Esos locos de la isla balear. ¿En serio les da igual recibir al Peralada o al Atlético de Madrid? Sí, la verdad es que les importa una mierda. Y así debería ser. Competir contra todos por igual, sea de la categoría que sea y se llame como se llame. Un descenso es traumático para cualquiera, pero más aún para aquellos equipos que hace no demasiado tocaron de cerca los trofeos y plantaron su bandera en Europa. Duele sentirse un cualquiera sabiendo que las noches de gloria todavía se sienten como algo cercano. Pero qué se le va a hacer. La cuestión no es saber cuándo vas a descender, la cuestión reside en planear el regreso desde el momento en el que el silbato del árbitro señala lo que tan solo era cuestión de tiempo. Cuando uno toca fondo, fondo de verdad, es el momento en el que impera la lucidez, se despierta algo en el interior como si de un manual de supervivencia se tratara.
La afición ya estaba convencida, en contra de su voluntad, del camino por el desierto que debían cruzar para volver a llegar al oasis. La labor del Mallorca residía en convencer a futbolistas de calidad que el año en Segunda B iba a ser un trámite y a Vicente Moreno que de aceptar este proyecto sería un trampolín en su carrera. Y así fue como Manolo Reina, Salva Sevilla, Raíllo, Lago Junior o Vicente Moreno comenzaron su camino, despacio y con buena letra. Atraer futbolistas estando en Primera es sencillo, descuelgas el teléfono y tienes a más de diez agentes vendiendo sus dotes. Quién no querría vivir en Mallorca y medirse cada fin de semana a los mejores equipos y jugadores. Lo que ahora parece fácil, dos años atrás fue todo un dolor de cabeza. Unos pocos aceptaron el reto, lanzaron una moneda al aire y les salió de cara. El fútbol, como la vida, es para los valientes.
Seis años de ausencia en Primera dan para mucho. Si una noche puede ser larga dándole a la cabeza, imaginad eso prolongado en el tiempo durante todos esos años. Al Mallorca le ha costado sumar puntos en la máxima categoría en este inicio de temporada, pero es parte del proceso. El último equipo en ascender a la máxima categoría del fútbol español juega con bastante desventaja respecto a los demás. Su ascenso se alarga un mes, el desgaste es mayor y la planificación de la plantilla queda pendiente de los últimos golpes del mercado. Por mucho que os digan que hay futbolistas que se firman el último día del mercado, el 90% ya están cerrados o como mínimo apalabrados desde varios meses atrás. Para cuando el Mallorca ha querido planificar su plantilla, ya estaba casi todo el pescado vendido. Ahí es donde ha aplicado una fórmula esencial: mantener el bloque del curso pasado y firmar alguna pincelada. Ya está, sin volverse locos.
Ante esta tesitura, otro equipo habría perdido los papeles. Habría firmado una gran cantidad de jugadores, más por obligación que por sensatez, pero si algo han aprendido en Mallorca durante estos años ha sido en tomarse todo con calma y en relativizar los problemas. ¿La plantilla balear es de las más limitadas de Primera? Sí. ¿Es una razón de peso para presagiar su descenso? No, ni de coña. Tan solo el tiempo y los puntos dirán dónde terminará el Mallorca, pero que nadie crea que los Salva Sevilla, Lago Junior o Vicente Moreno están ahí por haber soportado la tempestad de Segunda B y como premio a su buen hacer. No. Están peleándose con los gigantes de Primera porque son buenos y porque si aceptaron militar en la tercera categoría del fútbol español fue porque contaban con devolver a su club a la élite. Cuando uno ha saboreado el barro, cada día con la pelota le supone miel en los labios.