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Roger Schmidt: yo, benfiquista

El alemán ha devuelto al Benfica el título de campeón portugués cuatro años después, comprendiendo la idiosincrasia de los ‘encarnados’

Roger Schmidt
Benfica's German headcoach Roger Schmidt looks on during the Portuguese league football match between SL Benfica and SC Braga at the Luz stadium in Lisbon on May 6, 2023. (Photo by PATRICIA DE MELO MOREIRA / AFP) (Photo by PATRICIA DE MELO MOREIRA/AFP via Getty Images)

La población portuguesa es muy ‘suya’ y ‘de lo suyo’. Decía el escritor José Saramago en Nosotros, portugueses que “con tres patatas en el plato, fútbol los domingos y unas cuantas fiestas que cuadren en medio de la semana (con puente, si es posible), tenemos al portugués feliz”. Al Premio Nobel de Literatura se le escapaba una cosa: en el césped, los equipos deben ganar. Da igual cuál sea el estadio y el protagonista, la calma se convierte en tensión. El deporte rey en Portugal, como en otros muchos países, es una religión. Y como sucede en otros aspectos que trascienden lo deportivo, el país lucha con orgullo para que el resto de Europa no continúe con la mala costumbre de mirar por encima del hombro. Este año ha sido un tipo alemán, Roger Schmidt, quien ha entendido ese carácter para devolver al Benfica el título de campeón de liga.

Desde 2019, las ‘Águilas’ han estado sumergidas en una tormenta que les impedía volar. Tras conseguir su última liga con Bruno Lage, Jorge Jesús volvió a la capital portuguesa. Su segunda parte no fue como la de El Padrino. Su gran inversión no se tradujo en títulos y, mientras preparaba su segundo año, la figura que apostó por su retorno se marchó, obligada por sus delitos fiscales y blanqueo de capitales. Luís Filipe Vieira dimitió como presidente del Benfica después de que el club le diera 30 días para demostrar que podía ejercer sus obligaciones bajo prisión domiciliaria. Rui Costa dio un paso al frente para asumir el mando en una época convulsa. Abogó por la continuidad de Jesús, pero el antihéroe de Amora rescindió su contrato en diciembre de 2021. Nélson Veríssimo le sustituyó para acabar la temporada, un tiempo en el que la garra y la força tuvieron más protagonismo que el balón.

La llegada de Roger Schmidt, apuesta de Rui Costa, fue un halo de luz para los ‘encarnados’. No sin suscitar dudas, claro. El último entrenador extranjero de las ‘Águilas’ fue Quique Sánchez-Flores, 13 años atrás. Para encontrar uno alemán, hacía falta recular más de dos décadas: Jupp Heynckes. Ninguno tuvo un paso glorioso por el Estádio Da Luz, por lo que una parte de la afición abogaba más por un técnico que conociera el campeonato portugués. Un reflejo de lo que veían en sus eternos rivales, el Oporto y el Sporting, con Sérgio Conceiçao o Rubén Amorim respectivamente. Sin embargo, Schmidt hizo una reveladora carta de presentación: “Si te gusta el fútbol, te gusta el Benfica”, dijo nada más aterrizar en Lisboa. Si el fútbol en Portugal es una religión, el Benfica podría ser otra aparte. No es fruto de la casualidad que la equipación benfiquista reciba el mote de ‘O manto sagrado‘.

 

Si te gusta el fútbol, te gusta el Benfica”, dijo Schmidt nada más aterrizar en Lisboa. Si el fútbol en Portugal es una religión, el Benfica podría ser otra aparte. No es fruto de la casualidad que la equipación benfiquista reciba el mote de ‘o manto sagrado

 

Siempre tendrá que haber alguien que nos proteja y defienda, quien tome cuenta de nosotros, quien nos coja de la mano para cruzar la calle, aunque la luz roja del semáforo frene la marcha de los coches”, afirmaba Saramago. El alemán demostró que venía a eso: a proteger un club para convertirlo de nuevo en ganador, a no mirarlo por encima del hombro para comprender su idiosincrasia. La afición benfiquista tardó poco en adoptarlo. ”La calidad de vida en Portugal, y especialmente en Lisboa, es muy alta. Eso ya lo sabía. Lo que no sabía es que la gente te acoge muy rápido y te sientes como en casa enseguida”, afirmó Roger Schmidt en una entrevista para UEFA.com.

