Decía Johan Cruyff que “para muchos, el fútbol se juega con los pies”, él, en cambio, no lo veía de tal manera. “Para mí, se hace con la cabeza y se usan los pies”, afirmaba. La cabeza como inicio de todo, como el punto de partida que enseña y guía a los pies el camino para manejar el balón. Entonces, si la conexión entre estas dos partes del cuerpo es inexistente, es complicado sacar el máximo potencial de los pies. Si no hay cabeza, no hay fútbol. Y eso fue exactamente lo que le pasó a Mario Balotelli durante casi toda su trayectoria.
Si hay un futbolista que pueda ‘presumir’ de ser el enfant terrible del fútbol mundial, ese no es otro que el delantero italiano. De hecho, podría ahorrar las comillas que acompañan a presumir porque a él le encanta que así le vean. ¿Qué importa si era jugador del Inter? Él se ponía la camiseta del eterno rival en un programa de televisión y tan tranquilo. Le flipaba irse de gira de pretemporada a Las Américas con el Manchester City y fallar un gol cantado haciendo chorradas. Discusiones con entrenadores, peleas con compañeros, batallas con rivales o con quien fuera. De las locuras de Mario Balotelli no se ha salvado ni el apuntador.
Desde que destacara en el humilde Lumenazze, y marcado por una infancia complicada, Balotelli labró un carácter duro y alocado. Tenía esa sensación perenne de creerse por encima del resto, de que ningún hombro superaba en altura al suyo y nadie podía dirigir sus pasos. Seguramente por ello su carrera empezó a dejar síntomas de que el mundo futbolístico había encontrado a otro de los tantísimos juguetes rotos que se pierden por el camino. Fue llegar al Inter y convertir su historia en una montaña rusa. Cuánto más alto estaba, la siguiente metedura de pata más abajo le dejaba. Si retomaba el vuelo, una serie de loopings en su incomprensible cabeza se encargaban de desquiciar a aquellos que se subían a la atracción con él. Y así, dando tumbos, pasó por Inter, Manchester City, Milan y Liverpool sin encajar nunca en ninguna dinámica y restando, más que sumando, allá por donde pisaron sus tacos.
Pasó de Golden Boy a talento repudiado a la velocidad de la luz. Nadie le quería vistiendo sus colores, ni celebrando -o dejando de celebrar- goles en su estadio y tampoco se fiaba nadie de que ese juguete descosido y abandonado hiciera ningún bien para su propio equipo. Pero sonó la flauta a última hora del mercado de fichajes estival de 2016. Mientras Balotelli entrenaba apartado del Liverpool de Jurgen Klopp, hubo un valiente -un loco, más bien- que se atrevió con el reto: Jean-Pierre Rivère, el presidente del Niza. Asumió el desafío, tiró la moneda al aire y esperó que la cruz que siempre había ganado pasara de una vez a ser la cara del Balotelli goleador, hábil y demoledor.
“Se está volviendo más altruista y efectivo. Trabaja duro en el entrenamiento, presiona cuando ha perdido el balón. Un pequeño paso adelante, pero es importante”
Los números, esos datos matemáticos que nunca han acabado de encajar en este deporte por esconder tantos intangibles sobre el césped, son la prueba de que quizá ha llegado el momento que nadie ya esperaba. El tope anotador de ‘Super Mario’ estaba situado en los 18 tantos que firmó en su primera etapa como futbolista del Milan. Los consiguió en 41 partidos disputados durante la 13-14. Su bagaje, hasta entonces, merodeaba entre una decena y una quincena de goles por curso, pero a partir de su salida del conjunto ‘rossonero’, sus cifras se desplomaron hasta que volvió a vestir el rojo y el negro, esta vez como futbolista del Niza. Si el año pasado, en su primera campaña como futbolista en las filas del equipo francés, se acercó hasta sus cifras habituales, con 17 tantos en 28 encuentros; esta temporada, aun sin que el Niza sea la revelación del campeonato como lo fue entonces, Mario Balotelli ha igualado su mejor registro goleador con casi toda la segunda vuelta del curso por disputarse.
Parte de la culpa del nacimiento de este ‘nuevo’ Balotelli la tiene su entrenador, Lucien Favre, que apostó por el delantero desde el primer día en el que aterrizó en tierras francesas. Aun sabiendo el historial de conflictos y problemas que arrastraba a lo largo de su carrera, dejó claro que “no fue difícil” lidiar con él. “Hace algunas cosas mejor que al principio. Mario necesita apoyo, necesita que hablemos con él. Necesita jugadores cercanos a él porque lee bien el juego y sabe cómo marcar la diferencia”, destacó Favre a inicios de la presente temporada. Y al respecto del carácter temperamental que siempre ha perseguido a Balotelli allá por donde estuviera, el técnico del Niza también remarcó avances en este sentido: “Se está volviendo más altruista y efectivo. Todavía tiene mucho trabajo por hacer, pero sabemos lo que es. Trabaja duro en el entrenamiento, presiona cuando ha perdido el balón. Un pequeño paso adelante, pero es importante”.
Quizá los goles solo sean números y es posible que en algún momento vuelva a explotar el enfant terrible y cope las portadas por otra de sus travesuras, eso con el delantero italiano nunca se sabe. Pero en la Costa Azul parece haber encontrado lo que mucho tiempo estuvo sin buscar. Después de años desperdiciados por algunos de los clubes más prestigiosos del planeta, a orillas del mar Mediterráneo parece ser que el orden ha llegado a la vida de Mario Balotelli a sus 27 ‘primaveras’. Sus pies, llenos de un loco talento, por fin han encontrado la cabeza que perdieron hace tiempo. Toquemos madera, Mario.