140 años de historia no le salvaron. 54 títulos de liga no le alejaron de los malos gestores. Su carácter de bandera de la comunidad protestante y club dominador de Escocia no le acercó ninguna ayuda federativa. En apenas unos meses, las deudas despeñaron al mítico Rangers desde la elite hasta el fondo del fútbol semiprofesional. Cuatro divisiones de un plumazo administrativo, que exigieron la refundación de la entidad y dejó tocada la viabilidad de la liga escocesa. Este es el relato de cómo se asomó al pozo uno de los equipos más importantes del mundo. Y de cómo trató de abandonarlo.
Este reportaje está extraído del interior del #Panenka11, publicado en septiembre de 2012. Hoy que el Rangers vuelve a sonreír en la cúspide, lo rescatamos.
Definitivamente, el 4 de julio no supone una fecha feliz para la Union Jack. En 1776, los colonos británicos en Norteamérica declararon ese día su independencia de la metrópolis; en 2012, los unionistas protestantes de Escocia, defensores a ultranza de la monarquía y de la permanencia de su país dentro del Reino Unido, perdieron su principal emblema futbolístico: el Rangers era expulsado de la Scottish Premier League. Diez de los 12 clubes apoyaron la medida, entre ellos el Celtic, archirrival deportivo y némesis sociopolítica de los ‘Blues‘. Ni 140 años de historia, ni 54 títulos de campeón ni el evidente empobrecimiento de una SPL desprovista del derbi de Glasgow impresionaron a los rivales. Tampoco a los equipos de segunda y tercera, que se opusieron a competir con una entidad insolvente. Así fue como el Rangers, refundado después de acumular unas deudas de 134 millones de libras, ha dado este verano con sus huesos en el cuarto y último peldaño del profesionalismo escocés. Más abajo, imposible. Low, very lowlands.
Brechin, 29 de julio. Bombas de humo y una lluvia torrencial le embarran la cara al club más laureado de Escocia. 4.000 aficionados se apiñan en la única tribuna. La inmensa mayoría luce colores azules, blancos y rojos. Los del Rangers. Los de la Union Jack. “Sólo queremos volver a jugar al fútbol”, exclama el técnico, Ally McCoist, deseoso de cerrar un periodo esperpéntico. Cuatro años después de disputar una final de la Europa League y doce meses después de levantar su tercera liga consecutiva, los ‘Gers‘ necesitan de una prórroga para superar la primera ronda de la Challenge Cup, una competición limitada a las divisiones más humildes de Escocia. Ese mismo día, el Celtic se da un homenaje en Glasgow disputando un amistoso ante el glamuroso AC Milan. Tan lejos, tan cerca.
“El Celtic tiene un plan de negocio propio, con independencia de cualquier otro club”, afirma una nota del club católico en un intento por proclamar su autonomía con respecto al Old Firm. La rivalidad entre los dos clubes de Glasgow -síntesis de las dos almas escocesas: soberanista y católica una, protestante y unionista la otra- se ha visto reducida a la mitad verde. Pero más allá de los sentimientos, el Old Firm significa literalmente la vieja empresa: una relación simbiótica en la que el odio mutuo ha beneficiado a los dos transatlánticos de Glasgow. Y, además, el motor que mueve la Premier escocesa.
Charles Green, nuevo propietario del Rangers, mantiene que algunos clubes votaron a favor de la expulsión “movidos por la intolerancia sectaria”. Neil Lennon, entrenador del Celtic y víctima de un intento de asesinato por parte de ultras protestantes, no ha tardado en reaccionar: “Me parece gracioso. Acaba de llegar y ya nos ha insultado”. Pasará algún tiempo hasta que regrese a los estadios, pero el Old Firm sigue jugándose en las calles.“De vez en cuando, algún hincha del Celtic se te acerca y te vacila”, admite el delantero español del Rangers, Fran Sandaza. “Claro que luego viene uno blue y quiere besarte los pies por estar con ellos. Glasgow es pasión pura”, explica.
DE RUTA POR LA ESCOCIA RURAL
Peterhead, 11 de agosto. Un enorme letrero situado en la rotonda de entrada al pueblo ubica al visitante: Welcome to Division Three. Las chanzas a costa del depuesto monarca van a ser una constante de la temporada. Como los campos pequeños. Las tribunas de madera. Los vestuarios en naves prefabricadas. Los rivales con cuchillos entre los dientes. “Por lo que he visto, fuera de casa no vamos a jugar al fútbol: vamos a recibir hostias”, señala Sandaza.
Hoy el Rangers debuta en su nuevo hábitat, el último apeadero de un descenso a los infiernos que arrancó a mediados de los 80. Entonces el club tenía una facturación similar a la del Manchester United, y eso a pesar de acumular nueve temporadas sin renovar su palmarés. En 1986, con los ingleses Terry Butcher y Graeme Souness sobre el césped, los protestantes volvieron a ganar la liga y un año después el empresario David Murray adquirió el club. Murray, uno de los hombres más ricos de Escocia gracias a sus negocios en el sector siderúrgico, se propuso llenar de metal las vitrinas ‘blue‘. Y lo logró. De 1989 a 1997 se acaudalaron nueve ligas seguidas, siete forjadas por el entrenador Walter Smith.
