Este artículo, firmado por Fernando Beltrán, fue publicado originalmente en la web de Highbury, socio digital de Panenka.
Crisis económica y fútbol. Un binomio cada día más frecuente en los tiempos que corren. Posiblemente, la dupla ofensiva más temida por el mundo del balompié sin excepción, especialmente a orillas de un Meditérraneo que baña el sur de Europa a ritmo de incertidumbre. Sin embargo, el amargo sabor de sus olas ha llegado al sur de Inglaterra, concretamente a la ciudad de Portsmouth. El Pompey, como es cariñosamente conocido el club local por sus fans, es el único equipo británico que ha vivido una Ley Concursal que le ha llevado de disputar la Copa de la UEFA en 2009 a la cuarta división del fútbol inglés.
La vida de un joven aficionado al fútbol de Portsmouth no es fácil. Atrás quedan tiempos mejores que a día de hoy ni el más optimista podría soñar con emular. El Pompey compite en la cuarta división del fútbol inglés y ni siquiera ha acabado, por segunda vez consecutiva, entre los diez primeros clasificados. Han vivido tres descensos en las últimas cinco temporadas y los jugadores de renombre brillan por su ausencia en Fratton Park. Sin embargo, hace mucho tiempo que los resultados son algo secundario para los hinchas del Portsmouth. Tras varios años peleando por hacerse con el control del club, arrebatándoselo a aquellos que situaron al equipo al borde del abismo, son los socios quienes a día de hoy lo gestionan bajo el nombre de Pompey Supporters Trust, una asociación que aglutina a más de 10.000 miembros.

BRADLEY, UNA VIDA DEDICADA AL POMPEY
Bradley, aficionado al club, es miembro del comité juvenil de la Trust. Se trata de un departamento formado por diez jóvenes de entre 16 y 24 años que aportan ideas para fortalecer la marca del Portsmouth entre la juventud de la ciudad. Así nos lo explica Bradley para Highbury: “Es una plataforma formada por los aficionados para los aficionados. Da voz a los hinchas en el día a día del club, que es dirigido por dos personas de la asociación. Ahora el club es completamente transparente en su gestión y yo mismo soy miembro de Pompey Supporters Trust en su sección juvenil. Tratamos de aumentar la pasión por nuestro equipo entre los chavales de Portsmouth”.
La masa social del Pompey es consciente del riesgo que corren. Sabedores de que el club ha vuelto a empezar de cero, tratan de inculcar a los más jóvenes su amor por el Pompey. Y no es tarea fácil, pues la cuarta división no es plato de buen gusto para nadie. No obstante, lejos de ser un obstáculo, la Trust trata de encontrar en la situación actual un caldo de cultivo idóneo para fidelizar a sus hinchas: “Aunque ahora estamos jugando contra equipos como el Accrington Stanley, nuestro amor por el club nunca morirá. Por eso fuimos los aficionados los que salvamos al club de la desaparición a la que estaba abocado”, nos cuenta Bradley.
La Pompey Supporters Trust es una plataforma creada por los aficionados para los propios aficionados
Sin embargo, y a pesar de la situación actual, no hace falta rebuscar demasiado en la hemeroteca para encontrar al Portsmouth alzando un título. Corría 2008 y los sureños lograban la FA Cup tras derrotar al Cardiff. Eran buenos tiempos para el Pompey: “Probablemente sea uno de los mejores días de mi vida. Estaba nervioso y ansioso. Recuerdo que lo primero que hice tras el pitido final fue abrazarme con mi padre. Los dos estábamos llorando y me dijo que había esperado este momento durante toda su vida. Lo que sentí ese día no lo cambio por nada en el mundo”, relata orgulloso Bradley.
El triunfo copero otorgó al Portsmouth el billete a la Copa de la UEFA. Allí se midió al Sporting de Braga, al Wolfsburgo y al AC Milan, club especialmente recordado en Fratton Park, donde los rossoneros no fueron capaces de superar al Portsmouth y acabaron firmando tablas al término del partido (2-2): “Podemos decir que tuvimos días de gloria en nuestro estadio, viajando por Europa y recibiendo al AC Milan en Fratton Park. Fue un honor enorme para el club ver a un equipo tan sumamente grande jugar en una ciudad pequeña como Portsmouth”.

