alegría, alegría a mi corazón, la vuelta para Boedo es mi obsesión. Tener una cancha como la detablón y en Avenida La Plata salir campeón”, canta ‘La Gloriosa’ desde el fondo. El pueblo ‘cuervo’ tuvo la vuelta a Boedo en la garganta durante una vida y ahora la tiene delante de sus narices. El compromiso insobornable de la gente parió la ley que restituirá al club su histórico predio. Es mérito también del Grupo Artístico de Boedo, la comunidad de artistas que en 2012 comenzó a recuperar la memoria histórica del barrio y del club en casi un centenar de murales que engalanan las calles de esa Tierra Santa tan ansiada por el sanlorencismo.
El Grupo es como la madre que mima la habitación del niño para que se la encuentre justo como la dejó al volar de casa. Con su trabajo, una enciclopedia al aire libre, se ha encargado de preservar la conexión de San Lorenzo con su barrio natal. Si cada recuerdo es un ‘cuervo’ que podría haber volado, los murales que colorean las calles del barrio son la mejor jaula posible. “En el barrio existe una identidad muy fuerte con San Lorenzo pero también una gran relación con la cultura popular porteña. Entonces, hicimos un mural sobre la murga y el carnaval pero con los colores de San Lorenzo en los murgueros. Ese fue el primero”, explica Facundo González, fundador del grupo junto al muralista social Pepi Garachico. Al primero le siguió un homenaje al omnipresente tango y después otro a Osvaldo Soriano, la pluma que mejor supo reflejar lo que significa sentir a un club tan peculiar como CASLA. “Uno siempre anda buscando los orígenes. ¡Nuestra identidad!”, decía el Gordo Soriano. Y así luce desde entonces en la esquina de Salcedo y Quintino Bocayuva junto a un dibujo que muestra al escritor alado enfundado en la casaca rojiblanca. Desde entonces, el barrio es una ley de memoria histórica al aire libre. Justicia tangible. “Siempre tuvimos muy clara la intención de mostrar una idea de arraigo a través de los murales”, comenta González. Así, al doblar la esquina puedes saludar al padre Lorenzo Massa, fundador del club. Y un poco más allá a Jacobo Urso, que perdió la vida después de sufrir un golpe durante un partido que se empeñó en terminar por respeto al escudo. Y están el ‘Nene’ Sanfilippo, máximo artillero histórico, los Carasucias y los Camboyanos. El ‘Vasco’ Lángara sobre un fragmento del Gernika e incluso el Papa Francisco. Todo para recordar que San Lorenzo siempre fue Boedo, que Boedo sin San Lorenzo no es nada. Que la vuelta tiene sentido.
BARRIO DE MURGA Y CARNAVAL
“Tanto sentimiento, tanto carnaval, nos hizo Gloriosa por la eternidad”, atrona en el fondo del Nuevo Gasómetro. Efectivamente, Boedo es barrio de murga y carnaval pero también de tango y pelea. Alrededor de la editorial Claridad, ubicada en calle Boedo 837, nació en los años 20 la más importante corriente de literatura social argentina en lo que se dio a conocer como el Grupo de Boedo. Este cuadradito al sur de la ciudad siempre fue mate y debate en las sillas que sacó el vecino junto a la vereda. “Bajo un techo de estrellas, diez de la noche, la silla del barrio porteño afirma una modalidad ciudadana”, escribió Roberto Arlt -quizá el cromo más conocido de aquella generación- en uno de sus artículos de Aguafuertes porteñas. Beodo es barrio de casitas bajas ocupadas por personas de clase media obrera, una zona que el capitalismo desfiguró en los años 80 y ahora comienza a revivir con la esperanza del regreso del hijo pródigo. Donde había un estadio que aglutinaba la vida cultural, con la mejor biblioteca de Buenos Aires, espacio para conciertos y 3.000 personas cada día cambiando delincuencia por deporte, plantaron un centro comercial. Un hipermercado en un lugar donde se vivía cultura popular, deporte y actividad social. Donde había queserías, cafés y carnicerías, quedaron tapias asaltadas por la maleza. Allí tocaron Santana y Serrat; ahora si acaso queda algún CD perdido en las estanterías del súper. Las calles en las que nació San Lorenzo siempre han evocado una manera de vivir que en Europa parece abocada definitivamente al pasado. El barrio fue movimiento en la calle, comercio local, pertenencia y sentido de comunidad. Esa manera de hacer que describió Arlt es la que quiere recuperar el grupo artístico. “No solo se trata de resaltar a los campeones o a quienes obtuvieron logros, se trata de representar a gente que fue importante en la historia del barrio pero que dejó algo más que el éxito deportivo, que dejó algo más respecto a la identidad”, apunta Facundo. Ahí están el recuerdo al Pappo Napolitano, figura central del rock argentino con Los Abuelos de la Nada o al histórico cine Cuyo.
