“El Athletic Club está radicado en Bilbao, provincia de Bizkaia (País Vasco). Nuestra filosofía deportiva se rige por el principio que determina que pueden jugar en sus filas los jugadores que se han hecho en la propia cantera y los formados en clubes de Euskal Herria, que engloba a las siguientes demarcaciones territoriales: Bizkaia, Gipuzkoa, Araba, Nafarroa, Lapurdi, Zuberoa y Nafarroa Behera, así como, por supuesto, los jugadores y jugadoras que hayan nacido en alguna de ellas”.
Con este escueto párrafo publicado en su página web, el Athletic Club cierra filas en torno a los parámetros que deben cumplir aquellos jugadores que pueden vestir la camiseta de la institución sin que se vea manchada la centenaria filosofía de la misma. Aunque, claro está, este bloque de declaraciones de sabor corporativo se antoja algo insuficiente para cerrar del todo la posibilidad de que surja el debate cada vez que la parcela deportiva del equipo contrata a un futbolista que entra “por los pelos” dentro de los límites establecidos. Las palabras siempre abren el paso a todo tipo de interpretaciones. Esto es más viejo que el propio origen de la pelota. Y de este hueco que flota entre el mote y su verdadera plasmación, se aprovechan los dos vértices del sentir bilbaíno, directivos y aficionados, para confrontar sus puntos de vista cada vez que hay casos para la discordia.
Recientemente, en este pasado mes de junio, volvimos a vivir un capítulo que suscitó una discusión de este tipo. El fichaje de Viguera por el Athletic. Urrutia, bien preparado de reflejos a sabiendas del duro juicio popular que le podía caer encima, alzó la voz rápido para justificar la acción de la junta directiva que preside: “Si Borja no encajase en nuestra filosofía, no estaría aquí”. Palabra en mano, nadie puede rebatirle tal afirmación, pues el delantero, nacido en Logroño, jugó algunos años en el filial de la Real (Gipuzkoa) antes de debutar con su primer equipo. Pero claro, volvemos a encontrarnos en la casilla de salida. ¿Puede definirse palabra en mano una filosofía tan mística y emotiva como la del Athletic, sin dejarse en el intento ningún cabo suelto? Parece que no. No existe una combinación de palabras lo suficientemente concisa para sintetizar todas las posturas en una. Porque si así fuera, no nos sonarían igual de legítimas las quejas de aquellos sectores de la grada de San Mamés que no ven con tan buenos ojos la incorporación del último máximo anotador de Segunda. Si les pides que expongan brevemente sus motivos, te entregan una carta de reclamaciones repleta hasta en los márgenes. Que si un tipo que llega con 16 años en la cantera de un club no puede considerarse que se haya formado en el mismo. Que si la casta política tiende a priorizar el rendimiento deportivo, y a la postre económico, sobre la propia salvaguarda de los valores puritanos de la entidad. Que si este chico nuevo es más riojano que el vino tinto… Una vez más, se veía a venir, el debate está servido.
“Si la opinión general hubiera interpretado el ‘caso Viguera’ como un ataque total a los estándares del club, lo hubiéramos notado. Vamos, de manera rotunda” Eduardo Rodrigálvarez
“Al final, la puesta en práctica de la ideología del Athletic ha dependido siempre de la interpretación que le ha querido dar cada junta directiva que ha gestionado el club”, resume Eduardo Rodrigálvarez, prestigiosa firma que lleva siguiendo desde hace más de 20 años la actualidad del equipo de su tierra y corazón. Una cosa sí que parece clara: como pasa en todas partes, definitivamente quién tiene la última palabra es ese tipo del traje oscuro que se acomoda en el mejor sillín del estadio cada dos domingos. Pero en el entramado de poderes que rodea al club bilbaíno, sí que hay una característica substancial que le diferencia del resto: el papel que juega la opinión del aficionado en cuanto a la toma de decisiones. Probablemente no exista en España una afición con más capacidad de influencia que la del Athletic, que al fin y al cabo, como reconoce el propio Rodrigálvarez, es la que pone en tela de juicio si se está respetando o no la esencia de una filosofía que antes de plasmarse en los despachos o en el propio césped, nace y fluye por los pasadizos que conducen al graderío rojo de San Mamés.
Por este mismo motivo, y visto lo visto, el periodista no cree que la polémica que ha suscitado la contratación de Viguera vaya a acabar provocando un rechazo masivo por parte de la masa social que sigue al equipo. “Si la opinión general hubiera interpretado el caso como un ataque total a los estándares del club, lo hubiéramos notado. Vamos, de manera rotunda. Pero nunca se ha dado una situación tan grave como para que suceda algo así”, analiza. Por lo que podríamos estar ante un fenómeno a medio camino entre los típicos debates de principio de curso y las diferencias inevitables que surgen en torno a la interpretación de algunos matices de la hoja de ruta de la institución. Un runrún que muchas veces acaba aniquilando el propio rendimiento deportivo del futbolista señalado, como ya pasó con casos no tan lejanos como los de los también riojanos David López o Santi Ezquerro, que, antes de posar como leones, llegaron a los filiales de Osasuna a una edad en la que ya se afeitaban por su propia cuenta. “Más que rendimiento, en el Athletic lo que se valora es que el jugador lo deje todo en cada partido. Que sienta la camiseta como algo propio. Si la gente ve que el tipo se entrega, pasa a valorarlo con otros ojos, aunque su fichaje en su día pudiera haber sido cuestionado al estar cogido por pinzas”, puntualiza Rodrigálvarez.