Sandaza: “Por lo que he visto, fuera de casa no vamos a jugar al fútbol; vamos a recibir hostias”
Pero la creación de la Premier League inglesa iba a saquear los cimientos financieros del fútbol escocés. Celtic y Rangers, los únicos clubes equiparables a la aristocracia balompédica del sur de la frontera, vieron cómo sus derechos televisivos y patrocinadores perdían pistonada frente a los ingleses. Así que Murray comenzó a insuflar dinero para mantener la competitividad en Europa: en 1994 desembarcaba Brian Laudrup; en 1995, Paul Gascoigne; en 1998 los holandeses Giovanni van Bronckhorst y el entrenador Dick Advocaat. Los números rojos despegaban.
En los tres años y medio que duró la era Advocaat, la entidad blue ingresó 36 millones de libras pero invirtió 83. Y en 2001, a pesar de que la deuda ya superaba los 20 millones, el club batió su plusmarca con el fichaje de Toré Andre Flo (12 millones). Unos meses después, tras la dimisión del preparador holandés, Murray hacía propósito de enmienda: “nos hemos equivocado gastando demasiado dinero. No podemos permitir que vuelva a ocurrir esta mala gestión”. Advocaat, por su parte, se defiende con argumentos más pedestres: “Mi equipo se proclamó campeón, así que el dinero gastado mereció la pena”, ha declarado este año.
Flashforward hasta Peterhead. Igual que en el partido copero, el Rangers llena el modesto campo rival con sus aficionados. Como Gordon: “es un poco raro jugar un partido de liga aquí, pero es lo que hay. En poco tiempo volveremos a donde nos corresponde”. Por su parte, James se queda con el abanico turístico que abre el descenso administrativo: “No conocía Peterhead. Esta temporada vamos a estar en muchos sitios en los que nunca habíamos estado”, desliza con ironía. El Rangers logra empatar en el último minuto: 2-2.
BAÑO DE MASAS
Ibrox Park, 18 de agosto. 49.118 personas se citan para apoyar a su equipo en el peor trance de su historia. Los partidos de Champions, las finales europeas o los Old Firm constituyen ahora la materia prima con la que se alimenta la nostalgia de un pasado cercano pero dolorosamente discordante con el presente. Enfrente no salta el Madrid, ni el United, ni siquiera el Celtic, sino el East Stirling, un modesto que sólo pasará a la historia por haberle brindado en 1974 la oportunidad de debutar en los banquillos a un antiguo delantero del Rangers: Alex Ferguson. El club de Falkirk se lleva la primera goleada de la temporada (5- 1) y sirve como comparsa para que la parroquia Blue bata el récord mundial de asistencia a un partido de cuarta división.“La respuesta de la afición es espectacular. La gente está dolida porque todo el fútbol escocés ha ido en contra el Rangers”, pregona Sandaza, uno de los goleadores del encuentro.
Después de iniciar su carrera en el fútbol modesto valenciano, Francisco Sandaza (Toledo, 1984) aceptó una oferta del Dundee United en 2008. “Llegué sin saber nada de inglés ni del fútbol británico”, confiesa para Panenka. Luego recaló en el Saint Johnstone, con cuya camiseta acabaría la temporada pasada como tercer máximo goleador de la Premier escocesa. “Ya a mitad de campaña el Rangers me ofreció un precontrato pero no lo vi claro”, explica. El agujero financiero de los ‘Gers‘ amenazaba en ese momento con abducir al club hasta la desaparición. El máximo accionista, Murray, había vendido en 2011 sus acciones por una libra tras dilapidar más de 100 millones. El nuevo dueño, Craig Whyte, hizo lo que era previsible: prometer nuevos jugadores y viejos éxitos. Sin embargo, la temprana eliminación del equipo de la Champions y la Europa League cerró en agosto el grifo de unos ingresos vitales. Y en octubre, un documental de la BBC revelaba el turbio pasado de Whyte al frente de una sociedad fraudulenta disuelta por las autoridades. El empresario volvió a comportarse entonces de forma esperable: el Rangers vetó a la televisión pública el resto del curso 2011-12.
Pero, incluso con las cámaras de la BBC fuera de Ibrox, el amplio catálogo de estafas de Whyte siguió aireándose. Desde el impago al albañil que reparó los tejados de su castillo en las Highlands hasta la falsificación de las cuentas del club anticipando la venta de entradas de las próximas temporadas: ingeniería financiera de todo a cien. Finalmente, a comienzos de 2012, mientras el Rangers incumplía sus citas con Hacienda y Sandaza rechazaba la oferta de un entidad en convulsión social y económica, la SPL declaró a Whyte incompetente para dirigir un club de fútbol. El 14 de febrero, la entidad hegemónica del balompié escocés entraba en concurso de acreedores por impago de nueve millones de libras al fisco. Justo cuatro meses más tarde, y en plena desbandada deportiva, el Rangers se declaraba en bancarrota para enjugar sus deudas. El sueño húmedo de los aficionados del Celtic se acababa de cumplir.
