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Real Sociedad, el club artesano que ya no teme explorar

Si bien no pierde ninguna de las referencias que le han guiado hasta aquí, ya se atreve a ocupar lugares que en los inicios parecían poco recomendables

Cuando uno tiene miedos o acude a sitios desconocidos e inexplorados, prefiere hacerlo acompañado, con un grupo de varias personas si es posible, porque no hay nada más traumático que pasarlo mal en soledad. Si se comparte la incertidumbre o la adversidad no sólo se vencen los miedos, también se genera un vínculo con los que estuvieron junto a ti para vivirlo. Ese vínculo, a su vez, es semilla de la fuerza con la que posteriormente se afrontan las situaciones; fuerza que convierte el miedo en oportunidad y determinación, logrando derrotar con más frecuencia que ser derrotado y haciendo surgir la motivación para continuar explorando lugares que antes sonaban lejanos y sombríos. Algo así le está ocurriendo al campeón de Copa de 2020 y actual líder de la Liga española, la Real Sociedad de San Sebastián.

El suyo es mucho más que un proyecto deportivo; es un proyecto que trata de encontrarle sentido pleno al fútbol como vehículo para crear una forma de ser y una forma de pensar. En cierto modo es un proyecto de pensamientos, porque de hecho su director deportivo no piensa como los demás. Roberto Olabe es más que eso, es el Director de Fútbol de la entidad y ejerce de guía y pensador de una idea cuyo valor más profundo reside en que, haciendo las cosas de una determinada manera a nivel futbolístico, lo más importante es hacerlas juntos, siendo quizás la figura que más pedagogía y poder tiene sobre el tiempo de acción de los retos que va imponiéndose el club. Por eso, por encima de ser importante que la cantera se incorpore al primer equipo, los equipos de trabajo duren en el tiempo y los cambios en la plantilla sean muy puntuales, todo esto pasa a ser absolutamente vital. Que todo lo que ocurra les pase al mayor número de jugadores posible durante el tiempo suficiente es la vida del proyecto.

 

Ser juntos para ir hacia lo desconocido, jugar para ganar tras haber jugado para crecer. Ya llevan un título y viajan por Europa con visos de que lo mejor está por llegar

 

En este sentido, el pasado 10 de febrero, Roberto Olabe, mencionado Director de Fútbol de la Real Sociedad, mantuvo una conferencia de 30 minutos con los medios de comunicación para hacer repaso del rumbo de los diferentes equipos de la institución y de lo que se podía esperar del primer equipo hasta final de temporada. Roberto, que es mucho más que un director deportivo, porque así lo dice su cargo y porque se erige como pensador del club, siendo padre del modelo, líder filosófico e ideólogo de un plan nacido en marzo de 2018, exponía pinceladas que son continúas muestras de ejemplo.

“En octubre hablábamos de lo que va a suponer jugar todos juntos (…) Seguimos siendo jóvenes, ¿eh? No por la edad de cada uno, si no por el tiempo compartido por todos nosotros; yo, el portero, los jugadores o el entrenador. En cuanto a vivencias y experiencias todos juntos, somos muy jóvenes. Nos queda mucho por crecer, y en ese camino seguiremos cometiendo errores, pero sigo pensando que la fuerza de este equipo está en lo que hagamos todos juntos aportando a un modelo de juego que nos dice que hay margen de mejora, que hay que exigirnos y que en este tramo de competición donde el resultado que tengas no vuelve, va a ser importante nuestra capacidad de sufrir y agonizar; afrontar momentos donde no tienes el viento a favor o cuando no podamos manifestar el juego como sabemos. Ahora la diferencia vendrá en cómo reacciones cuando el rival sea mejor que tú, esos momentos son clave. Los buenos momentos, estoy convencido, nos muestran cómo queremos ser, son los que nos identifican, pero va a ser igual de importante cómo vivamos esos momentos, cuando no podamos ser, y para eso necesitamos ser lo que somos, no necesitamos otros jugadores, necesitamos ser nosotros, pero serlo todos juntos.”

Olabe resaltaba con insistencia ese concepto de la edad de un grupo basando la unidad de medida en el tiempo compartido por los miembros del colectivo, independientemente de que unos jugadores tuvieran 22 años y otros 29. La experiencia vivida como vínculo de grupo. Lo importante es que todos pasen el tiempo suficiente unidos para asimilar lo que se quiere de ellos, las ideas que abrigan todo el proceso y lo que se busca que logren de la mano. En un escalón inferior, Imanol Alguacil ha ido comprendiendo lo que ha crecido la idea, el grupo, el equipo y las exigencias. Habiendo perdido a Martin Odegaard, un jugador de un impacto visual y calidad en el juego que logró levantar multitudes y servir de plataforma para que la Real visualizara un techo que buscar con posterioridad, el crecimiento ‘txuriurdin’ como equipo se halla en la suma de registros.

Si bien el equipo no pierde ninguna de las referencias que le han guiado hasta aquí -el pase, la creación de espacios desde la posición, la flexibilidad del sistema en función de las intenciones del rival-, la Real Sociedad actual ya se atreve a ocupar lugares que en los inicios parecían poco recomendables en el proceso de aprendizaje -replegar más a menudo en lugar de presionar o conservar el balón de forma más pasiva-. Y eso tiene que ver con la madurez de la gran mayoría de jugadores, quienes juntos se alejan con más frecuencia del error, aunque sigan surgiendo. El cuerpo técnico y los jugadores han entendido que en determinadas situaciones el crecimiento en algunas áreas quizás no reporte tanto, y que más útil es crecer por otro lados menos explorados y que van a hacer del equipo algo superior, al ver que el rival ya le espera y contrarresta lo que les hacía fuertes con balón. Ser capaces de reconocer esta situación y explorar otros lugares sabiendo de memoria el camino de vuelta al lugar de procedencia como equipo, es el gran éxito de esta Real Sociedad: ser juntos para ir hacia lo desconocido, jugar para ganar tras haber jugado para crecer. Ya llevan un título y viajan por Europa con visos de que lo mejor está por llegar.

 


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Fotografía de Imago.