Entendido el aspecto emocional, Roger Schmidt implantó su libro de estilo, el mismo con el que brilló en Salzburgo y Leverkusen. Sustituyó la garra y la força por el atrevimiento, la presión alta y la verticalidad. A través de un esquema claro, el 4-2-3-1, Da Luz debía vivir un fútbol agresivo y entretenido, donde la generación de ocasiones fuera el epicentro. Primero hizo una criba en una plantilla amplia, desprendiéndose de jugadores como Pizzi, Julian Weigl o Jan Vertonghen. Posteriormente, recuperó a piezas como Florentino Luís para la causa y pidió fichajes. Las incorporaciones de David Neres y Enzo Fernández eran las más populares, pero desconocidos como Alexander Bah y Frederik Aursnes se instalaron en Lisboa para convertirse en imprescindibles del nuevo sistema benfiquista. Un modelo que, sustentado por veteranos del equipo como Nicolás Otamendi o Alejandro Grimaldo, también hizo renacer a futbolistas como Rafa Silva y João Mário.

El Benfica arrancó temprano la temporada para disputar la fase previa de la Champions League y demostró ser uno de los mejores clubes de Europa antes del parón del Mundial. A partir de Catar empezaron a llegar los problemas. Los ‘encarnados’ cayeron en la Copa de la Liga tras un empate por 1-1 contra el Moreirense en la fase de grupos. Posteriormente llegó la salida de Enzo Fernández al Chelsea, algo con lo que Schmidt fue contundente: “Están volviendo loco al jugador. Hay un club que finge que quiere pagar la cláusula y después negocia”. Rui Costa y el técnico, en sintonía, no tuvieron más remedio que dejar marchar a la base del juego benfiquista. Pero poniendo el club por delante, hicieron que los londinenses pagaran la cláusula. En febrero cayó en los cuartos de final de la Copa de Portugal contra el Braga en los penaltis. El equipo tuvo aprendizajes forzados con el objetivo de aplicarlos en la liga y la Champions, donde llegaron a los cuartos de final con mayor sensación de consecuencia que de casualidad.

 

Más que el título en sí mismo, la victoria de Roger Schmidt ha sido unir los puentes de un emblema del fútbol portugués. Poniendo al Benfica como sujeto y ganar como verbo recurrente

 

Aun así, 2023 sería todavía más difícil para el conjunto de Roger Schmidt. El Benfica tuvo un abril complicado, donde en lugar de disfrutar de su Revolución de los Claveles, sufrió por mantenerla viva. Perder contra el Oporto en Da Luz y el Inter de Milán en los cuartos de final de la Champions rompió la sensación de inexpugnabilidad que imperaba en Lisboa. Pero en plena crisis, su libro de estilo volvió a florecer. Mientras la plantilla padecía una ola de lesiones, con figuras como Julian Draxler o Gonçalo Guedes entre los afectados, Schmidt tiró de Seixal. En los primeros tramos de la temporada, jugadores como Antonio Silva y Gonçalo Ramos se asentaron en la titularidad, pasando de promesas a realidades. En primavera fue João Neves quien floreció para ayudar al equipo cuando más lo necesitaba. El mayor reflejo de ello fue su gol para forzar el 2-2 contra el Sporting en el Estádio José Alvalade. Las ‘Águilas’ llegaron a la casa del eterno rival en la penúltima jornada con la posibilidad de celebrar allí el título de campeón de liga, pero acabaron aferrándose a un chaval de 18 años para lamentar que habían dejado escapar una liga que tenían en sus manos.

Tenemos la vocación de la buena vida, de una vida regalada que con poco se contenta. Somos buenos y confiados. Que Dios nos bendiga, que de nosotros no vendrá el mal para el mundo. Ni el bien tampoco. Nosotros, los portugueses, somos así”, escribía Saramago. Los benfiquistas, que finalmente celebraron el título de liga en Da Luz con un contundente 3-0 contra el Santa Clara, trajeron a un alemán para demostrar que Portugal sí exige más. O al menos, en el fútbol. Más que el título en sí mismo, la victoria de Roger Schmidt ha sido unir los puentes de un emblema del fútbol portugués. Poniendo al Benfica como sujeto y ganar como verbo recurrente. De momento el predicado de Schmidt, renovado hasta 2026, es la Primeira Liga.

 


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Fotografías de Getty Images.