“Lo único que se fue es el estadio, pero la gente y esa identidad no se fueron a ninguna parte”, sentencia Facundo. Con esto en mente no resulta difícil entender la emoción que sienten muchos vecinos al ver los murales. Sobre todo los más ancianos que se criaron junto al antiguo estadio. “Dos señoras muy mayores, al ver un mural que representa la antigua entrada al estadio se quedaron paradas porque volvieron a sentir lo que allí en su juventud. Se emocionaban, nos abrazaban. Fue muy lindo”. El trabajo del Grupo Artístico y otros colectivos embarcados en la aventura de la vuelta es puro pegamento social. Se percibe en la historia de Esteban, un jubilado de 89 años que siempre vivió lindero al Gasómetro. Cuando Buenos Aires aprobó la ley de restitución histórica que obliga a Carrefour a desprenderse de la mayoría de los terrenos a cambio de una compensación económica, la afición (a través de Subcomisión del Hincha) se arremangó de nuevo. Bajo el lema ‘Comprá tu metro cuadrado’ invitan a todo el que quiera a adquirir una parcela del terreno que un día fue suyo (unos 250 euros) para hacer efectivo el pago a la multinacional francesa mediante un fideicomiso. Esteban quería comprar su metro pero su situación económica no se lo permitía. “Vino a sacar fotos a nuestro primer mural con una cámara de rollo y desde entonces nos siguió siempre”, explica Facundo. “Al final, entre todo el grupo pagamos su metro cuadrado. Se emocionó hasta las lágrimas, le ayudamos a cumplir su sueño”.
¿QUÉ SERÍA DEL CLUB SIN EL HINCHA?
Dicen que la de San Lorenzo es la afición más creativa de Argentina. Lo indiscutible es que es la más comprometida. Han hecho de cada encrucijada un momento histórico. De cada instante propicio a la duda, un ejemplo de compromiso inédito en Argentina. Muchísimo antes de que el Tano Pasman se convirtiera en chiste global con el descenso de River Plate, CASLA fue el primer grande que vivió en propias carnes ese luto terrible. En 1981 los ‘cuervos’ se vieron en segunda y sin campo propio. La entidad se desangraba y corría el serio peligro de desaparecer, pero la gente respondió al envite amasando la mayor taquilla en la historia de Argentina. El Ciclón hacía más caja en la Nacional B que toda la Primera. ¡Más que Boca y River! Una bomba en cualquier pronóstico. Pero hay más, el Nuevo Gasómetro que San Lorenzo quiere abandonar ahora para regresar a Boedo, lo construyó en parte su gente pagando un bono proestadio de ocho pesos en cada partido durante una década. Por eso se hizo popular el dicho de que San Lorenzo construyó dos canchas y ahora va a levantar la tercera. Según Osvaldo Soriano, San Lorenzo no regresó a Primera porque tuviera un buen equipo, volvió porque la gente lo quiso así, “porque cuando algo toca fondo, uno saca todo lo que tiene adentro para salvarlo o se hunde definitivamente”. En la confluencia de Santander y Provincias Unidas está el mural que define al aficionado ‘cuervo’ con recuerdo a El Hincha, la clásica película de Santos Discépolo. “¿Qué sería de un club sin el hincha? Una bolsa vacía”.La vuelta se siente con pasión, incluso entre los que viven a miles de quilómetros de Tierra Santa. Como Diego Caldentey, periodista argentino y ‘cuervo’: “En una época de pleno profesionalismo, lo nuestro es algo admirable. Es lo más lindo del mundo. Una forma desinteresada de ayudar al club. Desde el tipo obrero que pone lo que puede hasta Viggo Mortensen que compra no sé cuántos metros. No hay nada que simbolice mejor el sentir hacia un equipo”. Osvaldo Álvarez, un jubilado de 69 años que fundó en Madrid una de las peñas azulgrana más activas del mundo, aporta razones contundentes para la vuelta a Boedo. “El romanticismo no se puede negar, sobre todo en la gente de mi edad que nos criamos ahí. El campo era el patio trastero de nuestra casa, allí jugábamos y aprendíamos ajedrez o teatro. Pero en este momento el romanticismo coincide con el negocio. Recuperar esas tierras va a ser un paso gigantesco de San Lorenzo hacia adelante. De seguir allí, el club tendría ahora 100.000 socios. Estuvimos a punto de desaparecer, cuando nos fuimos a la B sin cancha pasamos de 40.000 a 8.000 socios”, rememora el fundador de la Peña Osvaldo Soriano, con sede en el Bar Boedo, en Boadilla del Monte.