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
El poco revuelo que ha tenido el tema en los medios de comunicación y las no muchas complicaciones que han superado Urrutia y los suyos para salir airosos del asunto, son otras demostraciones que nos conducen a pensar que los cantos de sirena que despertó en un primer momento la llegada del ex-ariete del Alavés no vayan a tener mucho recorrido. Pero ojo; eso no quiere decir que toda la parroquia bilbaína haya digerido sin problemas la ecuación. Algunos se resisten a aceptar que un jugador que llega rozando la mayoría de edad a los filiales de una entidad se le pueda considerar un canterano de los pies a la cabeza.
Y Viguera puede caber en ese perfil, pues clavó sus tacos por primera vez en Euskal Herria a los 16 años, procedente de los juveniles del Berceo logroñés. “Desde nuestro punto de vista, no hay por dónde agarrarlo. Y el poco tiempo que ha destinado a justificar la operación el presidente Urrutia multiplica nuestras sospechas. Pero al ser un caso que se ubica justo en el límite de la filosofía, habrá poca polémica, algo que debería preocuparnos”. La denuncia procede de los autores del blog digital Alabinbonban, una plataforma de expresión que utilizan algunos socios del club bilbaíno para mostrar su opinión ante la deriva que va tomando el club. Prefieren mantenerse en el anonimato y aseguran estar acostumbrados a nadar a contracorriente con su punto de vista crítico a cuestas. “Sobre el Athletic y sus deslices hay una especie de pacto de silencio para mantener el mito. Es como una religión, y cuando sale alguna crítica enseguida te tachan de ‘antiathletic’, aunque lleves 20 años de socio”, se defienden.
“Sobre el Athletic y sus deslices hay una especie de pacto de silencio para mantener el mito. Es como una religión, y cuando sale alguna crítica enseguida te tachan de ‘antiathletic’” Alabinbonban
Charlando con los escritores de Alabinbonban, uno cae rápidamente en la cuenta de que ese sector más crítico del Athletic no es una máquina recelosa y auto-programada para poner siempre en duda cualquier acción que emprenda el club, sea del tipo que sea. Tienen sus argumentos, y aunque acepten sin rechistar que la política de incorporaciones haya podido ir flexibilizándose con el transcurso de la historia (hasta 1960 solo podían vestir la zamarra rojiblanca futbolistas vizcaínos, por ejemplo), hay según qué operaciones, como la de Viguera, ante las que deciden poner su tope de tolerancia. “Nosotros defendemos que el futbolista que juega aquí, sea de la procedencia que sea, haya llegado a Euskal Herria de forma natural, no forzada”, exponen. Un buen paralelismo que puede ayudar a comprender en qué consiste exactamente ese término de la “forma natural” para ellos puede ser el de Fernando Llorente. Tras catar por primera vez el balón en su localidad, Rincón del Soto (La Rioja), fue captado por los ojeadores de Lezama con 11 años. Así que antes de debutar con el primer equipo, el chico estuvo jugando durante toda su adolescencia en los céspedes del País Vasco, algo que le valió no ser cuestionado una vez dio el salto definitivo.
REAFIRMARSE ANTE EL OBSTÁCULO
Más allá de los seísmos que parecen producirse a veces con el revuelo de opiniones que provoca la política de incorporaciones del Athletic Club, las partes expuestas no se muestran divididas en todo. Dos ejes unen los polos opuestos en un mismo sentir común. Por un lado, la conciencia de que algo tan inabarcable como es la filosofía del club va mucho más allá de la mera actuación de éste en el mercado de fichajes. Su particularidad la convierte en una pieza importante del puzle, sí. Pero el arraigo sentimental que produce algo tan característico como es el concepto “ser del Athletic” también incumbe a otras muchas cuestiones y valores que nada tienen que ver con la contratación de futbolistas. Y el otro hilo de comunión parte de la idea de que, pese a que a veces puedan darse circunstancias que jueguen con los límites del poliedro, la base común ideológica se mantiene inalterable al fluir de los acontecimientos. Desde Alabinbonban dan fe de ello, pues aseguran que “ni en la época más oscura y dura deportivamente, rozando el descenso con alineaciones muy flojas, se planteó un cambio significativo. Cada directiva pone su límite más cerca o más lejos, entrando a veces en contradicciones, pero los pilares de identidad se mantienen”. Y Rodrigálvarez remata: “parte importante de la afición el Athletic ha ido regenerando la firmeza de sus ideales con el paso de las décadas, de las juntas directivas y de un montón de situaciones puntuales como puede ser también la contratación de Borja Viguera”. Como reza el tópico, todo lo que no te mata te hace más fuerte. Y, visto desde una perspectiva ajena al meollo, da la sensación de que cuanto más debate y controversia surge, más se reafirman los aficionados bilbaínos en torno a su condición de ser diferencial.
Antes de dar carpetazo definitivo a este tema que pende sobre la línea roja de la filosofía del Athletic, les hago a mis contertulianos una última pregunta que me vino a la mente desde que leí por primera vez los murmullos que se habían levantado en torno al fichaje de Viguera. La ideología del club, más allá de ese parrafito que hay colgado en su portal digital, nunca se ha trasladado con carácter oficial a sus estatutos, para evitar problemas legales, según alegan algunos. Me cuestiono si un buen método para evitar tanto lío no sería ponerlo todo por escrito y atribuirle poderes reales. Pero sin darme cuenta, ya he caído otra vez en el mismo agujero con el que comenzaba este artículo. Aunque cada detalle se escribiera a fuego, seguiría siendo interpretable. Al final, todo parece reducirse a la última máxima que me revela Eduardo Rodigálvarez: “ser del Athletic es algo muy fácil de sentir pero muy difícil de explicar”. Como los mejores amores.