En una de las secuencias más memorables de la historia del cine clásico, William Holden, guionista malogrado, arriba por accidente a una mansión decadente en Sunset Boulevard para encontrarse cara a cara con Gloria Swanson, una vieja gloria del cine mudo. “Usted solía salir en las películas. Usted solía ser grande”, le dice. A lo que ella responde: “Yo sigo siendo grande. Son las películas las que se han hecho pequeñas”.
Quizá peco de oportunista, pero aquel arrebato de vanidad de Swanson, quien se interpretó a sí misma bajo el pseudónimo de Norma Desmond y la tutela de Billy Wilder, me remite indiscutiblemente a Cristiano Ronaldo. Con esto no digo que estemos presenciando el crepúsculo del astro portugués, sino al hecho de que, en mi opinión, hace tiempo que ha dejado de ser consciente del tipo de jugador que es. Y eso, en clave élite, me parece el peor de los defectos posibles.
Ahora bien, por motivos misteriosos, Cristiano no solo ha sido encumbrado como una de las grandes atracciones de la historia y el mejor antagonista posible de Lionel Messi, sino que ha sido desacreditado por una serie de cosas que para el resto de mortales representaría un compendio de virtudes: abandonar la línea del cal y las bicicletas para influir más cerca del área, mirarse en un espejo después de sufrir una herida escandalosa en el rostro, ser atractivo, tirar penaltis bajo presión, marcar el típico gol que su equipo no merece, eclipsar al Hugo Sánchez de un toque, usurpar el ‘7’ de Raúl González, ganar una Eurocopa lesionado, conservarse en un envidiable estado físico y tiranizar una Copa de Europa plagada de equipos de autor. De hecho, probablemente sea la leyenda a la que más costuras se le ha intentado, sin éxito, encontrar. En ese sentido ha sido, al mismo tiempo, víctima y beneficiario de una era absurdamente polarizadora.
No solo ha sido encumbrado como una de las grandes atracciones de la historia y el mejor antagonista posible de Messi, sino que ha sido desacreditado por una serie de cosas que para el resto de mortales representaría un compendio de virtudes
Ahora, tras haber colapsado en la Juventus de Sarri, Pirlo y Allegri y no encontrar sitio en el ambicioso proyecto bocetado por Erik ten Hag en el último Manchester United, fichó, en medio de rumores que lo situaban de vuelta en el Real Madrid, por el Al-Nassr de Arabia Saudí. En su presentación, tras la conmoción generalizada en torno a los alcances del convenio, dijo, fiel a su estilo: “Mi contrato aquí es único porque soy un jugador único”.
Mientras Gloria Swanson fue condenada al ostracismo con apenas 35 años después de haber protagonizado las mejores películas de su tiempo junto a Rodolfo Valentino y Eric Von Stroheim —quien tiene un papel maravilloso como mayordomo y guardián del legado de Swanson en la referida película de Wilder—, Cristiano Ronaldo decidió autoexiliarse en Oriente Medio para probarle al mundo que, si bien ya se ha jubilado de la alta competencia, sigue vigente como fenómeno social y cultural.
Su primera gran obra fue haber flexibilizado el régimen ultraconservador que promueve la monarquía saudí: él, a diferencia del resto, sí va a poder convivir entre muros con su novia sin estar casado. Ser estrella en horas bajas está muy infravalorado.
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Fotografía de Getty Images.