DEBUT EN INGLATERRA
Berwick, 26 de agosto. La nueva estación del vía crucis protestante depara un encuentro contra el único equipo inglés que, por su proximidad geográfica, participa en las competiciones escocesas. Así que, después de varios escarceos con la Premier League inglesa, el Rangers juega su primer encuentro liguero en suelo de Inglaterra: no en Old Trafford o Anfield, sino en Shielfield Park, un patatal con vistas a los silos de una fábrica de malta. En el ambiente flota un espeso aroma a cereal.
“Al final he tenido la suerte de fichar este verano por el Rangers”. ¿La suerte? “Sí, la suerte, porque se trata de un equipo grande a pesar de estar en cuarta división. Aquí se respira grandeza”, contrarresta Sandaza. “Ally McCoist nos insiste mucho en que debemos guardar el mismo respeto al club y a los aficionados que antes, porque somos el Rangers”.
Sólo que este Rangers no es el mismo, al menos jurídicamente, que el que un grupo de aficionados al remo fundaron a orillas del Clyde en 1872. Pocas horas después de entrar en liquidación, una sociedad londinense llamada Sevco refundó la entidad. La empresa, con el inglés Charles Green al frente, adquirió a cambio de 5,5 millones de libras el nombre, el escudo, el estadio y los jugadores. Desde entonces, algunos periodistas insisten en hablar de un nuevo club mientras Green les contradice: “sigue siendo el mismo Rangers”. “No haría falta recordarlo tanto”, le responde Ewan Murray en The Guardian, “si no fuera por la insistencia de la actual directiva en rechazar la retroactividad de las sanciones”. Es decir: Green quiere el nombre tradicional pero no los peajes que arrastra. “Se trata de un club existente previamente pero sostenido por una compañía nueva”, evita mojarse el presidente de la Scottish Premier League.
Tras flirtear con la Premier del sur, los ‘Gers‘ debutan en Inglaterra sobre un patatal con vistas a una fábrica
Deportivamente, también cuesta reconocer al equipo que dominó el fútbol escocés durante el último lustro: Carlos Bocanegra (Racing de Santander), Maurice Edu (Stoke), Nikica Jelavic y Steven Naismith (ambos al Everton), Allan McGregor (Besiktas), Steven Davis (Southampton), Dorin Goian (Spezia), Steven Whittaker (Norwich), Kyle Lafferty (Sion)… la lista de bajas y cesiones registradas desde enero señala la dificultad de retener a los mejores futbolistas en medio del caos. Cuando los bancos dejan de operar contigo por falta de garantías. Cuando una conocida marca de coches alemana rescinde unilateralmente su contrato de patrocinio. Cuando el resto de los clubes te castigan a la división más baja. Cuando la Federación te sanciona sin poder fichar hasta septiembre de 2013. Cuando los operadores de televisión revisan sus acuerdos aprovechando una cláusula creada ante la posibilidad de que los dos grandes del Old Firm terminasen mudándose a la Premier inglesa. Pero no, en Ibrox no ha habido mudanza, únicamente un deshaucio.
“La ausencia del Rangers equivale a la pérdida de interés de Sky TV, a no ser que vuelva muy pronto a la elite”, pregonaba en junio uno de los voceros de la cadena por satélite. “No será comercialmente rentable aguantar más de una campaña sin Old Firm”. Lo cierto es que esa teoría, la de que los Blues serán lanzados en paracaídas sobre la Premier al final de esta temporada, goza de cierto predicamento también en el vestuario. “Esto sólo durará una temporada, seguro que cambian las normas para que volvamos a la máxima categoría”, ratifica Sandaza.
MONTROSE EN LUGAR DEL CELTIC
Mientras espera esa amnistía, el Rangers concluye con otro empate su amarga primera visita liguera a territorio inglés. Una cuestionable decisión del árbitro evita la victoria del Berwick en las postrimerías del encuentro. Ally McCoist califica la tarde con una palabra que resume los últimos meses Blues, y anticipa los venideros: “agony”. En su agenda se agolpan las citas con rivales agrestes, que no se corresponden con la historia mayúscula del Rangers ni con su sufriente y multitudinaria afición. Como el Montrose, cuyo último partido en casa convocó a 267 fidelísimos espectadores. Seguramente, lo más doloroso para los Gers no será medirse a este equipo semiprofesional el 23 de septiembre sino dejar de hacer lo que el calendario les había previsto originalmente para esta fecha: pelearle a cara de perro el Old Firm al Celtic.