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Milan y Monza, pasado y presente del brazo futbolístico de Berlusconi

En la semana en la que se ha jugado un Milan-Monza y la política italiana sigue teniendo en vilo a los italianos, Silvio Berlusconi vuelve a ser protagonista

En la facultad de Periodismo intentan hacer entender que la actualidad manda. Que todo responde a una relación simbiótica entre oferta y demanda que nunca para y que siempre exige a quien esté a los mandos de la noticia una velocidad suficiente para responder al interés del público. En ese trasiego informativo, sin embargo, queda lugar para la nostalgia. Y cobra importancia, por ese motivo, que Berlusconi sea uno de los grandes temas de la semana por varios motivos diferentes.

La actualidad manda de nuevo y, mientras la política italiana sigue transitando entre los apellidos Salvini, Meloni y Berlusconi, se juega también un Milan-Monza en el estadio que vio entre sus paredes algunos de sus mejores y peores momentos del club con Berlusconi al mando. Desde los días de Liedholm hasta los últimos con Montella en el banquillo, el Milan vio pasar por su equipo a algunos de los mejores jugadores del mundo de la mano del poder que sostenía el presidente entre sus brazos.

Siempre se dudó de cuál era el brazo fuerte de Silvio Berlusconi: los medios de comunicación, la política o el fútbol. El pasado sábado, los pasillos de San Siro se abrían de nuevo para la versión futbolística del líder de Forza Italia. Otro de sus brazos, el político, se debate aún en la riña del poder en el país transalpino. Por ese motivo, la presencia de Berlusconi en el palco de San Siro no fue posible. Sin él, era Galliani el encargado de poner una cara amiga al frente del Monza, rival liguero del equipo ‘rossonero’. Algo que ya estaba acostumbrado a hacer cuando era el Milan el equipo al que representar en los estadios de Europa.

El partido fue según lo previsto, con un marcador de 4-1 que definía la diferencia de altura de unos y otros. El equipo local cómodo y el visitante inseguro. El Monza hizo un mercado de verano de lujo, picando de aquí y de allá para conformar un plantel digno para la nueva aventura deportiva de Silvio. Nombres propios (Sensi, Ranocchia, Pessina, Carboni…) para adecentar un conjunto que brilló intermitentemente en la Serie B y que se coló entre los merecedores de un puesto en el máximo nivel. Como quien se arregla para una gran primera cita, el equipo ‘brianzoli’ se puso guapo para ser recibido por la Serie A. El choque ante el vigente campeón, por tanto, planteaba muchas ilusiones y pocas certezas. El resultado dio la razón a la coherencia y el titular del encuentro tuvo a Brahim Díaz como protagonista del cuento. Un protagonista breve, que iba a dejar paso, de nuevo, a la nostalgia.

 

Siempre se dudó de cuál era el brazo fuerte de Silvio Berlusconi: los medios de comunicación, la política o el fútbol. El pasado sábado, los pasillos de San Siro se abrían de nuevo para la versión futbolística del líder de Forza Italia

 

La foto no era la más esperada pero sí la única posible. Adriano Galliani junto a Paolo Maldini miraban a cámara sonrientes. Dos personas conscientes de la trascendencia del retrato y del momento. “Me va a costar entrar en el vestuario correcto”, afirmaba un emocionado Galliani. El jefe no estaba, como tantas otras veces en el pasado, pero Adriano seguía mirando los recovecos del estadio de San Siro como si mirara la casa en la que creció de niño. San Siro fue hogar para Galliani, Braida y Berlusconi durante más de 30 años. Desde su llegada en 1986, tras hacerse con el Milan de Farina, hasta 2017, cuando el propietario lo vendió por algo menos de 800 millones de euros a una empresa china, Rossoneri Sport Investment Lux. El resto, es historia.

En la actualidad, ese momento que manda en el periodismo que enseñan en la facultad, merece la pena hacer ese viaje rápido a la memoria para contextualizar y entender. Definir, si acaso el rol de un presidente controvertido, polémico y discutido, que tuvo mucha culpa de los éxitos noventeros de ese Milan dominante en el que quiere mirarse el actual equipo de Pioli. Ese equipo ‘rossonero’ que, con alguna de las estrellas de entonces a los mandos, pretende volver a recuperarse a fuerza de proyecto y victorias. En la foto de Galliani y Maldini, el viejo y el nuevo Milan convivían.

Cantante de crucero en su más tierna juventud (otro brazo más, esta vez musical), Silvio Berlusconi conocerá de sobra la letra de esa canción setentera que dice aquello de “Alle porte del sole”, de Gigliola Cinquetti. A las puertas del cielo su Monza, ese nuevo “juguete” que adquirió en 2018 para seguir estando en la primera línea de la información, también deportiva. Ese bastión futbolero que hoy lleva consigo la marca de haber jugado en la antigua sede del brazo futbolístico de Berlusconi.

Ese que busca nuevos retos en el día a día de un Monza que sueña a lo grande en la liga de los gigantes. Y mientras los demás lo señalan como el “nuevo rico” de la Serie A, el club ‘bianconero’ aspira con poco éxito a ser más recordado por sus victorias que por sus dirigentes, algo nada sencillo por ser el magnate de la comunicación y ex presidente italiano el que lo gobierna. El mismo que podría coleccionar portadas con su foto, un día en La Repubblica y otro, en la La Gazzetta dello Sport.

 


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