Exactamente 32 años después de una de las tragedias más recordadas en un país que constantemente ha sido azotado por fenómenos naturales, volvió a suceder. Aquella vez fue casi en la madrugada, ¿esta? Pasando el mediodía. La capital volvió a temblar.
Y el Coloso que vio ganar a un sorprendente Pelé y a un espectacular Maradona una Copa del Mundo, no aguantó más. 1970 y 1986 fueron su esplendor, pero hasta el roble más fuerte puede ser endeble en algún momento y no necesariamente de flaqueza. El mundialmente afamado Estadio Azteca, al igual que el país donde se erige, fue azotado por algo más que 7.1 grados en la escala de Richter. Un acontecimiento que estremeció no sólo a los millones de solidarios y unidos hombres que se hacen llamar mexicanos, sino a todo el mundo.
Las muestras de apoyo no mermaron, desde un simple mensaje de apoyo del Balón de Oro o un minuto de silencio a miles de kilómetros de distancia en La Casa Blanca más famosa del mundo del fútbol, hasta la dedicatoria especial de un gol de un seleccionado nacional como lo es Raúl Jiménez, vestido de Águila Roja. Y eso sólo fue el principio. Los mensajes se convirtieron en donaciones, los minutos en horas y los goles en esperanzas. Así ha sido el transcurrir de las horas y, como el perseverante jugador mexicano, las manos siguen aportando y ayudando, demostrando que en los peores momentos la humanidad siempre está presente.
Los clubes tampoco tardaron, entre apoyos, convocatorias a donaciones y reuniendo víveres para las zonas afectadas, no sólo los nacionales pero los grandes clubes europeos y sudamericanos, se ‘pusieron’ la del Tri uniéndose a la causa mexicana.
¿El Azteca? Volvió a enaltecerse, una grieta no fue suficiente y más allá del alivio que representó saber que sus daños no fueran estructurales y que el fútbol se quedaría en el icónico Coloso, lo volvió a hacer, reunió a miles de personas y esta vez no para alentar al Tri o al América sino que juntó a esos fieles, voluntarios y brigadistas para animar a un país entero a levantarse 32 años después del mismo desafortunado y trágico acontecimiento.