EL CAOS SE APODERA DE FRATTON PARK
Sin embargo, el fútbol mostraría su cara más amarga al Portsmouth a finales de temporada. El club, meses antes, había sido comprado por Suleiman Al Fahim, un jeque que soñaba con sentar a Diego Armando Maradona en el banquillo de Fratton Park. Su dinero nunca llegó y se vio obligado a transferir sus acciones a Ali Al Faraj. Nadie le vio el rostro y los sueldos de los jugadores jamás fueron abonados. Para mantener su cargo solicitó un préstamo de 20 millones de libras a la empresa Falcodorne LTD, propiedad de una potencia económica de Hong Kong llamada Chanrai, pero su figura no se dejó ver y acabó cediendo al club a la empresa prestamista para paliar el crédito. Entre tanto, y mientras los nombres bailaban en los despachos, el Portsmouth era sancionado con 9 puntos tras declararse insolvente. Su deuda ascendía a 150 millones de dólares y, semanas más tarde, descendía. “El club pasaba de mano en mano de hombres que acabaron rompiendo lo que para ellos era un juguete. Estaban más preocupados del tamaño de sus carteras que de un club histórico como el Pompey. Para nosotros era una puñalada en el corazón, pero pensábamos que el futuro nos tenía reservados días mejores. Si nosotros no teníamos esperanza en nuestro equipo, ¿quién la iba a tener?”, afirma Bradley.
A pesar del caos vivido, el Portsmouth alcanzó la final de la FA Cup. Perdió con el Chelsea y la UEFA le sancionó sin disputar la competición europea que le correspondía por sus problemas económicos. Tras no lograr el ascenso la temporada siguiente, llegaba la segunda deuda, esta vez por culpa de Vladimir Antonov, magnate ruso que acababa de adquirir el club y cuyo nombre figuraba entre las 200 primeras fortunas rusas. Antonov no pagó 6,3 millones de libras en impuestos y fue detenido por la Interpol en Lituania. Tras el enésimo escándalo institucional, el segundo fiasco deportivo en forma de descenso. El juguete del Portsmouth se había roto definitivamente.
LA LLEGADA DE LA TRUST
Corría 2013 y el Portsmouth competía en la categoría de bronce del fútbol inglés. Sus arcas estaban vacías y un equipo prácticamente amateur fue incapaz de soportar la exigencia de la categoría. Se acababa de certificar el tercer descenso en cinco temporadas del Pompey, un castigo insostenible para casi cualquier club. Digo casi porque fue entonces cuando tras mucho pelear contra viento y marea, la asociación Pompey Supporters Trust lograba hacerse con las riendas de un club al borde del abismo. Y lo hicieron tras el pago de 4 millones de libras por los derechos de un Fratton Park que había sido inscrito a nombre del anterior dueño. Acababa de llegar la luz tras años de tinieblas: “Podemos recuperar el éxito para nuestro club pero si quieres mi sincera opinión, no quiero ver a mi equipo jugar en la Premier. Es una liga que está llena de hombres de negocios que utilizan a los aficionados como rebaños. Solo se preocupan del dinero y no del amor que tienen los hinchas por su equipo”, afirma un crítico Bradley.
Tras dos temporadas bajo el mandato de los propios socios, el Portsmouth se ha estabilizado deportiva y económicamente, algo que hubiera sido imposible sin el apoyo incondicional de miles de aficionados como Bradley: “El Pompey juega un papel muy importante en mi vida. He pasado la mayoría de mis fines de semana viajando a lo largo y ancho del país para verle jugar, animar a mi equipo y tomarme una cerveza mientras lo hago. He visto jugar al Portsmouth en 82 estadios diferentes y en otros dos países, casi siempre perdiendo, pero nada puede frenarme porque soy un enfermo del fútbol y de mi equipo”, sentencia antes de asegurar que “el Portsmouth siempre será el orgullo del sur. Somos el club más exitoso de la zona gracias a nuestra rica historia basada en coraje, lucha y pasión. ¡Vamos Pompey, nunca te dejaremos morir!”, grita mientras continúa ensamblando las piezas de su juguete favorito.