PUBLICIDAD

Ousmane Dembélé: inconsciencia del talento

El talento cada vez está más perseguido y aquellos que son diferentes sobre el verde parece que tienen que demostrar el doble para contentar a la afición

La inconsciencia tiene un significado peyorativo, lo relacionamos con algo malo. En cuanto escuchamos que alguien es un inconsciente lo primero que nos viene a la mente es alguien que está loco, que ha perdido la brújula y no tiene nadie al volante. Pero, ¿es tan mala la inconsciencia? Quizá sea como todo, en su justa medida puede ser algo positivo. Está bien no ser consciente de lo que nos rodea, mantenerse al margen y observar la vida a otro ritmo, a un ritmo más pausado. Como esos que se detienen con sus acuarelas entre las calles a pintar lo mundano, lo cotidiano del día a día. Entre tanta gente, coches, ruido y prisas se detienen con su lienzo y hacen de la inconsciencia arte.

Así es cómo me imagino a Ousmane Dembélé sobre el césped. A veces pienso que tan solo le falta sentarse, situar el lienzo y comenzar a pintar. Al francés le da igual todo, o al menos esa sensación transmite, ya que se mueve por impulsos. Hay artistas que no son conscientes de su potencial, simplemente tiene un don que les hace volar. Quizá por eso mismo reciban tantas críticas, ya que incluso sin esfuerzo pueden conseguir aquello que para muchos está lejos de su alcance. Dembélé no sabe si es zurdo o diestro pero le da igual, no se ha puesto a investigar al respecto. ¿Soy fino com ambas piernas? Sí, pues ya está, para qué me voy a detener en ello. Es tan simple como eso. Es como preguntarle John Coltrane por qué sabía tocar el saxo tan bien o a Jackson Pollock el porqué de esas gotas de pintura ahí y no allí. ¿Qué es lo que iban a responder?

El francés se activa al espacio, ahí sí deja de lado su lienzo y acuarelas, mueve sus largas piernas e intenta romperle la cadera al rival. Es una clase de jugador que está en total peligro de extinción, de esos anárquicos que no están sujetos al hermetismo táctico y al pragmatismo. Es evidente que Dembélé pierde balones donde no debería y que muchas veces su rostro apático puede llevar a la desesperación, pero ese es el precio a pagar por los que son diferentes. En lo que llevamos de temporada en 32 partidos oficiales con el Barcelona ha generado 20 goles, distribuidos en 13 anotados y siete regalados. Produce sin darse cuenta, le ha dado puntos a un club en el que Messi es el comienzo y el final de todo. Ha ganado un título él solo en agosto y en marzo todavía sigue produciendo, si el Barça quiere lograr la Champions un porcentaje elevado de sus posibilidades pasa por sus delgadas piernas.

El francés desconoce su potencial, es un inconsciente. A sus 21 años es titular indiscutible en uno de los grandes clubes de Europa, ha ganado un Mundial y por él han soltado 120 millones de euros. Y qué más da, él va a seguir dando la sensación de anarquismo y en cuanto el balón llegue a sus botas correrá como si no hubiera mañana. Ousmane Dembélé es Duke Ellington tocando el piano con los ojos cerrados y tú en casa preguntándote cómo lo hace para dar en la tecla correcta.