¿SIMPATÍA POR EL DÉBIL?
Si resulta imposible no sentir simpatía por los equipos golpeados, cómo no hacerlo por San Lorenzo. Incluso aunque seas del eterno rival. “En un principio pensábamos que la cosa se iba a poner difícil ya que hubo algunos ataques, pero con el tiempo la gente comprendió que nuestro trabajo era valioso y no iba contra nadie. Hoy día es prácticamente nulo ese maltrato”, comenta Facundo.
Caldentey cree que la lucha de San Lorenzo consigue trascender el potente juego de enemistadas que caracteriza al fútbol argentino. “Ya sabes cómo es el folclore argentino con la rivalidad pero creo, y tengo amigos en otros equipos, que el que verdaderamente ama a este deporte está a favor de nuestro retorno porque nadie puede objetar una síntesis de amor tan grande por unos colores”. Pero no todos los vecinos de Boedo quieren la vuelta del club al barrio. Aunque los hinchas sostienen que el regreso es algo natural y que el estadio va a contribuir a la recuperación de la zona porque vendrá acompañado de polideportivos y otros servicios, una minoría ha recibido el suceso con recelo. La violencia de las barras y los problemas de tráfico durante los partidos alertan a los más escépticos. “El barrio apoya la vuelta, pero no solo por el sentimiento o la nostalgia. El barrio, desde que se fue San Lorenzo, vive en total decrepitud. Oscuro, sin gente, sin tiendas, sin vida… El centro comercial lo estropeó todo”, contradice Osvaldo. Para Caldentey, el barrio de Boedo depende de San Lorenzo por el movimiento social que genera pero sobre todo por el sentimiento de arraigo, de pertenencia.
LLEGA LA VUELTA
“El mérito es que todo esto nació en la calle, sin ningún tipo de poder ni peso político. Comprometimos al sanlorencista para que hiciera presión y logramos que, en una votación sobre 50 legisladores, todos dictaminaran que el antiguo predio debía volver a su dueño legítimo”. Osvaldo Álvarez resume así la esperanzadora situación. En 2012, la ciudad de Buenos Aires aprobó por unanimidad la ley de restitución histórica que obliga a la multinacional a ceder la mayoría de los terrenos que posee a cambio de una compensación económica de unos 100 millones de pesos. Más de 100.000 personas lo celebraron en la plaza de Mayo. De esa cantidad, solo los hinchas ya han recaudado 48 millones de pesos comprando su metro cuadrado. 25.000 metros cuadrados de pura ilusión y solo 10.000 más para culminar lo que parecía una utopía. El resto saldrá de las arcas del club. Dos años más tarde, la directiva de San Lorenzo, con Matías Lammens y Marcelo Tinelli al frente, acordó con la empresa francesa la cesión del terreno ansiado, con excepción de un área de 10.000 metros cuadrados donde Carrefour construiría una tienda más modesta. El trato es que San Lorenzo podrá poner el primer ladrillo de su nueva casa en cuanto Carrefour termine su nuevo local. Los franceses están dilatando el comienzo de las obras y la afición ‘cuerva’ ha decidido presionarles en la calle. Así, el pasado 10 de septiembre, 20.000 hinchas marcharon pacíficamente hasta Avenida La Plata para exigir el cumplimiento de lo firmado en una nueva demostración de fuerza organizada por la Subcomisión del Hincha. Decía Osvaldo Soriano que ser de San Lorenzo es un interminable sobresalto y probablemente no le faltaba razón.
Cuando el proceso culmine, en Avenida La Plata 1700 se levantará un estadio moderno, con 40.000 localidades sentadas y pensada para que el barrio, no solo el aficionado, pueda disfrutar de ella. El proyecto de la tercera cancha propia de CASLA incluye una escuela pública, un gimnasio, varias plazas de aparcamiento y amplias zonas verdes. San Lorenzo ya estudia vías de financiación para completar el tercer y definitivo paso de la vuelta en cuanto desbloquee la situación con Carrefour. Es cuestión de tiempo, los ‘cuervos’ están cerca de volver a la habitación que el Grupo Artístico de Boedo ha venido mimando durante años para que al regresar no encuentre nada extraño. De buen seguro, habrá merecido la pena.